Martin Santivañez

La falacia del shock institucional

La falacia del shock institucional
Martin Santivañez
27 de febrero del 2015

Se necesita líderes con criterio que se concentren en los problemas concretos del país 

El Perú es un país proclive a la colonización intelectual, con poca tendencia a la originalidad, al pensamiento propio. La moda de estos últimos años, el institucionalismo, es una tendencia global que ha logrado una adhesión romántica en grandes sectores de la prensa, la academia e incluso la política. Los “ismos” tienen esta particularidad, provocan la aquiescencia sin filtro, son declarados por sus seguidores religiones incuestionables, con su liturgia y sus dogmas. Pero el viejo sentido común siempre tiene que llevarnos a interpelar las contradicciones de los “ismos” porque en la paradoja con pretensiones científicas siempre subyace el error. 

Víctor Andrés Belaunde decía que había que estar en guardia frente al anatopismo. Que era preciso cribar las ideas del mundo antes de aplicarlas al Perú. Esto, en buen cristiano, implica analizar qué tiene sentido y qué no de las tendencias globales interrogándonos sobre los acentos que en diversas épocas de la historia se colocan sobre ciertas premisas que en el fondo están teñidas de ideología. Por eso, cuando alguien habla de “shock institucional” inmediatamente me pongo a pensar en una sala vacía y aséptica en la que yace, como perdido en medio del instrumental, un desfibrilador sin operario. Las instituciones son como ese desfibrilador. Sin operarios, las reglas de juego, para usar la sencillez del lenguaje economicista, son inútiles, carecen de sentido. El instrumento difícilmente es más importante que el operario. Lo normal es que, ante un problema, los instrumentos sean desarrollados y mejorados. Lo mismo sucede con las instituciones. El que desarrolla las instituciones es el protagonista del proceso. El que emplea una institución es más importante que el instrumento. Y en el Perú, me temo, el problema real no es de reglas de juego sino de carencia de jugadores de calidad. 

La crisis peruana más que una crisis de procesos es una crisis de personas. La calidad del liderazgo es fundamental para comprender nuestro subdesarrollo. El líder, el directivo, el gerente, el académico de calidad, son esenciales para la correcta aplicación de las instituciones y para el normal funcionamiento de un sistema republicano de gobierno. Sin personas adecuadas las instituciones son letra muerta. Esto, desde el mundo del Derecho, es bien sabido. Nunca han faltado los juristas, como Alvaro d’Ors, que señalaron la importancia de este matrimonio entre el que crea el derecho y el diseño institucional. Es decir, entre el enforcer y la institución. El problema radica cuando el acento se coloca en la construcción teórica olvidando que los modelos solo sirven para elucubrar. 

El Perú necesita actores, líderes, gente con criterio que se concentre en los problemas muy concretos del país, revisando, sí, las buenas prácticas de otros lugares, pero reconociendo que esas buenas prácticas jamás serán ejecutadas sin un liderazgo de calidad, sin personas comprometidas vitalmente con la reforma de la República. El país necesita liderazgo y el liderazgo trasciende al procedimentalismo, al shock institucional, porque para que los instrumentos funcionen hacen falta mujeres y hombres con ganas de trabajar. 

Por Martín Santiváñez Vivanco
27 - Feb - 2015  

Martin Santivañez
27 de febrero del 2015

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