Manuel Erausquin

Lima, deja que te cuente…

Lima, deja que te cuente…
Manuel Erausquin
23 de julio del 2014

Sobre la creciente inseguridad en que viven los limeños

Caminar por Lima se ha convertido en una aventura de alto riesgo y la posibilidad de acabar con una bala en la cabeza no es una locura, es un destino viable que goza de impunidad por la inoperancia del Estado y las autoridades municipales. Salir a comer, a disfrutar de una tarde de cine o ir a comprar lo que sea, cualquier antojo, puede derivar en una experiencia de terror. Y los hechos no mienten: tipos acribillados a plena luz del día, secuestros en taxis, atracos en cualquier esquina y en cualquier distrito. No hay lugar seguro en la ciudad, ningún distrito dispone de una seguridad absoluta. Y eso no es un tema de percepción, sino de hechos registrados que exhiben el lado oscuro de una Lima que hace mucho perdió su inocencia.

Una de las modalidades más eficaces de los hampones para perpetrar sus fechorías y quebrar la tranquilidad urbana es camuflarse en autos de lujo. La víctima puede estar paseando a su perro con disponibilidad budista por el parque de su casa. Puede ser una tarde cualquiera y siente que está segura porque a pocas cuadras existe una base del serenazgo distrital. Cree que está amparada y ni se sobresalta cuando advierte rondar un BMW. Piensa que es un mortal acaudalado en búsqueda de una dirección. Pero no es así, porque salen cuatro malhechores con pistolas en mano que la persiguen a ella y al perro. La atrapan, la acogotan y le quitan su billetera y celular. Y si el perro jode lo queman. Todo en menos de un minuto.

Y las cosas no quedan ahí, tomar un taxi es todo un operativo y uno trata de volverse especialista en lectura de rostro y en atisbar si existe cierto tipo de actitud sospechosa. Uno busca, en segundos, una señal que evidencie que ese viaje puede ser rumbo al infierno. Si es así, se le deja pasar y la paranoia se convierte en la mejor consejera. No queda otra.

Esta no es la descripción de una ciudad segura y amable. Lima no lo es y más bien se viste de gánster en el momento que desea: un ajuste de cuentas es la mejor forma de reafirmar esa condición. Sujetos baleados en una avenida principal por un motociclista o un comensal liquidado en un restaurante de comida rápida. Una cotidianeidad que empieza a ser familiar y da alarmas de gravedad social desde hace rato.

Tampoco es ridículo que bandas organizadas cobren cupos, que ‘marcas’ hagan seguimientos en todas la ciudad y que la policía tenga en sus filas a varios agentes vinculados al hampa. No habrá ministro del interior que tenga pasos seguros en una lucha contra la delincuencia si no mira dentro de su organización y la ordena. No descubrimos la pólvora con esto, pero insistimos porque hasta hoy no hay una respuesta que dé indicios de un cambio sustancial. Solo se ven gestos para la tribuna, para las cámaras de televisión. Nada más.

Pero en esta lucha sin cuartel, los candidatos a la alcaldía también tienen un rol. Dentro de sus propuestas el tema de la seguridad ciudadana es clave e ineludible. El asunto es saber quién realmente posee un plan razonable y eficaz para llevar a cabo. No será fácil advertir eso en esta campaña electoral, quizás porque varios estarán más atentos a la pirotecnia política, al cálculo oportunista. Pocos serán genuinos. Ninguno será un angelito. Sin embargo, no hay que olvidar que Lima está empezando a arder.

Por Manuel Eráusquin

Manuel Erausquin
23 de julio del 2014

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