Jorge Varela
¡Hágase la luz!
Sobre apagones y tinieblas en Chile

Chile sufrió el martes 25 de febrero un corte total de energía eléctrica (black-out) que dejó en penumbra su largo territorio, desde la norteña ciudad de Arica a la sureña región de Los Lagos (capital Puerto Montt), hasta casi la medianoche de ese día infausto, afectando duramente la vida de 19 millones de personas y paralizando de forma caótica las actividades productivas y de servicios. Algo similar tuvo lugar en Ecuador el 19 de junio de 2024.
La gravedad de lo ocurrido a los habitantes, muchos de los cuales recordaron situaciones anteriores (terremoto de 27 de febrero de 2010), no permite ocultar las causas y desastrosas consecuencias visibles y ocultas.
El actual gobierno de izquierda ha responsabilizado a la empresa transmisora de la línea Nueva Maitencillo-Nueva Pan de Azúcar que va de Vallenar a Coquimbo (zona centro norte del país), sin que hasta la fecha se conozca el resultado de la investigación sobre el origen de esta gran caída del sistema interconectado central.
Con el apagón político-cultural, qué cosas suceden
“La oscuridad es en realidad la ausencia de luz”, sostenía Albert Einstein. Si de apagones –irse a negro– y oscuridades se trata, la historia cercana del país muestra catálogos atiborrados de antecedentes, no siempre de fallas técnicas del sistema eléctrico.
Hace décadas que la oscuridad política es de proporciones; y qué decir del apagón intelectual que oscurece las aulas universitarias. Tampoco hay que descartar al gran apagón cultural y moral que nubla la conciencia de jóvenes y niños. El alma de Chile conoce de daños al ámbito artístico y cultural provocados por una dinámica social y política que esparce y acumula distorsiones no esclarecidas durante años.
¿Y qué me agrega usted respecto del rol espurio de los medios de comunicación?, esos que chapotean en la mediocridad ambiente, contribuyendo mediante programaciones narcotizantes amorales al desenfreno conductual ciudadano bajo pretexto de ser adalides impolutos de una ‘expresión libertina’ singular, sin límites ni control. Su aporte a la basura moral, financiada con cuantiosos recursos estatales y publicidad de importantes empresas privadas confundidas en un mismo barro maloliente, los ha convertido en el gran hoyo negro que está tragando la escasa luz de aquellos que aún se resisten a ser capturados por la decadencia circundante.
Podría afirmarse que se está en presencia de una “moralidad a lo Rousseau… primer hombre moderno, idealista y canaille a un tiempo”, como escribiera Nietzsche (“Cómo se filosofa a martillazos”. parágrafo 48).
Sí, por favor, lea detenidamente: se trata de una realidad triste donde el comunicador –cual canalla contemporáneo– se introduce de modo astuto, sigiloso y perverso en su hogar, y usted ni siquiera está en situación de impedir la difusión de tanta droga anticultural, pues prefiere convertirse en adicto antes que incluso sus amigos le griten: ‘facho ignorante, retrasado’.
Dónde radica la responsabilidad
“Chile está a oscuras. La degradación moral ha conducido a que las instituciones sencillamente no funcionen… la incompetencia campea. Y las explicaciones (desde lo alto) a los yerros, cuando llega a haberlas, suelen recurrir a medias verdades, sino a abiertas mentiras, de modo tal que las responsabilidades en los desaciertos sean siempre de otros” (“A oscuras”, Álvaro Pezoa. El Líbero, 1 de marzo de 2025).
Como es habitual ninguna entidad responde oportunamente, ningún funcionario tiene tan solo una pequeña pizca de dignidad, entereza moral y coraje suficiente para reconocer errores y asumir culpas individuales. A lo anterior se suma la impunidad de la autoridad política-administrativa: característica distintiva de un sistema ineficaz, lento, torpe, que incentiva la corrupción y termina premiando la mediocridad e irresponsabilidad. La elite política, académica, empresarial y social ha tenido un rol determinante, decisivo e inexcusable en esta caída sin obstáculos al precipicio.
Salir de las tinieblas
La sociedad y el Estado necesitan cambios profundos en su naturaleza, esencia y funciones; de lo contrario no habrá rescate, ni recuperación, ni redención histórica, ni luz. Después de tanta tiniebla, cuando la última candela se apague, no habrá quién pueda exhalar en su agonía, como lo hiciera Johann Wolfgang von Goethe: “¡Luz, más luz!”.La fórmula será pensar con optimismo como en el libro del Genesis, que habrá alguna oportunidad para disipar las oscuridades y exclamar: “¡Hágase la luz!, y la luz se hizo”.
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