Manuel Bernales Alvarado

Maradona, ideal y mito social

Puente entre el siglo XX y el presente

Maradona, ideal y mito social
Manuel Bernales Alvarado
25 de noviembre del 2020


Desde pibes del barrio de La Boca hasta el presidente de Francia, pasando por la Casa Rosada (sede del Ejecutivo de la República Argentina) y, más temprano que tarde, también por el Vaticano. Hay duelo y también manifestaciones populares jubilosas, como se puede ver en los canales de televisión bonaerenses y de varios continentes, por Diego Armando Maradona, con su número 10 en los altares populares que miles de sus devotos están erigiendo.

Los argentinos y peruanos también tienen un Santo de la Espada, que murió allende los mares sin nunca poder pisar la tierra que libertó. Maradona murió donde quiso estar. Dejo a periodistas blanquiazules indagar, analizar y juzgar las penosas circunstancias de su fallecimiento, ya subido a los altares del espíritu popular.

Algunos recuerdan que fue irreverente con poderes establecidos, hasta con el Papa; aunque no dicen que fue entusiasta con los líderes y poderes que encarnaban sus ideales, en versiones “políticamente correctas”. Líderes que, guste o no, son escuchados y seguidos por importantes sectores políticos y sociales; como los Castro y, en su momento, Chávez.

Más allá del deporte solamente como espectáculo, Diego Armando Maradona encarna un ideal social, un mito, como idea y creencia de que, pese a una parte de sí mismo, es reconocido y amado porque hizo felices a muchos de sus connacionales; como rezan pancartas y grabados en paredes de la república andina, atlántica y rioplatense. Hay una devoción religiosa en el entusiasmo, luto –y no memento mori, sino viviente–, que suscita este ciudadano que, no obstante no alcanzar en número de goles a varios cracks argentinos y de otras nacionalidades, es un ídolo y un mito indiscutible.

Hace años Edgar Morin escribió sobre “la estrella”, el estrellato, su comprensión del sentido del liderazgo y la encarnación de ideas y creencias sociales condicionadas, no fruto del laboratorio, que llevan a pensar en Maradona como un auténtico líder expresivo. Como un mito viviente con sus claroscuros y chispazos de genialidad dentro de la cancha; inspiración de los equipos que lo tenían con orgullo, y períodos de tristeza por los males que le aquejaron, unos visibles y otros probablemente no. Nadie sabe lo de nadie, decían las abuelas. 

Ese mito social, hago memoria aquí del viejo Hinkelammert que tan creativamente trabajó esa noción, y su institucionalización en el campo político y del Estado nace en siglo XX en un tiempo de luchas, logros, retrocesos y frustraciones populares. Luego reaparece, no tanto ligado a un ideario político y su programática de gobierno, sino a movimientos sociales populares y de integración, o pasajera fusión en tiempos de coyunturas y crónicas, que luego pueden ser o serán historia. En una sociedad que sistemáticamente ha ocultado la esclavitud y la desindianización del interior que estuvo en su origen y desarrollo, había de ser un hijo del pueblo, no un patricio ni un destacado descendiente de europeos migrantes. Como él dijo: “Yo nací en un barrio privado de Buenos Aires: privado de agua, privado de luz, privado de teléfono” (D10S), le citan. 

Maradona generó –pese a sus notables excesos– la admiración, el entusiasmo y el festejo; también taquilla y una economía mezcla de formalidad e informalidad evidentes. El mito social también tuvo y tiene un efecto de fusión, de arrastre intergeneracional e interclasista, tanto de varones como de mujeres, e interpartidario. Sin dejar su anclaje en un actor social, el peronismo, que hace que la República Argentina, con días y tiempos fastos y nefastos, tenga un partido político que muchas democracias actuales no tienen, sea valorado o no como populista. Otros regímenes son mero reino de diversos grupos de interés, y sin líderes deportivos ni políticos de polendas.

Hubo ídolos y mitos deportivos en el siglo XX como Muhammad Alí, pero no lo fue para los supremacistas blancos ni racistas. Curiosamente en la útil Wikipedia (hasta ahí, no más) solo tenemos entre los mundialmente rankeados a Paolo Guerrero y Valeriano López, que muchos jóvenes no conocen. Poco saben de nuestra historia, su historia nacional, por la debacle educacional y la carencia de buenos ejemplos, que es el mejor método de enseñanza. 

Vuelve ahora Maradona a la Casa Rosada en olor de santidad y multitudes. La autoridad nacional le rinde justo homenaje. Quienes sean desafectos a ella solo podrán callar. Vive un mito social de raíz y destino popular, puente entre el siglo pasado y el presente. Así, ¿por qué no parafrasear que toda jugada genial viene del pueblo y va hacia él? Para mí que sirva de aguijón para que se rescate lo mejor del hombre mito, para que el pueblo se eduque y desarrolle como personas, no para la consolación o distracción alienante. Que sus mitos no reemplacen a sus ideales, sino que ambos inspiren y den fuerza movilizadora racional; no de muchedumbres ni instantes paroxísticos, sino de ser, tener y valer más.

Manuel Bernales Alvarado
25 de noviembre del 2020

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