Alan Salinas
La política en la era de la desconfianza
No se ha perdido el interés en los asuntos públicos

El politólogo francés Pierre Rosanvallon presentó, en el año 2006, un trabajo que lleva el nombre de este artículo. En dicha investigación estudió los problemas que tiene la democracia, no desde su aspecto procedimental –como la legitimidad jurídico-electoral (que está ampliamente estudiada)–, sino desde el aspecto de la desconfianza como una alternativa vinculante a los problemas de la democracia representativa. Su conclusión fue que esta desconfianza tiene su correlato en poderes de control como “la vigilancia”, “la denuncia” y “la calificación”, que van en búsqueda de una legitimidad social, que constituye el capital de reputación del político o de un régimen.
Bajo esta lógica, me pregunto si actualmente vivimos una desafección política (como se suele escuchar muy a menudo a algunos analistas políticos del país) o una mutación de la participación política hacia la desconfianza, como sugiere Rosanvallon. Hay algunas pistas que nos ayudan a entender que el problema no es la desafección traducida en poca militancia en un partido político o de un ciudadano pasivo. No. Pasa por comprender que la participación política se ha dirigido hacia organizaciones de poco tiempo de duración y hacia temas puntuales; como vigilar, denunciar y calificar el sistema político y las políticas públicas de Estado. Así se expresan. No obstante, no se desmerece la durabilidad en el país de ciertas organizaciones sociales y políticas en el tiempo.
Por ejemplo, esto viene sucediendo actualmente en torno al tema de la seguridad, de las políticas sociales y de la ejecución del presupuesto público en el marco de la descentralización, de la pandemia y del vendaval de corruptela alrededor del Estado. Actúan coyunturalmente, pero no se ha perdido el interés en los asuntos públicos; solamente se ha modificado la participación política en torno a lo político.
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