¿Qué revelan realmente los audios filtrados?

Este fin de semana la noticia bomba han sido los audios de una conversación supuestamente grabada a un ministro mientras almorzaba con sus “amigos” en un “chifa”. Si bien los audios revelan un comportamiento poco leal por parte de un secretario de Estado, entre lo que he podido escuchar no encuentro más falta o delito que la posible violación de la intimidad de una persona, que viene siendo grabada (sin permiso alguno) por alguien que supuestamente se encuentra dentro de su círculo de confianza.

En efecto, si los audios fueran ciertos lo único que revelarían es el interés del “Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas” en desmantelar una unidad policial que evidentemente le resulta incómoda por más de una razón. Sin embargo, no podemos dejar de pensar que sus intenciones también podrían estar justificadas, si se tiene en cuenta los claros sesgos ideológicos y políticos que la referida unidad mantiene en los últimos meses.

Un factor interesante es que luego de haberse hecho públicos los audios, la obtención ilícita de la información (que repito no me parece delictiva) y sus efectos ha pasado a un segundo plano; tras lo cual cabría preguntarse si acaso es legal que una “confesión” –si acaso cabe el término– en tono de chisme es efectivamente funcional más allá del morbo político.

Cabe recordar que grabar “bajo la mesa” es una práctica desleal muy usual aquí en Perú, fue puesta en práctica inicialmente por Montesinos en los noventa, y repetida irresponsablemente en diversas ocasiones, como los audios sobre supuesto lavado de dinero Joaquín Ramírez, los de Lady Camones con Acuña –la hicieron renunciar a la mesa directiva del Congreso-, o los “Mamani audios” –aeropuerto de Chinchero–, entre otros. En ninguno de esos casos la trascendencia fue mayor a la de un escándalo político/televisivo concertado para el debilitamiento de un determinado sector político, dentro o fuera de una campaña electoral.

Así las cosas, de continuar con estas maniobras inmorales, nuestros políticos solo destruirán la línea base de su trabajo, jalando consigo la credibilidad en la democracia. ¿Por qué digo esto? Porque ningún político podrá obtener algún consenso entre sus colegas si no se sienta a conversar con ellos, para de alguna manera logran generar confianza mutua; y en consecuencia, tampoco podrían obtener un beneficio para los intereses de sus electores, si es que no escuchan y suscriben beneficios para los electores de los demás. 

Parece que el Perú es el único país donde hacer política está mal visto, o peor aún; es un oficio donde no es posible trabajar, porque quienes participan de ella son gente artera dispuesta a grabar a sus pares a efectos de mantenerlos chantajeados y con ello mantenerlos sometidos a otros intereses a contramano de exponerlos ante la opinión pública. Imagínense, en algún momento incluso se traicionó a un coordinador del Fiscal de la Nación, y el resultado salió como un boomerang.

No digo que las cosas que finalmente se muestran en los audios no pintan de cuerpo entero a sus partícipes; más no me parece que quienes finalmente son expuestos (Aun con chismes confirmados o no), sean muy distantes de aquello que finalmente resulta siendo expuesto; pero eso da rating.

Finalmente, lo que debería ser realmente preocupante -de ser el caso que se compruebe la veracidad del audio Santivañez– es que existe una red que tiene acceso a grabar a los ministros de estado o peor aún al del interior; y en consecuencia existiría un peligroso fallo de seguridad que podría exponer secretos de Estado. Imagínense que sea la propia Eficco la que graba las conversaciones de los ministros, ¿No se convertiría esta en una unidad policial política/judicial?

Como siempre, todos se dejan llevar por el escándalo, y se olvidan de lo que es realmente peligroso.