Pedro Corzo

La tragedia social del castrismo

La dictadura mezcló la salud, la educación y los deportes con la política

La tragedia social del castrismo
Pedro Corzo
17 de febrero del 2025


Los únicos logros que van a sobrevivir al totalitarismo dinástico de los hermanos Castro y el hijo putativo de ambos, Miguel Diaz-Canel, son la propaganda y su eficiencia represiva, incluida la destrucción material y humana causada por el sistema. El fracaso ha sido tan rotundo que sus prototipos de milagros sociales –salud, educación y deporte– han sido retirados del escaparate que con delirio mostraban a los que desesperaban ahogarse en el mar de la felicidad del castrismo.

La salud es un desastre. Los hospitales no cuentan con los medios para satisfacer las necesidades de los ingresados. No hay ropa de cama, alimentos ni medicinas. El fluido eléctrico falta con frecuencia y la higiene es prácticamente inexistente. Las enfermedades infecciosas azotan la isla varias veces al año. Los burócratas tergiversan las estadísticas sistemáticamente. La falta de medicinas y de equipos médicos modernos o al menos en buen funcionamiento, es más que frecuente. Hay una clara diferencia en la atención médica que recibe la clase dirigente, los extranjeros y la población. Por último, se da la paradoja que la potencia médica, como gustan llamarse, no cuenta con profesionales suficiente para atender al pueblo porque los alquila a otros países en procura de ingresos multimillonarios que le permitan solventar parcialmente la perenne crisis económica del sistema.

La educación, punto de partida para el adoctrinamiento de las nuevas generaciones, enfrentan un serio problema por el continuo éxodo de maestros a otras labores que les rindan más beneficios, afectando la calidad de estos servicios. No obstante, el mayor fracaso en la Educación fue la denominada Escuela al Campo. Un intento de sustituir a la familia con comunas ideológicas en las que los padres perderían toda capacidad de influenciar sobre sus vástagos.

Niños y adolescentes fueron desarraigados. Lejos de sus patrones de conducta habituales se conducían arbitrariamente. El régimen intentó imponer disciplina militar en muchos de estos centros fracasando la mayoría de las veces. La imposición del estudio y trabajo para formar el propuesto hombre nuevo, una especie de siervo ilustrado adiestrado para servir el proyecto, solo cosechó desilusiones. 

Las Escuelas al Campo, uno de los planes preferidos de Fidel Castro, fueron, según estudiantes de la época, campo de concentración en los cuales se practicaban métodos de severidad extrema junto a la dejadez disciplinaria más absoluta, favoreciendo espacios para la violencia entre los internos, perversidades de diferentes tipos, incluido el abuso sexual.

La tercera pantalla del régimen fue el deporte. Por años Cuba fue una de las potencias mundiales en esa actividad, particularidad que favorecía al castrismo porque los deportistas laureados en números importantes daban todo el crédito al gobierno por sus victorias y otros, más serviles que el promedio, dedicaban sus laureles al dictador en jefe.

Sin embargo, el protagonismo de Cuba en el deporte se extinguió, fundamentalmente por su incapacidad para sufragar los grandes gastos que demandan los atletas de alto rendimiento, además, el totalitarismo, aunque conserva el poder, padece de un agotamiento generalizado y masivo que lo conducirá en algún momento a una muerte por consunción, similar a la sufrida por la desaparecida Unión Soviética.

La dictadura hábilmente mezcló la salud, educación y los deportes con la política, logrando un cóctel propagandístico de gran fuerza. Los éxitos en cada uno de estos sectores ofrecían una imagen de progreso, libertad y justicia que distaba mucho del verdadero contexto nacional del cual la mayoría de los observadores internacionales no querían percatarse por ser partidarios del régimen, o por recibir beneficios de un gobierno que les concede bienes y privilegios a los que no accedía el pueblo cubano.

Los avances en cada uno de estos sectores facilitaron al sistema diferentes progresos y beneficios internacionales. En el plano interno, favorecieron la confusión y victimización de la sociedad en aras de efímeras glorias. Los muy divulgados "logros" sociales fueron consecuencias de los formidables subsidios soviéticos y no por la capacidad productiva de un gobierno ineficiente que ha conducido al país a la miseria y endeudamiento absoluto.

El totalitarismo convirtió a Cuba en un estado mendigo desde 1959, al extremo, que recibe donaciones alimenticias de productos como el azúcar, el género más importante de nuestra economía antes de producirse el desastre que ha puesto en riesgo la sobrevivencia de la nación.

Pedro Corzo
17 de febrero del 2025

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