Dante Bobadilla

La antirreforma electoral

Supuestos defensores de la democracia que apelan a falacias y poses histéricas

La antirreforma electoral
Dante Bobadilla
17 de mayo del 2018

 

Temo estar en desacuerdo con la mayoría de posturas adoptadas en torno a la reforma electoral. Me parece que son fruto de la histeria y el espíritu totalitario y progresista que anima a muchos políticos, incluso sin ser de izquierda. Se usa el caso Odebrecht como paradigma de la corrupción sin enfocarse en lo medular. No todo lo que hizo Odebrecht fue corrupción. Paremos ya la histeria.

No puedo estar de acuerdo con disparates como prohibir los aportes de empresas privadas a las campañas, por ejemplo. Es un absurdo por donde se le mire. El argumento pueril de que es para evitar que ingrese dinero sucio a la campaña o se compren favores políticos, es solo resultados de una neurosis paranoide. No se puede legislar sobre la base de prejuicios o temores. El combate a la corrupción hay que darlo en donde corresponde, que es dentro de la función pública, no afuera. El prurito de la “prevención” es como dar manotazos en la oscuridad, y las leyes malas causan más daños que beneficios.

Me parece un disparate mayúsculo pretender que todos los partidos en campaña (que pueden llegar a ser veinte) sean financiados por el Estado. Y más aún con el ridículo propósito de la igualdad en el gasto. ¿Por qué hay que ponerle topes a los gastos de campaña? ¿Por qué los gastos tendrían que ser iguales? Todo eso es un disparate progre-totalitario igualitarista. Yo no me preocuparía en lo más mínimo por la financiación de las campañas ni el gasto, salvo que todo sea transparente y adecuadamente bancarizado. Toda igualdad forzada es una injusticia.

Lo paradójico de estas posturas “anticorrupción” es que se preocupan mucho por los aportes de campaña, pero les tiene sin cuidado abrirle las puertas a partiduchos salidos de la nada, inventados de la noche a la mañana para postular a la presidencia. Esta figura, que es mil veces más peligrosa para la democracia y se presta muchísimo más a la corrupción, no solo no les preocupa en lo más mínimo a los pulcros luchadores anticorrupción, pese a la experiencia de Ollanta y Nadine, sino que incluso la defienden, oponiéndose a la reformas y apelando a paparruchadas como que “se impide renovar la clase política”.

Nadie impide que la clase política se renueve ni que salgan más partidos. Lo que sí se puede y se debe impedir es que se funden partidos “cascarón”, exclusivamente para postular a la presidencia; o que se utilicen “vientres de alquiler”, como hizo PPK. Pueden seguir creando partidos, pero si quieren postular candidatos a la presidencia, al menos deben demostrar una vigencia de más de cinco años y una participación democrática en elecciones municipales y regionales. Es lo mínimo que se puede exigir a una agrupación que dice ser un partido político. Y si quieren postular un candidato a la presidencia, debe ser un militante con antigüedad no menor de tres años y salido de elecciones internas. Solo así podemos proteger la democracia y al país de esta clase de vividores, iluminados y trepadores que montan su carpa electoral solo para asaltar el poder. Ya nos pasó más de una vez. Que no nos vuelva a pasar.

Pero estos argumentos, racionales y bien sustentados en la experiencia, son desoídos por quienes siguen militando en el antifujimorismo y el antiaprismo. A ellos no les interesa combatir la corrupción ni defender la democracia. Todo lo que les interesa es combatir al Apra y al fujimorismo negándoles cualquier posibilidad de un triunfo, aunque sea exponiendo al país a una pandilla de inescrupulosos con sus combis electorales repletas de trepadores. Y no solo eso, sino que ya sabemos que están dispuestos a votar por ellos en cualquier caso. Lo único que les importa es seguir alimentando sus odios enfermizos. Y por eso es que salen ahora a combatir reformas inteligentes disfrazados, una vez más, de defensores de la democracia, apelando a falacias y poses histéricas para exigir que no se le niegue a nadie el “derecho” a participar, o que el pueblo tiene “derecho” a más opciones.

Podríamos invocar los mismos argumentos para defender los aportes privados, como defender el “derecho” de las empresas a ser parte de la democracia y apoyar a sus opciones políticas. Pero esto no es una competencia de “derechos”. Eso es propio de charlatanes. Las reformas deben simplemente corregir los vicios que hemos padecido en los últimos tiempos con estos partidos cascarón y vientres de alquiler. a cargo de iluminados y trepadores.

 

Dante Bobadilla
17 de mayo del 2018

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