Dante Bobadilla

Nos siguen contando el mismo cuento

Y el Estado sigue oliendo a corrupción

Nos siguen contando el mismo cuento
Dante Bobadilla
29 de noviembre del 2018

 

Mientras el presidente Vizcarra enarbola la bandera de la lucha contra la corrupción una vez más, como sus cuatro antecesores, el Estado sigue despidiendo el olor pútrido de la corrupción, sin que la nariz presidencial lo detecte. ¿Qué ha hecho Vizcarra para luchar contra la corrupción? Nada. En serio: nada. Las reformas a la Constitución que con tanto alarde mandó hacer a un pusilánime Congreso, son circo para las tribunas. Cambiar de nombre al CNM y convertirlo en un buró de abogados no transforma su esencia. Siempre se prestará para los enjuagues. ¿Qué lo va a impedir?

Prohibir la reelección es una tontería. Es innecesaria porque la reelección está en las manos del pueblo. Prohibirlo es anular un derecho al elector y a la autoridad. No se le puede negar ni limitar el derecho al voto a los ciudadanos ni impedirle postular a nadie. Esa reforma es inconstitucional. Lo único que hará es empeorar la calidad de las autoridades. Y desde luego, no sirve en lo absoluto para luchar contra la corrupción. Como dije: es una tontería.

Impedir que los partidos se financien solos para darles plata del Estado es patético. Es el mundo al revés. Se impiden aportes privados a los partidos dizque “para evitar favores futuros”. ¿Y por qué mejor no cambian las formas de contratación y fiscalización en el Estado? Los choros ya están adentro y haciendo contratos. No es que recién vayan a entrar.

El señor Vizcarra cree que con sus reformas a la Constitución ya hizo bastante para luchar contra la corrupción, pero lo cierto es que no ha hecho nada. Encima se ha colgado con poco decoro del saco del fiscal Pérez para ganarse los aplausos de la persecución política, que es vendida por los medios amigos del Gobierno como “lucha anticorrupción”. En el Perú ya no se habla de otra cosa que no sea la campaña de Keiko del 2011 y sus aportantes. Nada es más importante que eso, salvo que Uruguay le niegue el asilo a Alan García.

Pero el olor a corrupción en el Estado sigue saliendo. Ahora viene desde el Ministerio de Cultura, cuando aún no se ventila lo de Promperú, que ya produjo náuseas en el Congreso. Este Gobierno se inició con el bochornoso caso del asesor presidencial Carlos Moreno y sus negociados en el sector salud, pero nada ha cambiado en los contratos por tercerización de servicios. Hay infiltrados en Essalud que aparecen como derechohabientes sin que los titulares estén enterados. Y siguen apareciendo filtraciones en los programas sociales.

El presidente debe entender que la corrupción es parte inherente del Estado porque allí se manejan fondos públicos (o sea, plata ajena), se entregan beneficios sociales y se tiene poder sobre la gente, a la que se le puede hacer la vida imposible, como lo está demostrando el fiscal Pérez. Hay mil maneras de ejercer la corrupción en el Estado: contratos de asesorías, de estudios, de proyectos y de otras muchas modalidades de contratación de servicios que nadie necesita y a precios sobrevaluados; otorgamiento de licencias irregulares a cambio de coimas, expedición de certificados, anulación de multas y aceleración de expedientes, para no mencionar los empleados fantasmas. Es decir, todo el Estado es un antro de corrupción.

¿Qué ha hecho el presidente Vizcarra para detectar y combatir la corrupción en el Estado? Nada. Peor aún, está aumentando el tamaño del Estado y su presupuesto. Es decir, le está dando más plata a la corrupción. El presupuesto se ha duplicado en estos últimos diez años junto con la corrupción en el Estado, pero el malestar de los peruanos solo ha empeorado. A más Estado, más corrupción. A más presupuesto público, más corrupción.

¿Hasta cuándo nos van a arrullar con el cuento de la lucha contra la corrupción? Ya tenemos 18 años de luchadores anticorrupción, de discursos contra la corrupción y de poses de indignados contra la corrupción. Todo lo que hemos logrado es que nos sigan robando y que nos roben más que nunca antes en la historia. Y lo peor es que les seguimos creyendo.

 

Dante Bobadilla
29 de noviembre del 2018

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