Carlos Hakansson
La política del “chepibola”
La actual tregua en el enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo

Los armisticios frenan los mutuos ataques con la finalidad de alcanzar la paz. El pacto de caballeros es un acuerdo informal que se sustenta en la mutua disposición para su cumplimiento. Las treguas son un alto temporal de una lucha o guerra. Ninguno de ellos puede asociarse a lo producido la semana pasada en el Congreso, entre el gobierno y la oposición. El jefe de Estado sigue sosteniendo que el parlamento desea imponerle su agenda, los líderes políticos cuestionan la gestión del ejecutivo y, como acto de "buena voluntad", el primer ministro tampoco ha separado del gabinete al ministro más cuestionado. Pronto descubriremos el significado de lo ocurrido dentro del hemiciclo; por sus actos los conoceremos. Pero pareciera que el único acuerdo a la vista es la próxima aprobación de la investidura al gabinete. El tiempo lo dirá, falta poco para saberlo.
Un armisticio, tregua, hasta el pacto de caballeros, demandan compromisos por ambas partes, que sean públicos, viables y duren el tiempo que sea necesario o hasta que la coyuntura lo permita. Lo ocurrido en el Congreso es algo más cercano e ingenuo que un simple e improvisado "chepibola", que no sabemos en qué consiste, cuáles son los compromisos de ambas partes y el costo a cada una de ellas para alcanzar la gobernabilidad, si eso fuese realmente su objetivo.
Si la oposición comienza a darse cuenta que demandará más tiempo del previsto alcanzar los ochenta y siete votos para la vacancia, deberían ser los primeros en dar el primer paso para un entendimiento que ayude a resolver la crispación que data desde julio de 2016. Por otra parte, la necedad del ejecutivo índica que solo tienen como agenda provocar la disolución congresal, convocar nuevas elecciones, iniciar un masivo clientelismo de campaña (bonos, canastas de víveres, promesas de instalación de agua, luz, desagüe, etc.) para alcanzar una mayoría parlamentaria y convocar una nueva asamblea constituyente. Si ese sigue siendo el norte del gobierno no hay acuerdo posible que valga para ambas partes, salvo todo aquello que resulte funcional al ejecutivo para cumplir su agenda revolucionaria. Por eso, el tiempo transcurrido solo favorece al partido de gobierno pues, en la medida que la oposición siga dividida, la política del “chepibola” será incapaz de producir la cohesión de un conjunto de temas comunes que la hagan más fuerte, como un verdadero frente democrático.
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