Jorge Morelli

La democracia “real” de Wang Ji

Una nueva forma de “realpolitik”

La democracia “real” de Wang Ji
Jorge Morelli
15 de junio del 2022


Según Bloomberg, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Ji, ha declarado que Pekín trabajará para promover una “democracia real”. “China está dispuesta a trabajar junto con Rusia y la comunidad mundial para promover una democracia real basada en las condiciones de cada una de las naciones”, dijo Wang Yi, en comunicado oficial. 

Wang sostuvo que “monopolizar” la definición de democracia para influir en otras naciones es una política “condenada al fracaso”, en abierta alusión a la política exterior de Estados Unidos, que otorga prioridad absoluta a la instauración de la democracia en todos los continentes. 

Sin embargo, parece evidente que el propio Departamento de Estado no aplica exactamente los mismos parámetros en todas partes del globo. Exige, por ejemplo, en América Latina aproximadamente los mismos estándares que en Europa del Este; mientras en el Sudeste asiático o en el Medio Oriente modera en ocasiones considerablemente esa exigencia por otras razones. 

¿Qué significa, entonces, esta “democracia real” que propone el ministro de Relaciones Exteriores de China? Wang dijo poco al respecto. Sostuvo que China debería “continuar haciendo contribuciones importantes a la gobernanza global” y que “la seguridad global no debe lograrse fortaleciendo a los militares”. Agregó que es necesario “salvaguardar el orden global con la ONU en su centro y con base en las leyes internacionales”. El lenguaje oscuro resulta escaso para saber qué es esa “democracia real” que China propugna. Podemos especular, sin embargo, que se refiere a alguna forma de tolerancia de la diversidad de sistemas de gobierno “realmente” existentes. 

Giovanni Sartori organizó un fascinante espectro de sistemas de partido que puede ayudar a orientar la especulación. Refirió que existen seis tipos de sistemas. Hay los de partido único, como lo fue la Unión Soviética y lo es hoy China. También; los de partido hegemónico, donde hay elecciones, pero gana siempre un solo partido con trampa. Estos sistemas no caen dentro de la definición de democracia, 

Pero también hay tres sistemas que sí califican como democracias: los de partido dominante, donde gana un mismo partido sin trampa, como fue el caso del Japón de la posguerra por muchos años; desde luego el bipartidismo del Reino Unido y algunas de sus ex colonias, y desde luego EE.UU. También es “democrático” el pluralismo moderado, como en la mayor parte de Europa Occidental y parte de la Oriental. 

Finalmente, está el caso de los sistemas de pluralismo polarizado, que en el caso extremo es también atomizado, como en la mayor parte de América Latina y el Péru. 

El espectro de Sartori incluye desde el extremo de los regímenes autoritarios, incluso totalitarios, hasta los regímenes demagógicos del pluralismo atomizado. Pero 

propiamente democráticos, en el sentido tradicional, son solo los tres sistemas al centro del espectro: partido dominante, bipartidismo y pluralismo moderado. Caen fuera de la democracia, en cambio, aquellos donde las elecciones son groseramente manipuladas en las urnas o simplemente no existen. Se hallan en un limbo aquellos en los que la manipulación es mediática o dominada por la corrupción, sometidos a la vigilancia, caso por caso, de organismos internacionales politizados. 

China se define como una democracia, a pesar de no tener elecciones universales y secretas, porque define la democracia de manera distinta, como una meritocracia vigilada por el partido único, para eludir la trampa de la demagogia del pluralismo polarizado. Esto es probablemente lo que llama “democracia real”. De allí su tolerancia con el autoritarismo en que ha recaído Rusia luego de su paso por el caos del pluralismo polarizado. 

También EE.UU. practica su propia tolerancia cuando el autoritarismo es el de un miembro estratégico de la OTAN, como Turquía; o el caso de Arabia Saudita y los emires del Golfo, a causa del peso aún dominante del crudo de petróleo en la economía global. 

En el otro extremo del espectro, el del pluralismo polarizado y atomizado estamos nosotros, casi toda América Latina. Por eso mismo hemos recaído casi todos cíclicamente en el autoritarismo. Y sin embargo, allí esuvieron también la Alemania de la República de Weimar, que incubó la reacción del totalitarismo nazi; la Republica Italiana antes del fascismo; la Segunda República española, antes de la Guerra Civil; incluso Francia hasta la democracia de la Quinta Republica en 1958. 

Más allá de las recaídas en el autoritarismo y la demagogia, se halla el salto cualitativo a la democracia que esas naciones europeas han hecho con mayor o menor éxito. Eso demuestra que la transición es posible. Pero requiere no solo de elecciones limpias, sino del equilibrio de poderes que hace posible la gobernabilidad para que los partidos dejen de fracasar en el gobierno. 

La pregunta que hay que hacer a Wang Ji, entonces, es la de si la “democracia real” que plantea supone abrir el espectro de los sistemas que califican como democracia para incluir también a los sistemas donde la gobernabilidad ha sido sacrificada a unas elecciones manipuladas por el populismo o avasalladas por el poder económico. Y también a aquellas otras en las que las que las elecciones han sido subordinadas a la necesidad de obtener transitoriamente una gobernabilidad aunque sea precaria. En tal caso, la “democracia real” de Wang Ji es una forma de “realpolitik”. 

Churchill decía que la democracia es el peor de los sistemas con excepción de todos los demás. El lector tendrá que decidir si esa es base suficiente para la política exterior de las grandes potencias mejor que exigir una idea platónica plasmada en un estándar que nadie cumple cabalmente.

Jorge Morelli
15 de junio del 2022

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