Berit Knudsen

Guerras de precisión, futuro del poder militar

Los conflictos Israel-Irán y Rusia-Ucrania revelan que el éxito militar no depende del arsenal

Guerras de precisión, futuro del poder militar
Berit Knudsen
19 de junio del 2025


Las guerras del siglo XXI han mutado: hoy la superioridad no se define por columnas de tanques cruzando fronteras, sino por operaciones en red en las que la inteligencia, la tecnología, la cohesión interna y los factores políticos se entrelazan para definir quién impone condiciones, quién resiste y quién se fragmenta. Los conflictos Israel-Irán y Rusia-Ucrania, distintos en su origen y configuración, revelan que el éxito militar no depende del arsenal, sino de la capacidad de integrarlo estratégicamente.

Desde febrero de 2022, Rusia lleva a cabo una guerra convencional de desgaste en Ucrania. Predominan las incursiones terrestres, ocupación de territorios, trincheras y líneas estancadas luego de tres años. Pese a su potencia militar, Moscú no logró tomar Kiev ni alcanzar superioridad aérea sostenida. Ucrania por su parte, con apoyo occidental, defensa territorial móvil y cohesión social, resiste por tres años contra una potencia superior en un frente largo, costoso y sangriento.

El caso Israel-Irán es diferente. Desde el 12 de junio de 2025 Israel ejecuta operaciones aéreas y de inteligencia contra objetivos clave en Irán. Es una guerra sin ocupación territorial directa que busca degradar la infraestructura militar y nuclear iraní a distancia. En menos de 48 horas Israel neutralizó parte de la cúpula de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), destruyendo radares y centros de misiles para asegurar superioridad aérea sobre Irán. Este tipo de guerra de precisión, con protagonismo de drones, bombas guiadas y sabotaje, marca el modelo y tendencia de los conflictos modernos impactando sin prolongar la ocupación.

La ventaja de Israel radica en la integración de sus sistemas. Sus aviones F-35 y F-15 operan con datos en tiempo real, guiados por una inteligencia profundamente infiltrada. El Mossad ha captado agentes dentro de Irán gracias a la debilidad estructural del régimen, descontento social y una juventud urbana alejada de la ideología oficial. Esta penetración le permite a Israel anticiparse y desarticular defensas antes de lanzar ataques. Irán, en cambio, responde con misiles balísticos y drones, pero carece de aviones modernos o sistemas defensivos integrados.

Ucrania, sin superioridad aérea, ha fortalecido su defensa antiaérea con sistemas móviles, información satelital y de inteligencia respaldada por Estados Unidos y la Unión Europea. Rusia, a pesar de contar con más aviones y misiles, no logra imponer su dominio aéreo por errores estratégicos, tecnología obsoleta y corrupción interna. Tanto Irán como Rusia muestran que el volumen bélico no reemplaza la operatividad.

El entorno político interno también interviene. Israel y Ucrania son democracias imperfectas bajo amenaza, pero capaces de movilizar a la sociedad y sostener el esfuerzo bélico. Mientras Rusia e Irán recurren a la represión y propaganda para controlar a sus poblaciones, sin lograr cohesión duradera. La diferencia entre la obediencia forzada y convicción activa es crítica durante una guerra prolongada.

En defensa, Israel ha desplegado con éxito la Cúpula de Hierro, Honda de David y sistema Arrow, interceptando la mayoría de los misiles iraníes. Ucrania, con recursos limitados, logra dispersar sus sistemas para evitar que Rusia destruya sus capacidades en bloque. En ambos casos la capacidad adaptativa y diseño estratégico son decisivos, incluso más que el tamaño del arsenal.

La lección es clara, las guerras del siglo XXI tienden a evitar ocupaciones prolongadas, privilegiando conflictos de alcance remoto, donde la inteligencia, tecnología y cohesión interna son determinantes. Esta evolución es una advertencia: mientras más sofisticada y despersonalizada se vuelve la guerra, mayor el riesgo de normalizarla como instrumento de poder. Entender cómo operan estos sistemas debe servir para prevenir futuras escaladas, no para justificarlas.

Berit Knudsen
19 de junio del 2025

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