Luis Cáceres Álvarez

James Nachtwey, Fotógrafo de Guerra

James Nachtwey, Fotógrafo de Guerra
Luis Cáceres Álvarez
21 de octubre del 2016

Sobre el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2016

Detesta cuando lo llaman “cirujano de guerra”, porque no quiere ser considerado una persona que se mantiene fría mientras explora y cruza los diferentes círculos del infierno de este mundo. El estadounidense James Nachtwey (1948), uno de los fotoperiodistas más famosos de finales del siglo XX e inicios del XXI, antiguo colaborador de la agencia Magnum y actual de la revista Time, ha recibido esta semana el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2016 en Oviedo (España) por sus cuarenta años de paciencia y riguroso trabajo en más de una treintena de conflictos bélicos y crisis humanitarias “sin abdicar de los principios éticos del informador ni maquillar el dictamen de la cámara”.

Como la de todo fotógrafo, la vida de Nachtwey está marcada por las luces y sombras; también por el orden de líneas y figuras que enfoca, la previsualización de situaciones y el análisis para entregar el mejor encuadre. Para muchos fotoperiodistas, él se ha convertido en el apóstol que predica el equilibrio que debe haber al momento de informar, cuando las balas suenan y rozan las cabezas. Ello lo demostró el documental War photographer (2001), de Christian Frei, que retrató numerosas comisiones periodísticas y dilemas que Nachtwey tuvo que enfrentar; como presenciar la muerte de su colega sudafricano Ken Oostebroek por un balazo. “Eso les ocurre a ciertos periodistas. A los principiantes, y a aquellos que tienen demasiada antigüedad y se creen a prueba de balas”, diría años más tarde Hans-Hermann Klare, editor de internacionales de la revista alemana Stern.

Entre los principales galardones que le han sido otorgados a Nachtwey están cinco medallas Robert Capa (1983, 1984, 1986, 1994 y 1998) y el Premio a la Mejor Fotografía del Año según World Press Photo, en 1992 y 1994. Sus imágenes logran ser icónicas porque representan instantes decisivos, aquellos que resumen la energía de un evento. Todo su trabajo es para las masas, pues él no pretende que sus fotografías sean observadas como obras de arte.

Si Ryszard Kapuściński y Robert Capa fueron “los enviados de Dios”, tanto en la escritura y la imagen periodística de guerra, Jon Lee Anderson y James Nachtwey son sus respectivos herederos. Este último decidió hacerse fotógrafo después de observar las imágenes de la Guerra de Vietnam y del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en EE.UU. Desde entonces, no quiere que se piense que presume o alardea. “Cuando logro algo con mi trabajo, me alegro. Pero siempre queda tanto por hacer”.

Las fotografías de Nachtwey, en su mayoría blanco y negro, grafican la unión de eros y thanatos para generar emociones. Así lo ha hecho desde su primera comisión internacional, en la guerra civil de Irlanda del Norte, en 1981. En ese lugar, se dio cuenta del poder de la repercusión, de los cambios que puede generar parado con su cámara frente a los más horripilantes actos. Tiene también la compasión como una motivación, y no la ambición de sacar “mejores fotos” a cada instante. Por ello sabe guardar la calma para no desafiar a la fortuna mientras está cara a cara con los sucesos más violentos y peligrosos; como lo estuvo en El Salvador, Haití, Sudáfrica, Ruanda, Sri Lanka, Gaza, Cisjordania, Israel, Afganistán y Chechenia. En todos ellos fue testigo de la represión, la pobreza extrema, los conflictos armados y hasta genocidios. Pero lo más triste, trágico y destructivo que puede tener la humanidad para él son las hambrunas, que ha visto directamente en África.

En Medellín conocí a la fotorreportera brasileña Adriana Zehbrauskas, especialista en cubrir también temas candentes (narcotráfico, migraciones y religión), quien trabajó como asistente de Nachtwey en su país y en New York. En esa oportunidad Zehbrauskas dijo: “(…) nosotros no somos los que escogemos las historias. Las historias nos escogen a nosotros. Es muy raro. Hay una magia. Es algo que va a tomar mucho tiempo de tu vida, tanta energía, tanto sacrificio”. ¿Por qué? Porque en una sola imagen están capturadas infinidad de miradas; y porque graficar los abusos es necesario para seguir pensando en la justicia. Generar impacto y también cambios. Es decir, seguir siendo esa suerte de tucuyricoy, título otorgado a los más respetados y admirados fotorreporteros peruanos: “quien todo lo ve, quien todo lo oye”.

 

Por: Luis Cáceres Álvarez

Fotografía: AFP 2016 / Robert Michael

Luis Cáceres Álvarez
21 de octubre del 2016

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