Édgar Villanueva

Ni Coexistencia ni Cohabitación (parte 2)

El futbol y sus incidencias políticas.

Ni Coexistencia ni Cohabitación (parte 2)
Édgar Villanueva
17 de noviembre del 2017

La algarabía, la felicidad y la emoción son hoy el signo de orgullo y satisfación en la mayoría de los peruanos, nuestra selección ha logrado la clasificación al campeonato mundial de futbol Rusia 2018, un modesto equipo de jóvenes ha devuelto la esperanza-deportiva-al Perú y la suerte ha sido, para que negarlo, un factor fundamental para este milagro que exulta nuestros corazones ¡gracias muchachos¡. Como dijo Ricardo Gareca: si perdía el Perú su mayor dolor habría sido la frustración de toda una nación, de millones de familias-desde los niños hasta los ancianos- que confiaban en el equipo y que creían en las posibilidades de llegar a la Copa del Mundo. Da la impresión que ante los avatares que vive la patria por culpa de sus políticos que no encuentran el camino para andar juntos, al menos en algunos puntos para encaminar la nación, era una necesidad fundamental el futbol como instrumento que genere una catarsis que nos una, purificando nuestras almas de tanto odio, de tanto enfrentamiento en las alturas del poder; catarsis que nos ayude a expulsar los elemento tóxicos que, por décadas, vienen embarrando  al país con la corrupción. Este triunfo, sin duda, es una válvula de escape y que teniendo un lado muy positivo para nuestra autoestima nacional, tiene otro lado muy peligros que tiene que ver con bajar, más de las que ya están, nuestras defensas y alertas tan necesarias en la lucha contra la corrupción.

En efecto, si los delincuentes encabezados por  empresas brasileñas , españolas y peruanas ( “club” empresarial) que han saqueado el país mediante el sistema más corrupto de la historia mundial, logran la impunidad que tanto buscan con apoyo de otros corruptos, esta fiesta deportiva, este maravilloso triunfo peruano puede convertirse en una cortina de humo gigante en favor de los saqueadores del erario y de sus compinches que operan eficazmente para lograr sacarlos limpios de polvo y paja, y, encima, con los bolsillos llenos. Ese es el riesgo que viene aparejado a este hermoso triunfo: Rusia 2018.

Los políticos tratarán, cada uno por su lado, de sacar alguna tajada de este éxito deportivo, pero como van las cosas y por sus propias mezquindades, no mirarán el horizonte, menos trabajarán en acuerdos de reformas sustanciales que ya parecen inviables. La polarización y el enfrentamiento continuarán si no le ponen racional freno, para cosecha de cualquier aventurero (2021), que  asoma la garra en los andes. Porque al revés del futbol cuyo lenguaje  solidario, unísono, fresco, juvenil, fraterno y mestizo, es: “nosotros podemos”, “porque yo creo en ti”, “te amo Perú”, “vamos Perú carajo”. El idioma de los que manejan los hilos del poder es: odio, zancadilla, descalificación y confrontación pertinaz. No existe  voluntad política de conciliar en lo conciliable para consolidar la democracia, con miras al  bicentenario de la patria. Al contrario, sus herramientas son el verduguillo, la chaveta, y los cañonazos en  afán de tumbarse entre ellos, poniendo en peligro la endeble institucionalidad, en lugar de reformarla profundamente. Se han caído los puentes ( o “se han desplomado”) de una tregua exigua, flor de un día, con que parecía comenzar la “era Aráoz”; los intereses pasados, presentes y futuros de cada quien, valen más que todo el país. Los negocios parecen estar a la vanguardia, cuando no el encubrimiento de corruptos, a pesar que todos gritan “al ladrón”, para distraernos.

El presidente como lider debía, hace rato, convocar a un Consejo de Estado (o lo que se llame) para establecer una línea de base común en la lucha contra la corrupción , línea transparente que suponga compromisos del Ejecutivo, del Parlamento y del Sistema de Justicia, escrito en negro sobre blanco, que diga claramente a los peruanos como se van a unir todos, juntos, con metas claras, para hacer pagar sus culpas a los ladrones empresarios internacionales y nacionales que han saqueado al pueblo; en qué plazos y con qué herramientas (cada uno en su correspondiente esfera). Ya no bastan las declaraciones, los mensajes sueltos, la gente ya no cree en los discursos de los políticos, ni en los que administran justicia (suficiente ver las encuestas). Existe la  percepción que el Presidente y su Gobierno, también  el Congreso, no quieren luchar contra la corrupción y que el clandestinismo del Ministerio Público y del Poder Judicial solo sirve para encubrir esta lacra. Este panorama es muy peligroso para la democracia, y obliga, en lugar de pelearse, a buscar un plan  conversado entre las fuerzas democráticas, contra la corrupción. De lo contrario, todos van camino al abismo, arrastrando al país a un callejón oscuro y sin salida.

El triunfo de nuestra selección no puede ni debe ser usado por los corruptos como cortina de humo para la impunidad.

Édgar Villanueva
17 de noviembre del 2017

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