Carlos Hakansson
“Muéranse de envidia”
Los siempre polémicos y violentos discursos de Aníbal Torrres

En la novela La Rebelión en la Granja, de George Orwell, los animales del Señor Jones toman el control para encabezar el inicio de un nuevo orden político, jurídico y social. Los cerdos, que desde el inicio de la revolución se autoproclaman como la nueva clase dirigente, terminaron con el tiempo corrompidos por el poder e instaurando un sistema totalitario. La ilusión inicial del resto de animales se desvanece tras observar cómo los cerdos engordan a la vez que los alimentos escasean en la granja. Ante el reclamo de las mayorías defraudadas, y que demandan los beneficios de la igualdad prometida, los cerdos no tardan en responder: todos somos iguales, pero unos más iguales que otros.
El contenido de la novela fue en su momento una cruda sátira al comunismo reinante en la Rusia de Stalin. Los especialistas orwellianos reconocen el perfil del líder ruso entre uno de los cerdos. Se trata de un pasaje de novela que ha trascendido en el tiempo y que se repite cada vez que nuevos aventureros de revoluciones irresponsables alcanzan el poder. La semana pasada, el presidente del Consejo de Ministros tras ser interpelado por la contratación millonaria de una empresa de su hermano, inhabilitada para la prestación de servicios estatales, contestó a la prensa lo siguiente: "Muéranse de envidia los que están contra eso". Más allá de aludir a una versión actualizada de La Rebelión en la Granja", es una respuesta impropia y desafiante, proveniente del principal portavoz autorizado del jefe de Estado (artículo 123 CP).
Si bien el premier dijo en su defensa que la empresa de su hermano no se encuentra impedida de operar (de acuerdo con un arbitraje), el principal portavoz de quién representa y personifica a la nación no debe fomentar la crispación política con los medios de prensa. Los medios de comunicación tienen derecho de preguntar y el deber de informar con la verdad a la opinión pública. Es de buen espíritu democrático que los políticos contesten con claridad y guardando la debida calma, incluso ante preguntas tan incómodas como necesarias.
Lo ocurrido durante la entrevista al premier no puede quedarse en un incidente aislado de consecuencias políticas. Si bien la responsabilidad por cualquier exabrupto o error ministerial no alcanza al presidente de la República, como jefe de Estado le corresponde cumplir y hacer cumplir la Constitución, los tratados, leyes y demás disposiciones legales a todos empezando por su primer ministro (inciso 1, artículo 118 CP). Por eso, debería pedir su renuncia por un apreciable agotamiento para el ejercicio del cargo.
COMENTARIOS