Patricio Krateil

La izquierda de la izquierda

La eterna disputa entre marxistas ortodoxos y heterodoxos

La izquierda de la izquierda
Patricio Krateil
25 de marzo del 2025


La famosa frase del dictador Vladímir Lenin "Marchamos separados, pero golpeamos juntos" reflejaba la visión internacionalista del marxismo. Según esta idea, independientemente de las ligeras discrepancias o diferencias internas, siempre debía construirse una hegemonía enfocada en atacar a su verdadero enemigo: el capitalismo y la burguesía.

Sin embargo, esta pintoresca frase del marxista soviético no siempre se siguió al pie de la letra, ni siquiera por él mismo. En 1903, Lenin (líder bolchevique) y Yuli Martov (menchevique) rompieron filas, demostrando que el principismo izquierdista termina donde empieza el llanto.

Pero la primera gran ruptura a nivel político ocurrió durante la Guerra Fría entre el maoísmo chino y el sovietismo de Nikita Jrushchov. Para Mao Zedong, Jrushchov no era más que un "socialconfuso". Las tensiones comenzaron en 1956, cuando el líder soviético inició la desestalinización, criticando los excesos del régimen de Stalin. Mao vio esto como una traición, una muestra de aburguesamiento, una suerte de “quinta columna” del capitalismo, retorciendo jocosamente las palabras de Herbert Marcuse.

Por si fuera poco, la política soviética de "coexistencia pacífica" con Occidente alarmó aún más a China. En este sentido, Mao consideraba a Jrushchov un "revisionista de derecha", mientras que los soviéticos veían a China como demasiado impredecible, especialmente luego de que Mao condenara a su pueblo a la hambruna. 

Esta división tuvo un impacto global indiscutible, fracturando el comunismo internacional. Mientras la URSS financiaba a unos 60 partidos y guerrillas comunistas tradicionales en todo el mundo, China promovió el maoísmo como una alternativa más radical. Este último influyó y apoyó a grupos terroristas sanguinarios como Sendero Luminoso y los Jemeres Rojos en Camboya, liderados por el tirano Pol Pot.

No obstante, más allá del fuerte disenso entre los dos leviatanes del mal, Rusia y China, existieron discrepancias intelectuales a lo largo de la historia roja respecto al denominado marxismo heterodoxo. Los marxistas clásicos consideraban a la heterodoxia marxista como un conjunto de desviaciones peligrosas, ya que debilitaban la supuesta cohesión del "movimiento revolucionario" y abrían la puerta al reformismo. Por ejemplo, los soviéticos acusaron a los eurocomunistas de traicionar la revolución al aceptar la democracia. ¿Irónico no? 

En ese sentido, para los marxistas ortodoxos, los marxistas duros, los progresistas de los años sesenta y setenta eran vistos como de "mentalidad pequeñoburguesa". Desde la óptica comunista típica, los progresistas eran "enemigos ambiguos": aunque compartían ciertos conceptos como la justicia social, sus estrategias de cambio eran consideradas contraproducentes. En otras palabras, el uso de las oenegés e instituciones supranacionales como métodos de insurrección era, para los marxistas duros, una simple adaptación al juego político de la burguesía capitalista.

Pero, ¿a qué quiero llegar con todo esto? ¿Qué tiene que ver las pugnas de hace 50 años con nuestro país en pleno 2025? Nos sirve entender el pasado para darnos cuenta que la constante crítica de Vladimir Cerrón y gran parte de Perú Libre—incluyendo figuras como Gino Román o Ricardo Milla—no es extraña si comprendemos que el progresismo de personajes como Gustavo Gorriti, Sigrid Bazán, Marco Sifuentes y otros, representa, para la izquierda dura y ortodoxa, una infiltración del capitalismo liberal en sus filas.

En otras palabras, el desprecio de Cerrón y Perú Libre hacia el caviaraje no se debe a un rechazo hacia la corrupción ni a una supuesta admiración por la justicia imparcial o el Estado de derecho. Después de todo, ¿qué Estado de derecho podría defender Cerrón si abiertamente planteaba un golpe de Estado? ¿Qué transparencia podría exigir si enfrenta investigaciones por lavado de activos?

No. El problema para estos no es Gorriti, IDL o Verónika Mendoza. El verdadero conflicto que enciende a Cerrón y Perú Libre es la eterna disputa entre ortodoxia y heterodoxia, entre el radicalismo marxista y el reformismo, entre el marxista y el revisionista. 

La derecha debe ser cauta y entender algo fundamental respecto a este escenario. Aunque por ahora comparten un enemigo en común, las razones detrás de este conflicto son tan internas y propias del pensamiento marxista que, para Cerrón y compañía, la derecha es completamente irrelevante dentro de su universo de desdén y odio hacia los caviares.

Sin embargo, no sería ni precipitado ni obtuso pretender que nuestra quinta columna sea la ortodoxia marxista para destripar a la jauría caviar.

Patricio Krateil
25 de marzo del 2025

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