¿Hay una “dictadura” de opinión por parte de algunos medios?

La casi nula cobertura —de parte de un gran sector de medios y periodistas— de la presentación del Informe Final de la Comisión Investigadora del Caso Lava Jato, realizada por Rosa Bartra en el Congreso, contrasta con la amplia difusión que tuvo el “juicio del siglo” contra Keiko Fujimori. Todo lo anterior ha motivado a que un sector del país empiece a sostener la no menuda idea de que existe una especie de “dictadura” mediática que construye la opinión según sus deseos y propósitos.

Antes de continuar debemos precisar que la presentación de ese Informe Final representa la develación de la corrupción más grande que ha existido a la caída del autoritarismo albertista. Ahora, vale recordar también que luego de la caída del régimen de Alberto Fujimori se organizó una transición democrática y se alzó un establishment con un poderoso relato: hombres incorruptibles y casi ángeles gobernarían. Pues bien, durante el régimen “incorruptible” se “levantaron” alrededor de US$ 8,000 millones. Nada menos.

Entonces, la aproximación de que existe una dictadura que forma la opinión pública toma más sentido cuando uno de estos grandes conglomerados mediáticos tiene una participación muy directa en la develación de la trama, debido a que unos de sus accionistas también es propietarios de una de las empresas consorciadas con las brasileñas metidas de cabo a rabo en Lava Jato. En esta aproximación, el conglomerado mediático simplemente no quiere que se sepa la verdad porque uno de sus dueños es parte del festín corruptor, del faenón brasileño. Por ello silencian el escándalo.

Quizá ahora valga reflexionar sobre el papel de los medios y periodistas, que todo indica se han olvidado de contar la verdad y ahora la construyen, siempre y cuando les sea favorable. Las salas de redacción se han constituido en verdaderos burós de comité central. No es exageración cuando en la ciencia política se afirma que hoy la gente milita y participa activamente en los medios. Los medios de comunicación se han convertido en los principales partidos políticos, desde donde se irradian sentidos comunes que luego –de tanta redundancia- se transforman en verdades absolutas y en relatos históricos. La gente de a pie —que se ha olvidado de los partidos— ahora milita en los canales y programas de televisión que responden a sus demandas o ideologías.

Todo lo anterior nos lleva a indicar que estamos ante una guerra de posiciones gramsciana, en la que lo importante es la lucha por la definición de los sentidos, y en la que la captura del poder depende de la hegemonía en la sociedad civil. Y es evidente que son los medios los que construyen el sentido común en la enmarañada sociedad civil.

En el Perú de otras épocas se solía decir que había un triunvirato del poder, cosa que ahora no debe olvidarse. Por un lado estaba el Apra, por otro las Fuerzas Armadas y en el extremo el diario El Comercio, que ahora sería el grupo El Comercio. Como ya se sabe, el Apra está sumido en un marasmo de crisis constantes, y las Fuerzas Armadas —luego de la experiencia montesinista— mantienen una rigurosa posición institucional, que las obliga a desmarcarse de las jugarretas diarias. Sin embargo, el poder del diario El Comercio se mantiene incólume, a pesar de que sus ventas han bajado y que ahora el grupo migra con rapidez al mundo digital y a la televisión.

Afortunadamente si en caso existiese —como se denuncia— una “dictadura” de medios, el mundo digital y las redes sociales explicarán el auge de la disidencia y la desobediencia civil, con medios alternativos como este. Para reforzar la ideas quizá también valga colocar aquí la elección de Jorge Muñoz como alcalde de Lima, encumbrado por medios y encuestas sin rubor alguno. Un ejemplo de que el poder todavía permanece en los medios de comunicación.