Guillermo Molinari
Ni la mentira ni la estupidez tienen lugar en la Educación
No se puede ocultar que la infraestructura educativa en Perú está en crisis

Isaías 44:18 “¡Cuánta estupidez y cuánta ignorancia!
Tienen los ojos cerrados y no pueden ver; tienen la mente
cerrada y no pueden pensar.
En la vida nos encontramos con personas que con frecuencia utilizan argumentos estúpidos para no dejarse arrinconar en ningún sector. Ellos utilizan expresiones como las siguientes:
- La violencia sexual contra menores de edad en comunidades amazónicas es una “práctica cultural”. Además, sugieren que tales actos se llevaban a cabo para “ejercer una forma de construcción familiar con las jovencitas”.
- “Los derechos humanos son para las personas, no para las ratas”. Cuando se habla de fallecidos en protestas ciudadanas.
- Cuando se acusa a un juez de aplicar “tortura psicológica” al leer la resolución durante tres días. “La lectura que hizo el señor juez ... es una especie de tortura psicológica hacia la persona que tiene que oír esa decisión”.
- Cuando se habría visitado la casa de un premier para mostrarle un video íntimo en el que él aparecía. Durante esta visita, le mostró el video y le aconsejó renunciar, afirmando el premier que “casi lo saca a empujones”. El aludido describió esta situación como parte de un “grupo mafioso que quería controlar algunos sectores del Estado” y se negó a ceder a las presiones.
- O ante la muerte de una docente rural cuando se desplazaba hacia su lugar de trabajo. Sin embargo, el titular del sector señala “Quiero primero lamentar el sensible fallecimiento de una docente rural en el norte de nuestro país, quien, para ir a cumplir con su misión como un soldado más de la patria, tuvo que desplazarse a pie corriendo riesgos. No era tan necesario, pero lo hizo”, pero no enfatizó la importancia de mejorar las condiciones y los accesos a las escuelas en zonas alejadas, en las largas distancias que deben recorrer los docentes a pie o en peque peques arriesgando sus vidas en las zonas rurales del país, allí donde falta infraestructura y transporte.
László Krasznahorkai premio Formentor, decía «La estupidez humana es eterna, y la mentira contagiosa», él no creía que el 'homo sapiens' haya mutado en 'homo stupidus', pero sí que «las masas se vuelven estúpidas, brutas e ignorantes por su impotencia y su incapacidad de actuar”. La estupidez humana se puede manifestar en acciones, actitudes, expresiones o pensamientos que carecen de inteligencia o lógica, esta conspira contra el bienestar y la felicidad de los demás.
Pero lo más grave es pretender afirmar que vivimos en el país de las maravillas en el Perú afirmando que tenemos un sistema educativo comparable al de países como Finlandia y Singapur, que en nuestras aulas trabajan tres docentes y que en ellas hay un espacio para reforzar conocimientos en comunicación, matemática y ciencias, con tecnología de punta.
La infraestructura educativa en Perú está en crisis, con miles de colegios en mal estado, algunos derruidos por las lluvias, poco equipadas aulas multigrados y millones de niños estudiando en condiciones inadecuadas. Esta situación afecta la calidad de la educación y la seguridad de los estudiantes, con falta de servicios básicos de luz, agua desagües e internet, con enormes brechas en aprendizajes entre las zonas rurales y urbanas problemas de gestión donde más del 50% de directores salen desaprobados en exámenes cuestionados, colegios cerrados y volviendo a la educación virtual como consecuencia de las extorsiones y el terrorismo urbano.
En contraste, la ciencia del cerebro nos revela que cada ocasión en la que optamos por decir una leve mentira, nuestra mente se vuelve menos receptiva a las emociones desfavorables que surgen por no ser honestos. Este patrón de comportamiento, según un estudio realizado en el University College de Londres, favorece la tendencia a mentir cada vez más en el futuro. Al engañar, nuestra amígdala genera una sensación negativa que se reduce a medida que persistimos en la falsedad, lo que nos transforma de mentirosos ocasionales en mentirosos patológicos.
Habiendo ejercido una alta responsabilidad en mi trayectoria profesional como viceministro una persona insinuó que no debía opinar y menos criticar a quienes habían ocupado cargos directivos en el sector, mi respuesta fue “No comparto ese principio de otorongo no come otorongo”. No puedo convertirme en cómplice de quienes se aprovechan de la educación para alcanzar sus metas personales y sus objetivos políticos.
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