Dante Bobadilla

La amenaza caviar

Pretenden convertirse en nuestra conciencia moral

La amenaza caviar
Dante Bobadilla
07 de diciembre del 2017

 

Una vez más tenemos que rechazar el paternalismo caviar que pretende velar por nuestro gusto, moral y buenas costumbres. En esta ocasión, están tratando de censurar la película de la paisana Jacinta en defensa de no sé qué cosa.

No es nada nuevo que los personajes del mundo artístico sean tomados en serio, como si fueran parte del mundo real. Recuerdo que en la época de oro de las telenovelas peruanas, un grupo de mujeres enardecidas esperó a las afueras del canal de televisión la salida del actor Vlado Radovich, a quien le propinaron una buena paliza por ser tan malo con su esposa en la telenovela. Salvando las distancias, nuestros caviares hoy están en un papel muy parecido: a un paso de linchar a Jorge Benavides.

Un artista no tiene por qué representar la realidad tal cual es, y mucho menos como se le antoja a la sensibilidad caviar. Sería ridículo andar condenando a los pintores cuyos cuadros deforman la realidad, así como a tantos personajes del mundo artístico que satirizan o ridiculizan diversos segmentos sociales o rasgos culturales.

¿Se imaginan que la cucufatería progresista hubiera censurado a Cantinflas por satirizar al “pelao” y denigrar a los pobres, mostrándolos ociosos y aprovechados? Suerte que entonces no existían estos cándidos guachimanes de la moral social, detectando cualquier atisbo de racismo y discriminación para montar una furiosa campaña de demolición, con marchitas y todo.

Nuestras pantallas han estado repletas de personajes que han satirizado a todos los sectores: al cura, al policía, al coimero, la callejonera, al matón de barrio, al burócrata, al mantenido, al político, etc. Todos han sido celebrados sin que a nadie se le ocurra condenarlos por “ofender” a un sector social. Para cualquier persona cuerda, son personajes de ficción. Hay que padecer algún problema mental para tomarse a pecho a estos personajes de la sátira artística. Y ciertamente el progresismo lo padece.

Diferente es lo que ocurre con Rafo León y la China Tudela, porque allí sí se denigra personas reales que tienen nombres, apellidos, familia y reputación. Ocultarse detrás de un personaje ficticio para atacar a personas reales sí que es un acto de cobardía. Usar el arte para caricaturizar personas reales con ánimo de denigrarlas o difamarlas es cobardía, más aún si se hace de una manera sistemática como consigna política. Lo curioso es que hasta el Ministerio de Cultura y el ministro en persona, el mismo que pidió no tomarse en serio a la China Tudela, han tratado de censurar a la paisana Jacinta apelando a la moral social.

Obviamente esta no es una defensa de la paisana Jacinta, es una defensa de la libertad y de la racionalidad. Se trata de rechazar la pretensión caviar de ser nuestra conciencia moral. Si dejamos que estos señoritos nos digan qué clase de personajes de ficción no pueden existir, pronto nos quedaremos solo con el arte progre.

En el arte la libertad es aún mayor, si cabe. El artista goza de licencias para desarrollar su sentido particular de expresión; el cual, en efecto, puede resultar ofensivo o repulsivo para algunos. Pero estos también están en libertad de obviar ese arte, porque en vigencia de la libertad, nadie está obligado a verlo, oírlo ni comprarlo. No necesitamos guardianes.

Solo en el socialismo nadie tiene alternativa y está forzado a consumir lo que el Estado aprueba mediante su Ministerio de Cultura. El arte está convertido en propaganda y activismo. En realidad todo es propaganda y activismo en el socialismo, todo está supeditado a la lucha ideológica y política; por eso el arte deja de ser arte, la prensa deja de ser prensa y hasta el derecho deja de ser derecho, aunque conserven sus nombres. No queremos llegar a eso. Acá no necesitamos comisarios de la moral. Si no les gusta, no la vean y paren de sufrir.

 

Dante Bobadilla
07 de diciembre del 2017

COMENTARIOS