Iván Arenas
Ideologismo alrededor de la mediana y pequeña minería
El cuento de la “minería ancestral”

Ha surgido en estas últimas semanas una narrativa potente alrededor de lo que se denomina la minería ancestral, concepto y sintagma que, en lugar de dilucidar, nos trae confusión. ¿A qué vamos? Lo explico.
Estamos viendo cómo se pretende constituir una narrativa, desde los sectores de los mineros ilegales sobre todo, de que existiría algo llamado “minería ancestral” y que debería ser aceptado en la legislación nacional. Haciendo uso de la estrategia de “quién nomina, domina”, los promotores de semejante relato nos indican que debemos “aceptar” a la minería ancestral que se realiza en las comunidades originarias. Es decir que existiría una “realidad real”: una minería realizada antes de la construcción del Estado nacional que ha sido soslayada y abandonada y cuyas tierras han sido concesionadas a empresas privadas.
La narrativa es potente desde todo punto de vista, pero es solo eso: narrativa, fábulas o relatos. El sintagma “minería ancestral” solo es parte de un buen relato para validar las próximas tomas e invasiones de concesiones mineras por parte de los ilegales que utilizan las teorías antropológicas de la izquierda para poder tener combustión sobre lo que se viene.
Lo peor de todo es que desde el Congreso, a través de la Comisión de Energía y Minas, se estaría preparando un proyecto de ley que reconoce a la “minería ancestral”, pero no se precisa bien su definición. En otras palabras, desde el Congreso estarían validando los próximos asaltos a las concesiones mineras otorgadas por el Estado. No es cosa baladí.
La idea de minería ancestral es el correlativo económico de otra potente idea: las comunidades originarias. Estas comunidades han sido una construcción teórica desde la izquierda que pretende hacer políticas públicas desde el esencialismo y la identidad. Es decir, las comunidades originarias hacen minería ancestral. Todo está bien cerrado.
Así, en todas partes del país empezarán a aparecer mineros ancestrales y comunidades originarias. Miren, si no, las rondas campesinas en Cajamarca, que se autodenominan “originarias”; sin embargo, no hay nada de mayor mestizaje que una región como la cajamarquina.
Entonces estamos advertidos de lo que se viene. La poderosa narrativa de la minería ilegal esconde en realidad la estrategia para legitimar y validar socialmente las invasiones de concesiones ajenas. Y tenemos que advertir además que todo esto tiene al Congreso de la República como el protagonista principal, porque allí nacería la nueva ley de mediana minería que validaría legalmente todo lo anterior. Advertidos estamos.
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