Gonzalo Castro De la Mata Valdivia
La verdadera historia de Camisea
Un balance muy positivo del proyecto
El proyecto de Camisea empieza a dejar importantes lecciones para el país. El año pasado, un panel independiente establecido por el Ex-Im Bank de los Estados Unidos como condición de financiamiento, publicó su primer reporte consolidado luego de cinco años de trabajo. Y a pesar de haber pasado algo desapercibido, sus conclusiones fueron contundentes.
La más obvia es a nivel macroeconómico. El panel concluyó que el proyecto Camisea ha representado un enorme aporte a la economía y a la competitividad del Perú. Hasta el 2012 (el último año analizado), estos beneficios ya superaban los US$ 50,000 millone por ahorro en energía, transporte y en balanza de pagos, con las consecuentes ganancias en competitividad para la economía en su conjunto; además de haberse creado un mínimo de 57,000 puestos de trabajo. De acuerdo al reporte, hasta el 28% del PBI podría verse afectado durante un periodo de dos semanas si ocurriera una paralización brusca en la producción del gas, claro reflejo de su enorme importancia para el país.
Con respecto al medio ambiente, los resultados también han sido muy positivos, y el manejo ambiental ha sido impecable. Se ha logrado generar riqueza en una zona de gran fragilidad ecológica (la selva amazónica), gracias a lo que el ex secretario del Interior de Estados Unidos Bruce Babbitt denomina el modelo “offshore inland”, que no utiliza carreteras y, por lo tanto, no causa deforestación. El gas se extrae desde plataformas operadas por helicópteros, con una huella ecológica imperceptible; y a diferencia de otros modelos de ocupación de la Amazonia, esta explotación ha permitido la conservación de los bosques. En la costa, la planta de licuefacción de Melchorita ha creado y protegido nuevos hábitats costero-marinos, y se han introducido estándares de monitoreo ambiental de primer nivel.
Las debilidades han sido institucionales, sobre todo en los niveles descentralizados. Gracias al proyecto y hasta el año 2013 (el último analizado), se habían transferido más de S/ 800 millones al distrito de Echarate, principalmente por el canon. Estas transferencias representan un incremento de más de cien veces lo que el distrito recibía antes del proyecto. Lamentablemente, el gasto ha sido muy ineficaz y son justamente los pueblos indígenas, aquellos que siempre vivieron encima de los yacimientos de gas, los que menos se han beneficiado. La brecha existente entre el Perú moderno y los débiles niveles de los gobiernos en las zonas rurales es cada vez más manifiesta.
Puesto todo sobre la balanza, el resultado es visiblemente positivo. Camisea debe ser un motivo de orgullo para los peruanos porque demuestra que somos capaces de desarrollar proyectos con tecnología de punta, incorporando los estándares internacionales más altos. El proyecto demuestra además la compatibilidad entre la conservación del medio ambiente y la explotación de hidrocarburos, una lección que podría trasladarse también al ámbito marino, en el contexto de la discusión de la nueva Zona Reservada del Pacífico Subtropical en el norte del país.
Al mismo tiempo, Camisea demuestra, una vez más, el formidable camino que queda aún por recorrer para fortalecer nuestras instituciones, sobre todo en los rincones más apartados del país. La sostenibilidad del desarrollo depende de que sus beneficios se trasladen a todos los peruanos, por más lejanos de Lima que estén. No es sorprendente que estos sigan siendo temas centrales que requieren soluciones urgentes y concretas.
Gonzalo Castro de la Mata Valdivia
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