Juan Sheput
Pandemia sin control… político
Gobierno simplemente está reaccionando ante la presencia del virus en el Perú
“Cuando algo es urgente, es demasiado tarde” reflexionaba Talleyrand y el tiempo en más de una oportunidad le dio la razón. Actuar reactivamente no es una proeza. Es la consecuencia de un descuido, y es lo elemental que se debe hacer cuando alguien enfrenta un problema que subestimó o no vio.
Durante la primera semana de febrero, como consecuencia de lo que consideraba un triunfo electoral, el presidente Martín Vizcarra dio una serie de entrevistas en las cuales se abordaron diversos temas. El coronavirus ya era una realidad en Asia y en parte de Europa; sin embargo, Vizcarra no le dio ninguna importancia. No estaba en agenda. No lo trató profundamente en las entrevistas. A tal punto que en un tuit que lancé el 2 de febrero señalé que el presidente no tenía ni idea de lo que era el coronavirus. Habrá alguien que diga que no tenía por qué saberlo. Entonces, el presidente está rodeado de personas que no le informan de la magnitud de los problemas. Y esa sí es su responsabilidad.
Durante el mismo mes de febrero el presidente Vizcarra y sus ministros se reunieron con las bancadas del Congreso elegido, y en ninguna de esas reuniones se abordó el tema del coronavirus. Un problema de gran magnitud no estaba en el radar presidencial. En esas reuniones se hablaba de la reforma judicial, la reforma política, la salida de varios de sus ministros (involucrados en actos de corrupción), la falta de incubadoras y agua en hospitales, los decretos de urgencia, la migración, la inseguridad y los feminicidios, pero nada del coronavirus. Ni para el Gobierno ni para los congresistas electos el problema del virus existía.
Quienes tuvimos la oportunidad de viajar al extranjero en esos días señalábamos con preocupación la total ausencia de controles en el aeropuerto, a diferencia de nuestros vecinos de América Latina. Esa es otra responsabilidad del Gobierno, un descuido de carácter sideral, pues el virus entró por el aeropuerto, al venir de Europa en el cuerpo de los que estuvieron por allá. Se pudo haber minimizado el efecto en nuestra población y en la economía, y ganar mucho tiempo, si el Gobierno de Vizcarra hubiera actuado con mayor eficiencia y no con una acción reactiva. Así que no es momento para convertir al presidente en un semidiós ni para aplausos adulones, pues el Gobierno es responsable de esa ausencia de controles y de sus consecuencias en el desarrollo de la enfermedad y sus secuelas en nuestra economía.
También es un problema de control político. Con muy pocas excepciones, una situación similar a los años de Alberto Fujimori, la mayoría de medios de comunicación sigue a pie juntillas la agenda gubernamental, en este caso Lava Jato y el énfasis en el pasado. No hay investigaciones sobre los hechos del actual gobierno. Esa situación se agrava con la ausencia de control político. Si hubiera habido un Congreso en funciones estoy seguro de que ya en enero se habría citado a la ministra de Salud para que rinda cuentas sobre qué se venía haciendo para prevenir el ingreso de la pandemia en el Perú. Y la ministra se habría visto obligada a acelerar, diseñar o poner en marcha respuestas para enfrentar la amenaza del virus, ante la exigencia de los congresistas. Y al haberse planteado esas preguntas en el Congreso se habría puesto el foco en esa noticia y habría ingresado en agenda para el debate público. Pero no fue así. Esa es la importancia del control político, que desde el 30 de setiembre del año pasado no existe en nuestro país.
El Gobierno de Vizcarra simplemente está reaccionando ante la presencia del virus en el Perú. Medidas draconianas que en un principio no estuvieron acompañadas de las necesarias medidas económicas que ayuden a los que menos tienen, y que nos enfrentarán a un futuro que requiere de un adecuado diseño de políticas de salud y reactivación. Hasta ahora se viene haciendo lo elemental. Tenemos como ventaja el clima, un verano que se prolonga y que favorece el estancamiento del virus, pero el invierno está a la vuelta de la esquina. La idea es ganar tiempo para actuar con eficacia, pensando en cómo minimizar los efectos de la pandemia, y no en la búsqueda de aplausos.
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