César Félix Sánchez

Las resacas de la vacancia

La democracia, desde sus orígenes, se practica con el enemigo

Las resacas de la vacancia
César Félix Sánchez
21 de septiembre del 2020


Llegó y pasó el tan temido viernes 18 de septiembre, con su maratónica jornada de debate y discusión sobre la posible vacancia del Presidente. A diferencia de lo que algunas voces horrorizadas sostuvieron, no creo que ese día le haya hecho daño alguno al país. Al contrario, creo que fue una ocasión en la que, al usual nivel de tedio y repetición de eslóganes vacíos en los que consiste la política “responsable” para algunos, se le sumó una discusión sobre asuntos constitucionales y morales que, al fin y al cabo, apuntaba a materias de fondo. Y eso no puede dejar de ser bueno e incluso formativo para los peruanos. Pero por sobre todo, fue una ocasión en la que el titular del Poder Ejecutivo, aunque sea de manera a la larga más simbólica que otra cosa, dio la cara ante la representación nacional. 

Y esto último no debe llevar a nadie al pánico, pues es la manera como los países con institucionalidades más sólidas consolidaron su ejercicio político: con la disputa agónica, con el hardball parlamentario, que puede llegar a ser muy duro puesto que, a la larga, no es más que una guerra política pacífica. Una manera de llevar los enfrentamientos inevitables en la política posterior a la revolución francesa a un ambiente no perfecto, pero sí mucho más sano que el de una guerra civil. Porque la democracia, desde sus orígenes, se practica con el enemigo. Claro está que tal ejercicio es incomprensible para aquellos acostumbrados a lidiar solo con asambleas de subordinados y para los cortesanos profesionales, que creen que el modelo de un “Congreso de nivel” es el espejito de la bruja de Blancanieves. 

Lamentablemente el supuesto compromiso con el orden republicano constitucional de muchas figuras periodísticas, académicas e incluso de ciertos constitucionalistas se reduce a la repetición de lemas en los que la democracia es una suerte de adjetivo multiuso o palabra talismán. Para ellos, el uso de un instrumento político expresamente presente en la constitución por parte del parlamento era una “afrenta a la democracia”, mientras que una disolución del Congreso por una delirante “denegación fáctica de confianza” o un estado de emergencia indefinido y sin visos de terminar son, por el contrario, grandes méritos republicanos. Porque para estas personas la democracia solo se practica con los amigos, y la tolerancia solo llega a los que piensan como ellos. Democracia de gamonalillos que se desmoronan al ver cualquier atisbo de oposición o enfrentamiento real y en igualdad de condiciones. Demás está decir que estos “demócratas” tienen una vocación totalitaria y que, precisamente por negar la necesaria existencia de adversarios políticos y de opositores en el juego político, acabarán por sepultar cualquier posibilidad de consenso. Y ni siquiera serán capaces de comprender al otro ni mucho menos de tolerarlo. 

Así, por ejemplo, si al FREPAP se le ocurre votar en conciencia de acuerdo a sus principios más profundos, será inevitablemente crucificado como “traidor” o “irresponsable”. Y si el FREPAP traicionase su identidad y principios para votar de determinada forma, ahí sí sería elogiado como “responsable” y “democrático”. 

Por otro lado, si a algún político se le ocurre enfrentar con instrumentos constitucionales a una figura que en conciencia cree que es indigna de ocupar su cargo, sin pensar en intereses particulares, como el futuro electoral inmediato de su partido, o en su propia imagen, que será demolida mediáticamente y por el propio Poder Ejecutivo, será, obviamente, un ambicioso y un conspirador. Pero si otros políticos votan de determinada forma, no pensando en bienes mayores o en siquiera ser fieles a su trayectoria histórica, sino en pequeñísimos intereses de sus jefes, ahí sí hay “madurez democrática”. 

Aunque en este último caso, como sabemos, “Roma no paga traidores” y a la larga seguirán siendo repudiados por los sectores bienpensantes que siempre los odiarán, hagan lo que hagan. Y probablemente acaben perdiendo también sus bases. Y a la larga, como Neville Chamberlain, igual les harán la guerra.

César Félix Sánchez
21 de septiembre del 2020

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