¿Queremos más poder para el Ejecutivo?

El referéndum de este 9 de diciembre,se ha convertido en una consulta plebiscitaria, y se está dejando pasar una gran oportunidad de reformar (de verdad) varias de nuestras instituciones. Sin embargo, los miedos, odios, mentiras y bajas pasiones han convertido al referéndum —por la naturaleza de lo planteado— en un instrumento más de la deriva autoritaria en que ha caído el Gobierno de Peruanos por el Kambio, antes dirigido por PPK y ahora por su vicepresidente, y hoy accesitario presidente, Martín Vizcarra.

No estoy de acuerdo con ninguna reforma que en la práctica aumente aún más el poder del Ejecutivo, por una razón muy sencilla: nuestro régimen presidencialista ya de por sí otorga poderes al Ejecutivo que son más que suficientes para hacer prácticamente de todo. Lo que sobresale de estas “reformas” es que un poder del Estado tendrá aún más fuerza, en algunos casos de forma directa y en otros como consecuencia de cercenar la función de las instituciones.

Prohibir la reelección es en la práctica la partida de defunción de los partidos políticos en el Perú. ¿Conoce alguien una democracia sin partidos? Cada elección serán diferentes conglomerados de independientes que se juntarán para ganar una elección; pero la carrera política, que tiene su desarrollo en el servicio al país, se habrá enterrado para siempre. Que los partidos no hayan estado a la altura, y que existan pocos militantes y menos aún cuadros programáticos es el capítulo final de un proceso que se inició en los noventa, bajo el régimen de Alberto Fujimori. Ese régimen que buscaba ganar elecciones vía independientes, bajo la figura del caudillo en que se convirtió Fujimori padre.

Oponerse a la bicameralidad porque habrá más parlamentarios, es poner la carreta delante de los caballos. En el Perú unicameral de hoy tenemos una subrepresentación, y lo que se debe es cambiar la forma de elegir a los diputados (distritos uninominales) y a los senadores (distrito nacional). También se debe incluir la renovación por tercios de la Cámara de Diputados a mitad del periodo presidencial. Eso ayudaría a balancear, premiar o castigar a las diferentes fuerzas que participen.

El financiamiento de los partidos políticos no debería ni siquiera estar en la Constitución, basta una ley para determinar el marco legal. Yo no estoy por prohibir el aporte de privados, estoy sí por incluir normas muy estrictas en caso de que se violen los principios de transparencia y reporte que debe tener todo aporte de campaña. Muchos problemas nos hubiéramos evitado si el peruano no fuera tan poco dado a mostrar de manera pública sus apoyos monetarios. Corruptos de otros lares vieron la oportunidad de oro en estas costumbres “cero transparentes” para hacer su agosto; por supuesto, apoyados por los igualmente corruptos y sinvergüenzas mercantilistas del Perú.

El tema de la creación de la Junta Nacional de Justicia, en reemplazo del Consejo Nacional de la Magistratura, debió ser el tema central de las reformas. Y si bien puede haber cierta mejoría en la elección y el concurso público, la participación de la sociedad civil es nula, alejando una vez más la democracia de la elección de autoridades tan importantes. ¿Por dónde debe pasar una reforma? Pues por limitar el poder, que se convierte en omnímodo con el tiempo, y por renovar constantemente estos órganos. De eso adolece esta propuesta específica.

No se pueden esperar efectos distintos si con los errores de siempre planteamos e instauramos reformas. El Gobierno busca limitar el poder de los demás en beneficio de un Ejecutivo cada vez más poderoso y sin límites. Estamos con estas “reformas” pervirtiendo aún más los checks and balances necesarios en toda democracia.Milko Ibáñez