Hugo Neira

La tercera vuelta. Democracia, sociedad peticionaria y ñeque

La tercera vuelta. Democracia, sociedad peticionaria y ñeque
Hugo Neira
23 de mayo del 2016

Una breve respuesta a Mario Vargas Llosa

Lo que voy a decir es políticamente incorrecto. Así se llama en Lima cuando se dicen las cosas como son y no como nos gustaría que fueran. Tengo una discrepancia de fondo. La lid electoral pronto va a acabar, pero seguirá la protesta social. Gane quien gane. La paradoja de la vida peruana, que explico en un libro que tarda en salir, consiste en que economía y sociedad marchan por caminos distintos, riesgosamente. Hay una demanda popular cada vez más irritada. Estuvo tras el voto por Humala y ahora tras el voto por Keiko. No es de izquierda. Pero es protesta. Mientras los índices de progreso macroeconómico son estables e incluso prósperos, se acrecienta la inestabilidad política. Es paradójico, pero es así. Para Perú, la estadística es clara. Disminuye ostensiblemente la pobreza, crece el ingreso per cápita, en 1980 unos US$ 890 a US$ 4200 en el 2009. ¿Y qué ocurre? Bloqueos de mineras, frentes regionales. Bagua. Conga. Tía María. Crece la riqueza, crece el desorden. Cómo se nota que no hay Estado.

En los altos mandos de empresas internacionales no quieren ver que la prosperidad económica del Perú se acompaña de un feroz descontento. El  establishment, en especial el que controla un poderoso sistema mediático, quiere ignorar ese aspecto de la realidad. Sin embargo hay bibliografía, por ejemplo Desco. Cada año lleva la cuenta de los conflictos. Van en aumento. Muchas cosas se han dicho sobre ese crecimiento que a la vez es malestar. «Los resultados obtenidos en el campo económico son insuficientes» (C. Parodi, economista de la Pacífico).

En las altas esferas del poder económico deberían preguntarse un par de cosas. Si el pueblo, para decirlo así, estuviera contento con el “modelo”, entonces, ¿por qué los expresidentes, protagonistas del auge aunque, no nos guste reconocerlo, casi no han tenido votantes? Me refiero a Toledo y García. Por favor, no juguemos. Hay un problema de fondo. Mi discrepancia proviene de un examen realista de la sociedad peruana. Cierto, el país de abajo ha cambiado. Es verdad de Perogrullo que aumenta el consumo y a la vez, malsanamente, una suerte de fiebre de oro que hace que cada peruano quiera ser rico a cómo dé lugar. El nuevo mal peruano es la pérdida generalizada de escrúpulos. Por eso Carlos Meléndez lo llama «el desarrollo achorado». Por mi parte observo esa capa de nuevos ricos, unos honestos, otros de súbito éxito. Los he llamado «lumpenburguesía». La diferencia hay que hacerla caso por caso para que justos no paguen por pecadores. Pero a cada político se le pegan como lapa operadores mafiosos, dejémonos de cuentos.

Sobre los fujimorismos. Los de antes y los de hoy. Cuando estuve a ratos en Perú en los 90, el que menos era fujimorista. Y en las elecciones de 1995 ese 64,62%, ¿qué fue, bolivianos? Entre los profujimoristas de entonces hubo periodistas, hoy han cambiado, ¿y por qué? A los nuevos medios no les interesa las reformas posibles de la hija, son para los de abajo. En fin, Keiko no es Alberto, mi querido Mario. Como Juan Carlos el rey no era Franco. La historia se hace así, con novedades. Keiko es otro tiempo. Otras circunstancias. ¿Y sabes cuál es el mal mayor? Otros cinco años con el piloto automático que nos llevarán directo al colapso. No creo que eso quieras. Y como aquí no caben reyes, acaso una presidente mujer no lo haría mal. Lo más próximo a una Merkel, aunque te escandalice esta analogía. Tienen en común una sola cosa, el realismo. Y el ñeque, Mario. Tanto como un varón. A mí me es suficiente.

Llamo tercera vuelta después del 5 de junio hasta el 2021. Y lo he venido diciendo en esta columna y en entrevistas. Ambos presidenciales pueden ponerse de acuerdo para reformas de “segunda generación”. Pero la manera cómo un sector potente de los medios se está dedicando a la demolición mediática de Keiko emponzoña el clima político. Por otra parte, la intransigencia de los ayatolás del mercado —«del modelo no se toca ni un pelo»— sería la victoria de la inmovilidad. Un gran error. Hay que cambiar. En qué y cómo, es cuestión de reflexión. Y pregunto: ¿por qué en cada elección aumenta los outsiders? Verónika Mendoza, Barnechea, Guzmán, Acuña. Son emisarios de una sociedad peruana peticionaria. Elijan, pues, un blando y tendremos nuestro Chávez.

La mirada de corto plazo nos mata. Ese optimismo ciego que caracteriza aún a los más inteligentes. La incapacidad asombrosa para no ver lo real. En el pasado no vieron venir ni la migración que desemboca en la informalidad, ni Velasco, ni SL, ni Fujimori, no vieron nada. Tan ciegos como los presidentes del siglo XIX que se hacían los desentendidos mientras se armaba Chile. Este es el país de los sueños ¡Estamos a dos dedos de entrar en la OCDE! Tampoco predico el pesimismo. Ciertamente, entre las plagas que han invadido el país están la inseguridad ciudadana y la corrupción. Pero, y sin alcahuetear a nadie, un 88% de peruanos asume que «el pago de coimas es justificado». He dado varias vueltas al mundo. Y puedo afirmar que los retos públicos no los resuelve el mercado. Nos hemos pasado del “todo Estado”, al “todo Mercado”. Dos extremismos. Dos irrealidades.

 

Hugo Neira

 
Hugo Neira
23 de mayo del 2016

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