Hugo Neira

Perú, la puerta giratoria

Una breve revisión de la historia política reciente

Perú, la puerta giratoria
Hugo Neira
29 de agosto del 2021


En junio del 2014, comencé a escribir estas crónicas. Pero el tiempo del reloj y su cronometría no coincide con la cronología que según la academia, «es la ciencia que tiene por objeto determinar las fechas de los sucesos históricos» (
Diccionario, Julio Casares). Eso será para otros países y naciones, no el nuestro. Sería fácil decir que retrocedemos, pero no es cierto, el pueblo aprende más que antes. Pero tampoco vemos que progresamos. Qué situación es la nuestra, ni para atrás ni para adelante. Estamos en una espiral, de ahí la metáfora de lo helicoidal. Por eso, al amable lector le he compilado otros momentos en que creí que resumía la realidad, pero en la farándula de nuestra vida pública, nada se va del todo. Todo da vuelta, activos que creemos que son cadáveres. Una suerte de carnaval en el que danza la muerte y la fiesta. Y es por eso que al terminar de mostrar mis artículos anteriores, acudo no a politólogo o alguna disciplina racional sino al tema de la cultura, en alguien que se nos fue, Julio Hevia, que jugando y conociendo nuestra jerga, sabía cómo somos los peruanos, la inestabilidad como regla de vida. Aquí van, pues, párrafos de mis artículos, principalmente de este diario, El Montonero. 

Este es el primero:

«Las urnas recogen votos que expresan repugnancias y esperanzas, sospechas y convicciones. Todo eso es cierto, pero no puedo tratar ambos temas —razón y pasión— en una sola crónica. Solo digo, cuidado, pasión es una cosa, pasarse es otra. Quien gane, Keiko o PPK, va a necesitar del otro. Los años que vienen van a ser duros. Que la campaña no los enemiste al punto que no puedan establecer más tarde alianzas, sin duda puntuales, en nombre del interés público y la gobernabilidad. La política no debe dividir a los peruanos. Tampoco fusionarlos, no es gastronomía. "La política es el arte de las separaciones" (Pierre Manent). Mayorías, minorías, etc. Por mi parte, no me muevo en una lógica de partido o de ideología. Sino en lo que el país necesita. Resulta paradójico: urge a la vez debate y paz social. En las grandes sociedades modernas, van juntas. A ver si aprendemos a vivir esa conflictividad que se llama la libertad y la democracia, en desacuerdo pero sin agravios personales.» (De la política y de odios. Una medicina: P4R-P4D, El Montonero., 13 de mayo de 2016)

Calma chicha y presagios de tormenta 

«El presidente electo no se ha puesto todavía la banda. Ni se han instalado los legisladores. La calma chicha es un término marinero. Cuando las naves necesitaban de vientos. Los marinos entonces aprovechaban para revisar la nave, los garfios, los cabestrantes. Sobre todo el casco, parte principal de la embarcación. Por lo demás, no me sorprendió el hecho que Keiko no ganara la presidencia. Véase la sumilla de mi artículo en  El Comercio un 1° de mayo (“Vamos a los hechos. Keiko tiene bancada, pueblo y partido. Y precisamente por todo eso, puede perder. Así somos”), mucho antes que los resultados de la segunda vuelta. La suma de fuerzas nuevas, en vez de afianzarla, ayudó a que el entorno de PPK volteara la campaña. Así son las cosas en nuestro país. Se gana Palacio con rumores. Ahora nos toca saber qué es lo que sigue. Somos un país de régimen presidencialista. Y la política son decisiones. Y es perfectamente legítimo que las cartas de la baraja del poder no se bajen hasta su hora cumplida.» (El Comercio, 9 de julio del 2016)

Hacer política en un país de negociantes

«En Lima se recibe a los presidentes con ramos y se les despide con vía crucis. Y entonces me pongo a pensar y me pregunto si los políticos tienen que tener ego o no para la locura de hacer política en el Perú. O sea, mover voluntades e inercias mil. Lo tuvo Nicolás de Piérola. Al ego del «Califa», cuando tomó Lima con sus montoneras, y al sistema que montó, debemos el periodo de progreso material más prolongado del Perú, o sea 1895-1930. Con estabilidad que ya quisiéramos hoy. En nuestro siglo XX, los pocos grandes políticos obraron gracias a un ego gigantesco.» (El Montonero., 06 de junio de 2016)

Del presente impreciso

«La vida peruana oscila entre dos polos, la politización extrema y la indiferencia. Ninguno de los dos es saludable. Lo primero es el placer narcisista de las elites políticas, la política como una actividad para unos cuantos, tanto para los revolucionarios como los liberales partidarios del mercado que nunca faltaron. Pero los primeros acaban con el presidente Gonzalo en prisión, y en cuanto a las corrientes políticas legales de nuestros días, sin duda que llegan a contar con mayorías en el Congreso, pero lo cierto es que se pueden esfumar. Miremos nuestra historia. Y para decirlo en peruano y en lenguaje popular, cuidado con creérselas. [...]

Aquí en Perú está pasando algo terrible. En el pueblo, no quieren partidos. Los usan, que es otra cosa. Eso es lo que sienten los gobernados. En cuanto a los gobernantes, no les gusta el Estado. Son utópicos de todo mercado. Se sabe los enfrentamientos entre facciones de la tecnocracia limeña. Y sin embargo, esta es una democracia. O pretende serlo. Octavio Paz, sin embargo, sostuvo que en la democracia no hay absolutos “… ni un proyecto sobre el futuro: es un método de convivencia civilizada, no se propone cambiarnos ni llevarnos a ninguna parte, pide que cada uno sea capaz de convivir con su vecino, que la minoría acepte la voluntad de la mayoría, que la mayoría respete a la minoría, y que todos preserven y defiendan los derechos de los individuos». No creo que estos principios elementales se estén cumpliendo en mi país, donde los elegidos, de Presidente a congresista, se insultan. ¿Un favorcito que les hacen a los diarios, que no venden si no hay injurias? ¿Y cuando de más arriba venga, mejor? ¿Los diarios chicha? ¡Pero si todos nos hemos achorado! (El Montonero., 29 de agosto de 2016)

¿Qué nos pasa ? 

«En una tesis francesa se explica los regímenes hispanoamericanos de esta manera: «sufren de una recurrente inestabilidad, de la rápida rotación de los equipos en el poder, en todos los escalones, y en todas partes, por la falta de respeto a las reglas institucionales de sucesión, por la incoherencia o la desaparición de una vida parlamentaria regular por el recurso a la fuerza». Ahora bien, esa sinopsis está pensada para los inicios del siglo XIX. Y lo malo del asunto es que describe la actualidad. La invención política en Bolivia, Ecuador, Perú, es obra de Marie-Danielle Demélas (IFEA-IEP, 2003). La profesora describe un mundo poscolonial de parentelas, grandes familias y la importancia de los vínculos, «el destino de un político dependía de estrategias familiares». Reinaba «el arte del compromiso ». Dos siglos más tarde no somos muy distintos. (...)

El pattern de la desunión habita en la disputa entre San Martín y Bolívar. Y se establece como regla en el XIX con los caudillos. Salaverry, Gamarra, Santa Cruz, Castilla, Cáceres. La guerra de todos contra todos. Solo a fines del XIX, uno de ellos, Nicolás de Piérola, tras una alianza con los civilistas, gobierna en paz. No dura mucho. Leguía llega al poder para desterrar a los civilistas. En el Perú siempre hay alguien a quien conviene excluir. 

El siglo XX confirma el hábito inquisitorial de dividir el país en perseguidores y perseguidos. El aprismo y el antiaprismo son los actores de una interminable guerra civil que arranca en 1931 y acaba en 1956. Cuando el aprismo ya no es insurreccional no es preciso tocar las puertas de los cuarteles. Pero el velasquismo será la nueva dicotomía. Y en los 90, cuando pensábamos que esa matriz nefasta era cosa del pasado, el pattern de la división regresa. Primero lo encarna Sendero, ora a favor, ora en contra. «Los hondos y mortales desencuentros» de Iván Degregori. Luego Alberto Fujimori. Otra vez negro o blanco. (Perú, la nefasta matriz y el pasado presente, El Montonero., 11 de julio de 2016)

«¿Hay todavía pueblo en el Perú? O es la victoria de Saga Falabella y Ripley y la hegemonía del pollo a la brasa, y tras la movilidad social, ¿el que está un poco arriba cholea al que está más abajo? 

En todo caso, los partidos políticos eluden cuidadosamente esa denominación. Nada como echarle un vistazo al ROP (Registro Oficial). El del Presidente electo es “Peruanos Por el Kambio”. ¿Pero quién se opondría al cambio? Nadie. Y lo de “Fuerza Popular” dice fuerza no dice pueblo. Otros llevan membretes elusivos, vagos, de lo más impreciso posible. La “acción”, dice uno, y añade lo de “popular”, no es lo mismo. Lo es una vedette de Chollywood. Otro dice que es “humanista”, otro “popular y cristiano”, muy respetable pero no aparece el populus por ningún lado. Otros son como propósitos de enamorados, “Siempre Unidos”. Otro se dice “nacionalista” ¿pero quién no lo es? Hay hasta un “Frente Popular Agrícola”, o sea, los industriales no cuentan. Y lo de “Frente Amplio”, se nota que es amplísimo, cada semana expulsan a alguien. En general son ambiguos. Temen intimidar y prefieren la finta, pero su deliberada anfibología los delata. No quieren pueblo sino votantes.» (Pueblo. ¿Ha dicho usted pueblo? El Montonero., 12 de septiembre de 2016 ) 

  1. O realismo o colapso 

«El proceso electoral ha puesto en escena varios rostros y nombres cargados de sentidos y de votos. A saber, Verónika Mendoza, Alfredo Barnechea, Julio Guzmán. Son outsiders y agrego a César Acuña, tirando a “chicha”. Son cuatro, y no es poco. Me preguntan ¿a quién van a respaldar? Dudo que tengan capacidad de endose. Creo en cambio que cuentan mucho. Van a seguir en la escena política, es su derecho. Pero ¿qué pasa de aquí al 2021? 2016-2021, quien gobierne, las tiene difíciles. Los años dorados de fuerte demanda externa han acabado. El ritmo de crecimiento de la economía mundial, según el FMI, el Banco Mundial, y otras fuentes, va a ser bajo. Y eso golpea al mundo y en particular a la América Latina. Llamaré a esto el factor A. Hay un factor B, la situación interna. La conflictividad va a continuar, protesta social y los denominados socioambientales, más la persistencia de la pobreza. El retorno a la democracia, ya van 23 años, se ha hecho en un clima de crecimiento económico, por lo menos hasta que asume Humala. Pero sin merma del descontento. En cifras, subió el PBI y el per cápita, pero la mayoría de peruanos no lo percibe así. Las urnas han sancionado a dos expresidentes. Lo dice Carlos Parodi, Universidad del Pacífico, al no alcanzarse el bienestar, “los resultados en el campo económico son insuficientes” (Perú 1995-2012). Y encima se nos vienen años de vacas flacas¡!» ( El Comercio, 01 de mayo de 2016)

La tercera vuelta. Democracia, sociedad peticionaria y ñeque 

«Lo que voy a decir es políticamente incorrecto. Así se llama en Lima cuando se dice las cosas como son y no como nos gustaría que fueran. Tengo una discrepancia de fondo. La lid electoral pronto va a acabar pero seguirá la protesta social. Gane quien gane. La paradoja de la vida peruana, que explico en un libro que tarda en salir, consiste en que economía y sociedad marchan por caminos distintos, riesgosamente. Hay una demanda popular cada vez más irritada. Estuvo tras el voto por Humala y ahora tras el voto por Keiko. No es de izquierda. Pero es protesta. Mientras los índices de progreso macroeconómico son estables e incluso prósperos, se acrecienta la inestabilidad política. Es paradójico, pero es así. Para Perú, la estadística es clara. Disminuye ostensiblemente la pobreza, crece el ingreso per cápita, en 1980 unos US$ 890 a 4200 en el 2009. ¿Y qué ocurre? Bloqueos de mineras, frentes regionales. Bagua. Conga. Tía María. Crece la riqueza, crece el desorden. Cómo se nota que no hay Estado.

En los altos mandos de empresas internacionales no quieren ver que la prosperidad económica del Perú se acompaña de un feroz descontento. El  Establishment, en especial el que controla un poderoso sistema mediático, quiere ignorar ese aspecto de la realidad. Sin embargo hay bibliografía, por ejemplo Desco. Cada año lleva la cuenta de los conflictos. Van en aumento. Muchas cosas se han dicho sobre ese crecimiento que a la vez es malestar. «Los resultados obtenidos en el campo económico son insuficientes» (C. Parodi, economista de la Pacífico). 

En las altas esferas del poder económico deberían preguntarse un par de cosas. Si el pueblo, para decirlo así, estuviera contento con «el modelo», entonces, ¿por qué los expresidentes, protagonistas del auge aunque no nos guste reconocerlo, casi no han tenido votantes? Me refiero a Toledo y García. Por favor, no juguemos. Hay un problema de fondo. Mi discrepancia proviene de un examen realista de la sociedad peruana. Cierto, el país de abajo ha cambiado. Es verdad de Perogrullo que aumenta el consumo y a la vez, malsanamente, una suerte de fiebre de oro que hace que cada peruano quiera ser rico a cómo dé lugar. El nuevo mal peruano es la pérdida generalizada de escrúpulos. Por eso Carlos Meléndez lo llama «el desarrollo achorado». Por mi parte observo esa capa de nuevos ricos, unos honestos, otros de súbito éxito. Los he llamado «lumpenburguesía». La diferencia hay que hacerla caso por caso para que justos no paguen por pecadores. Pero a cada político se le pegan como lapa operadores mafiosos, dejémonos de cuentos.» (El Montonero., 23 de mayo de 2016)

¿Por qué Julio Hevia? El autor de ¡Habla Jugador!, nos trajo algo más que un buen libro, el compendio para reírse de cualquier cosa, evitando la tragedia. (Eso para los griegos, entre nosotros, no hay sino comedia). Se nos fue, pero conocía tanto como 20 psicólogos o 30 antropólogos esa cultura que llamaríamos criolla, en todo caso, distinta a la andina, y que viene desde el otro mundo, a decirnos cómo somos. Difícilmente tomamos las cosas en serio. Luis A. Sánchez calificaba al Perú de «país adolescente». Pero maestro, eso era posible para el siglo XIX y acaso algo del XX. Pero hoy es un anciano, pero frívolo, incluso cuando nos vamos al abismo.

Hevia: «Nuestra cultura, todos los sabemos, no ha sabido otorgarle un lugar al largo plazo, en nuestro mundo ignoramos lo que significa la cultura del proyecto. En el Perú hasta para hacer un brindis hay que apurarse, sacudir el bazan, hacer correr al vasallo, verse con basadre y afanarse en la compulsión vacilante del vacilón. En Lima, por ejemplo, la mayoría sale de su domicilio cinco minutos después de la hora y luego putea hasta el infinito, evocándose en ese acto a las madres de los involucrados en la periferia, homenaje vertido e invertido por todos los hijos de la gran teta, por todos aquellos que siguen dependiendo de su mai. Las horas pico de nuestro tránsito vehicular coinciden y se nivelan milagrosamente con la rabia e indignación de todos los conductores, con el virus de su impotencia y el egometro de su intolerancia.»

«Ya sabemos que nuestra cultura es la del recurso y de su gemelo, el apurado ingenio de la víspera.»

Pues bien, amable lector, ¿cómo cree usted que acabe este vacilón? Ni siquiera estamos en un infierno, sino en un limbo.

Hugo Neira
29 de agosto del 2021

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