Berit Knudsen
Proteger la paz mundial
Debería ser la prioridad de organismos internacionales como la ONU y la OEA

La situación mundial nos lleva a reflexionar sobre la presencia de movimientos terroristas y gobiernos dictatoriales en el mundo. Un problema relacionado con las alianzas de los líderes autoritarios que avalan en bloque atentados y masacres, incapaces de censurar brutales ataques que han desencadenado las actuales guerras.
En este escenario, no podemos olvidar que la esencia de las Naciones Unidas (ONU) radica en su misión y compromiso por mantener la paz y la seguridad, proteger los derechos humanos, promover la cooperación, resolver conflictos y ofrecer asistencia humanitaria. Este foro global debería trabajar para abordar los desafíos comunes que enfrenta la humanidad, aportando soluciones en beneficio de la paz y el bienestar mundial.
Pero hoy vemos una ONU enfrascada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG, por sus siglas en inglés), en los que la “ideología de género” es un aspecto transversal a las 17 metas trazadas. La Carta de las Naciones Unidas, que establece el respeto a los derechos humanos y el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional como principio fundamental, parece relegada.
Los conflictos desatados por los ataques de Rusia a Ucrania y la reciente masacre del grupo terrorista Hamás contra Israel (y las represalias), son motivo de profunda preocupación por su gravedad. En escenarios de guerra, la responsabilidad de la ONU es garantizar la paz. Pero la prevención de estos eventos y los riesgos inminentes de una escalada internacional que amenaza la paz mundial debería ser la prioridad en su agenda y la asignación de recursos.
No se trata de oponerse a la igualdad de género o a los derechos de las minorías sexuales, sino de analizar críticamente cómo se implementan estas ideas en la sociedad y cómo se abordan de manera lógica y constructiva; priorizando los valores, tradiciones y la familia. Pero ello no implica distraer los objetivos de la ONU sobre aquello para lo cual fue fundada.
La “igualdad de género” en regiones como Oriente Medio sigue siendo desafiante y compleja por factores culturales, religiosos y sociales. Y es en estos territorios donde –en teoría– deberían concentrarse los verdaderos esfuerzos; pero es justamente en el mundo islámico, con urgencias vinculadas con la supervivencia –en un entorno de guerras y conflictos constantes– donde esta agenda pierde sentido.
Desatender problemas relacionados con los derechos humanos trae como consecuencia terrorismo y dictaduras que desencadenan solo pobreza, un tema evidente en Latinoamérica y el mundo. Aunque la ONU trabaja en múltiples frentes y desafíos globales, es evidente que algo no está funcionando, o que tantos desafíos parecieran desbordarla. No podemos esperar grandes resultados cuando la ONU elige a Cuba –la dictadura más antigua de América, con graves acusaciones por violaciones a los Derechos Humanos– para conformar justamente el Consejo de Derechos Humanos, otorgándole la presidencia pro témpore de importantes agrupaciones, como el G77+China.
Conocemos al terrorismo y sus graves secuelas. A esta lacra de la humanidad se le suma la delincuencia, la corrupción y el narcotráfico, avalados y muchas veces financiados por las dictaduras. Las organizaciones internacionales navegan con cuantiosos informes que demuestran estos hechos, pero no vemos acciones efectivas para frenar estos males. Es tiempo de que la OEA en América y la ONU en el mundo tomen acciones sobre las verdaderas prioridades y ataquen las causas, antes que sea demasiado tarde.
No es realista ni eficiente abordar nuevas dimensiones en la problemática mundial a expensas de las prioridades. Es un hecho que la violación de los derechos humanos, dictaduras y terrorismo son desencadenantes de la pobreza e inestabilidad en muchas partes del mundo, así como de las guerras que hoy atestiguamos. Por ello, las organizaciones internacionales deben buscar un enfoque integral, que le dé prioridad a la solución de los problemas que hacen peligrar una paz sostenible.
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