Cecilia Bákula

Gratitud hacia un pastor

La loable labor de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, SVC

Gratitud hacia un pastor
Cecilia Bákula
15 de abril del 2024


Estas palabras están destinadas a comentar mi experiencia como profesional y como mujer de fe, en relación a la labor pastoral realizada en Piura y Tumbes por Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, SVC. Nos conocimos casi por esas casualidades y oportunidades que Dios pone en el camino, pues no soy piurana, pero lo que sí sé es que desde un primer momento percibí en la personalidad de Monseñor Eguren un dínamo de actividad eficiente, de compromiso y de auténtico sentido de servicio.

Bien sabemos que Piura es una de las regiones más maltratadas y sufridas no solo por la naturaleza, sino también por el olvido del Estado, que ha desatendido esa región de vital importancia. Tanto en el fenómeno de El Niño de 1997 y 1998, como en las más recientes manifestaciones de ese fenómeno, la región Piura sufrió pérdidas tremendas, agravadas por el empobrecimiento de la población y la promesa incumplida de intervención del Estado. Recordaremos la ampulosa presencia de los “zares de la reconstrucción” que, en muchos casos, quizá reconstruyeron su propia economía, y que mostró, en conjunto, la caótica e inexistente capacidad de acción y reacción de las diversas autoridades tanto nacionales como regionales.

Sin embargo, en cada momento de crisis humana, porque El Niño afectó a miles de conciudadanos, aparece la figura de Monseñor Eguren y se le ve activamente comprometido con la posibilidad de ser un interlocutor eficiente. Esta actitud de respeto hacia el dolor humano y la posibilidad de condolerse con su grey, se manifestó de manera extraordinaria durante los duros meses de la pandemia. El covid atacó sin miramiento de clase o rango a miles de peruanos y en el norte, la situación llegó a niveles de catástrofe. Con una economía golpeada y una infraestructura venida a menos, el covid significó una especie de golpe de gracia para muchos de los nuestros en muchas regiones del país y, en especial en Piura y Tumbes. Allí surgió nuevamente la labor eficiente de la Iglesia; Eguren logró implementar entre otras acciones, plantas de oxígeno pues aunque ahora parece que lo hemos olvidado, peruanos morían por falta de ese elemento y por desatención total ante la crisis, lo que se incrementó por la falta de medicamentos y la lenta respuesta de los sectores involucrados. Monseñor Eguren aparece como un rayo de esperanza para muchos.

No obstante, eso es lo que conoce la mayoría de personas. Yo puedo dar testimonio, desde un ángulo distinto, que excedía en mucho su propia labor pastoral en la Arquidiócesis. Interesada como vivo en los temas asociados al patrimonio cultural, tuve la extraordinaria oportunidad de merecer de Monseñor Eguren la confianza respecto a dos obras emblemáticas para Piura; me refiero a las labores de restauración del templo de San Martín de Tours en Sechura y del santuario de “la Mechita” en Paita.

El caso de Sechura es del todo emblemático; el templo de San Martín de Tours es una construcción de fines del siglo XVIII que contó con el beneplácito y apoyo del Obispo de Trujillo, el ilustre Baltasar Jaime Martínez de Compañón y que, posteriormente, por ley expresa del Congreso de 1945, había sido declarado como monumento histórico. Es un templo de imponentes dimensiones, con una nave de techo de bóveda de cañón corrida y que cuenta con un hermoso retablo barroco y, en diversos ambientes, se encuentra una interesante pintura mural. Sechura ha sufrido violentos movimientos sísmicos y lluvias de gran intensidad y ello había afectado severamente al templo. Fue la insistencia de Monseñor Eguren la que permitió mover los corazones de la compañía minera Miski Mayo que asumió no solo los costos de un detallado y nuevo expediente técnico, sino de todo el proceso de restauración. Fueron meses de intenso trabajo, de atender emergencias y circunstancias a veces imprevistas, hasta que el templo con sus dos hermosas torres fue entregado a la comunidad el 17 de abril de 2016, en presencia del entonces Nuncio Apostólico del Perú, monseñor James Patrick Green.

Similar experiencia tuve en el proceso de restauración del santuario de La Mechita en la parte alta de Paita. Se trata de una construcción muy moderna realizada antes de que Eguren llegara a la diócesis de Piura y que fue, lamentablemente construido sobre un terreno deleznable, de arena y cuyo suelo es de gran fragilidad. Ese santuario que motiva la esperanza de los paiteños cuenta además con el aporte de artistas renombrados; se ve en él la mano de Adolfo Winternitz, el maestro de los vitrales en el Perú, que concibió unas singulares vidrieras multicolores aprovechando el intenso sol piurano, para generar en el interior, un ambiente de gran intimidad espiritual. Se cuenta también con la obra de Anna Macagno en la composición del retablo de plata que, lamentablemente sufrió un robo sacrílego, que está aún pendiente de solucionar y, en una pequeña capilla destacan hermosos mosaicos elaborados por Víctor Delfín.

La intervención del moderno templo ubicado en el Cerro Tres Cruces, recibió el aval legal del Estado mediante la Ley 30525 y en él se hicieron labores de reforzamiento de los cimientos colocando enormes zapatas para dar estabilidad al edificio mismo y al techo voladizo que tiene que soportar los embates del viento de la zona. Es decir que conservar esa obra moderna, sigue siendo un reto para todas las ingenierías… y está aún pendiente que el Gobierno Regional concluya el acceso y la explanada que es su responsabilidad y compromiso. La imagen de la Virgen de las Mercedes que motiva una profunda devoción en los piuranos y especialmente de los paiteños, está asociada a una antigua tradición pues la imagen fue traída al Perú en 1532. No me atrevería a señalar cuántos viajes hice con Monseñor, cuán profunda era su preocupación por dotar o mejor dicho, devolver al pueblo paiteño ese espacio sagrado para rendir culto a su patrona, la Virgen de las Mercedes y pienso que ese es uno de los pendientes que guarda en su corazón, aunque esos pendientes excedan a su propia responsabilidad. Hoy, ya muchos años después, siento inmensa gratitud por la pequeña participación que me cupo en ambos proyectos y por el privilegio de haber conocido de cerca a un auténtico pastor.

Eguren deja, además, una catedral hermosamente recuperada y, para los que no lo saben, un archivo arzobispal riquísimo que es un tesoro en el que aún está por estudiarse mucho de la historia del norte del país.

Recientemente tuve conocimiento de que había sido aceptada renuncia por el Papa Francisco, por lo que pasará ahora a una vida más retirada al dejar su responsabilidad formal. En el silencio, Monseñor Eguren lleva una cruz muy grande por la situación del Sodalicio pero ni aun en varias ocasiones cuando nos reunimos en confianza ante a una taza de café, le escuché una palabra de odio o rencor.

Estas líneas podrían resumirse solo en palabras de gratitud y reconocimiento para la persona a la que conocí: un pastor. Sus homilías y documentos son de una profunda espiritualidad, muestran un gran amor a la Virgen y un compromiso de vida, de alma y corazón con el sacerdocio por el que optó hace ya muchos años.

Me complace saber que muchos piuranos y fieles de su diócesis, sobre todos los de a pie, los que a veces no tienen voz y no solo las entidades e instituciones de la región han manifestado su tristeza por la partida de Monseñor Eguren y han expresado profundo agradecimiento en muy diversas formas. Desde mi experiencia expreso mi agradecimiento por su cercanía, su amistad; valoro todo lo que aprendí con su ejemplo y sé que, aun retirado, su vida será de compromiso con el Dios Uno y Trino, como él gusta mencionar.

Cecilia Bákula
15 de abril del 2024

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