Manuel Bernales Alvarado

¿Qué nos deja este año?

Los trillonarios ganan más y crece la pobreza

¿Qué nos deja este año?
Manuel Bernales Alvarado
21 de diciembre del 2020


¡No teníamos una pandemia tan destructiva, incierta, dolorosa y con tanta opinión sobre ella desde hace un siglo! No teníamos mundialización ni globalización como ahora, que se envían vehículos no tripulados tan lejos como no podemos imaginar (pero sí ver en la Internet). En medio de esta pandemia –cuyo origen seguirá marcado por la polémica, medias verdades y creencias ancilares de dogmas y pasiones encontrados– los super trillonarios están logrando más ganancias, a la vez que la pobreza extrema y la desigualdad mundial crecen y hace más daño. 

Pocos han seguido, el imparable desarrollo de industrias militares de estados capitalistas desarrollados, subdesarrollados y de China, con creciente comercio regido por el poder y la autoridad y no por el mercado libre. Tampoco hay mercado libre para las vacunas, sino prioridades estratégicas en la oferta y en su aplicación a escala de cada Estado. Mellado el multilateralismo y el orden mundial prepandemia, poco puede hacer el sistema de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud (OMS), si los poderes mundiales Estados y empresas no les impulsan.

Contados estudiosos –a lo Piketty, estructuralistas, no reduccionistas, no solo marxistas– ya habían mostrado las tendencias a la desigualdad mundial. Y renovadores del marxismo en los años del sovietismo, que continúa con ajustes en pocos Estados, también evidenciaron que las nuevas clases en poder del Partido y del Estado construían desigualdad.

Las economías más poderosas enfrentan graves problemas locales, continentales y mundiales como el impacto del Cambio Climático y una transición energética que no camina al ritmo que el desafío planetario impone. Regímenes republicanos o no, basados en constituciones democráticas, están remecidos o socavados por oleadas de inefectividad, pérdida de legitimidad, estabilidad y participación política. 

Los partidos vienen siendo reemplazados por líderes populares, con y sin comillas, y por actores que hacen gala de más demandas que ofertas de soluciones de conjunto. Son grupos de interés diversos que no agregan o integran, sino que quieren prevalecer e imponer sus relatos, posiciones o ideologías, algunas xenófobas, nacionalistas y autoritarias, no amparadas en un discurso internacional políticamente correcto. 

Sin embargo, los Derechos Humanos actualizados y proclamados desde la fundación de las Naciones Unidas, la democracia como sistema de vida y de gobierno, y los Estados constitucionales de derecho, siguen siendo fuente y referencia mejores que las vigencias internacionales políticas, jurídicas e ideológicas, previas a la victoria de los Aliados y luego a la descolonización del mundo

El crecimiento de Estados y actores no estatales, en una estratificación internacional del poder evidentemente poliárquica, con agrupamientos regionales de intereses y estrategias cruzadas, complica y demanda mejoras de doctrina e institucionalidad complejas, nada fáciles para un mejor orden y gobierno mundiales. Hay quienes sueñan con un imperio mundial, y todos los días vemos movimientos demográficos, religiosos, políticos, culturales y militares concentrados en los viejos continentes, inseparables de antiguas y nuevas utopías que matan.

Las presiones externas dominantes sobre nuestro Estado no podrán ser encaradas sino con gran esfuerzo y sacrificio, compartidos con justicia y equidad, porque hemos perdido estatura estratégica en lo económico y político, ¿o acaso somos ejemplo de gobernabilidad ni qué decir gobernanza? Nuestras fronteras reales están debilitadas, su porosidad se ha incrementado, los tres niveles de gobierno están dando paso sin pausa a la aplicación de estrategias, tácticas y decisiones de autonomismo en nombre de propiedades ancestrales y la armonía medioambiental, mientras el vecino sub hegemón y las potencias continental y extracontinentales, despliegan sus operaciones económicas políticas y militares sobre América del Sur. ¿Nadie sabe para quién trabaja?

Nos quedan, pese a todo, recursos humanos y naturales para salir adelante a condición de pedir lo imposible: no nos suicidemos y superemos el reino de la opinopatía y la opinocracia. Estos males impiden buenos acuerdos perfectibles en agroindustria, forestería y pesca con inversiones sostenibles, mayor productividad, satisfacción de mejor consumo interno y exportación, con base en productividad por persona y factor, a la vez que compartiendo beneficios, no aumentando desigualdades. Estas son tan malas como las ideologías que matan y como la endémica y más que bicentenaria corrupción.

Hay demasiados que compiten legalmente para ofrecer casi más de lo mismo, en medio de tendencias polarizantes que abatirían acuerdos intermedios, mientras que no se ven partos de nuevas o mejores agrupaciones partidarias. Vivimos en un diluvio de elecciones que sin duda han abonado pantanos de frustraciones. El largo ciclo del antipartido –antiapra, anticomunismo, etc.–, iniciado en los años veinte del siglo pasado, está terminando de morir sin que hayan nacido bien concebidos otros actores sólidos. 

La política y la economía seguirán judicializadas, con áreas narcotizadas, policializadas, regidas por el gobernar es hacer creer, muy bien aprovechado por políticos, candidatos ex gobernantes, que han logrado instaurar creencias o relatos anticorrupción por medio de prensa y operadores financiados con dinero de todos los peruanos, mediante contratos de servicios y consultorías. Nada nuevo, pero sí extremado y aplicado al combate de la pandemia; lo que es sumamente grave, pero aun aceptado por una mayoría pasiva de la población. Inclusive por actores que protestan pero que aún no adquieren carta de ciudadanía política efectiva, no obstante el momento del bicentenario. 

Una especie de ley de la ameba crece por fraccionamiento. Se da de derechas a izquierdas, visibles, de autoritarios a demócratas, si hacemos un gráfico de conductas políticas con cruces horizontal y vertical. No es vano recordar que 1821 nos encontró divididos y que el Congreso de entonces le hizo a Bolívar una Constitución Vitalicia con derecho a designar sucesor, altos consejeros y jueces del Estado. Algo como eso hoy se ve en Corea del Norte, aunque no sea amable señalarlo. 

El misterio no es del capital ni del trabajo sino de este Perú nuestro que, pese a todo, sobrevive y cuenta con capacidades para tejer puentes entre generaciones, entre agro y minería sostenibles, mejores, entre consumidores y productores, varones y mujeres. Desde las varias costas hasta las varias Amazonías pasando por sierras y Altiplano compartido con Bolivia a perpetuidad. Falta que los actores legalizados respondan a tiempo a demandas que no vienen en clave de Proyecto Nacional ni que periclitadas instituciones, útiles en los 2000, aporten a soluciones con rango de Estado, nacionales. 

Superar la pandemia, rehabilitar y construir una economía con mayor valor agregado y compartido exige a la vez acuerdos durables, perfectibles, entre los políticos que están legalizados y actores que se van incorporando al proceso de decisiones. Cuatro de esos acuerdos en mar, costa, sierra y Amazonía, son esenciales para la base económica y la vida con menos riesgos y daños: 

  1. Mejor recaudación y uso fiscal; 
  2. Dinamizar sosteniblemente todos los sectores agrícolas, no solo el sub sector exportador, mejorar aún más la minería sostenible ¿acaso es inmejorable? 
  3. Realizar medidas económicas no solo legal-formales, de policía del Estado y policiales, para reducir ilegalidades en el comercio, subsectores minero, forestal, pesquero, porque ayudarán a minar las bases y capacidades del narcopoder y sus aliados dentro y fuera del Perú; 
  4. Fuerte racionalización de los sectores de la administración pública con más profesionalismo, compactación de instituciones en tres niveles de gobierno, mejorar el sistema de contrataciones e inversiones del Estado con modalidades como los NEC y una agencia nacional de planificación intersectorial y de macrorregiones, más de 2 departamentos, para que las finanzas o hacienda pública se concrete a lo suyo, lo que es casi universalmente recomendado. 

Pronto a cumplir 77 años y haciendo vida política y profesional desde 1960, dentro de nuestra patria y en 15 Estados en los cuales he desempeñado función pública internacional, renuevo la fe de mis mayores, que nos educaron en valores humanos, también cristianos no dogmáticos, y en patriotismo sin reverso de conveniencia. Que cada quien ponga, diga y haga lo suyo.

Manuel Bernales Alvarado
21 de diciembre del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

La guerra política, de comunicaciones, también mata

Columnas

La guerra política, de comunicaciones, también mata

Las guerras se han realizado en campos o dominios que se han sistemati...

13 de marzo
Apunta a Ucrania, dispara al entorno

Columnas

Apunta a Ucrania, dispara al entorno

Ahora llaman “guerra híbrida” a la variación...

07 de marzo
¡Quiero a mi patria limpia!

Columnas

¡Quiero a mi patria limpia!

Uno de los más graves daños o el peor, de los año...

14 de julio

COMENTARIOS