Dante Bobadilla

Bye bye, Mr. Trump

Estados Unidos hizo respetar sus instituciones

Bye bye, Mr. Trump
Dante Bobadilla
20 de enero del 2021


Acabó la era Trump, y de mala manera. Su final fue un buen resumen del estilo que Trump llevó a la política. EE.UU. ha dado una gran lección al hacer prevalecer sus instituciones por encima de un exaltado liderazgo mesiánico que desató una furiosa tormenta de odios y pasiones, con un saldo político nefasto. Trump dejó el poder por la puerta falsa, con una lamentable imagen tercermundista de ciudad militarizada, sin los fastos habituales ni los modales dignos de una democracia ejemplar. 

Donald Trump ha sido una especie de prueba ácida para los liberales. Nos ha permitido ver hasta dónde llegan nuestras convicciones sobre libertad, democracia, instituciones y libre mercado. Por el lado conservador, hemos comprobado hasta dónde están dispuestos a llegar para hacer prevalecer sus causas y dogmas, así como para detener al progresismo a cualquier precio. 

Biden ha dicho que se acabó la era de la confrontación y que será un presidente para todos. Por lo menos eso ya es un logro. La democracia, entendida como un estilo de gobierno responsable –basado en el diálogo, el consenso y el respeto a la ley–, tendrá que volver tras una autocracia prepotente. Trump fue un gobernante populista, capaz de llevar a las masas al abismo con su discurso teñido de racismo, apelando a la mentira, el patriotismo, la fe, el miedo, los odios y otros sentimientos que encienden fanatismos y generan reacciones de igual tono en la trinchera opuesta, atizando la hoguera de la confrontación social. No es el liderazgo que el mundo necesita.

Hemos sido testigos de los modales políticos de Trump. Le disparaba a todo lo que se moviera fuera de su visión. Desde el inicio se peleó con la prensa y con todo el que osara cuestionarlo. No dudó en despedir a sus más cercanos colaboradores por no agachar la cabeza ante sus designios. Era un elefante fuera de control en la Casa Blanca. Poco a poco empezó a ganarse enemigos y a despertar recelos incluso entre los republicanos y los líderes europeos.

Solo los conservadores lo apoyaron ciegamente. Crearon la ridícula teoría de que Trump era el elegido de Dios para salvar América. Se publicaron libros para explicar este designio divino. En los cultos dominicales se pedía apoyo a Trump como al nuevo mesías, incitando a una guerra santa contra los enemigos de la fe: el progresismo, los ateos y los pervertidos. Crearon un culto a Trump que no tenía nada que envidiar al de Kim Jong-un. Inventaron descabelladas teorías conspirativas para justificar la necesidad de mantener a Trump. Eligieron el mito y la mentira antes que la razón para confrontar la guerra ideológica y cultural del progresismo. No se puede actuar en política ni debatir desde el absurdo y el delirio. Ninguna persona cuerda los tomará en serio.

Quienes no apoyamos a Trump por sus excesos y desvaríos, fuimos tachados de progresistas, acusados de hacerle el juego a la izquierda y a las fuerzas satánicas. Liberales como Carlos Alberto Montaner, Andrés Oppenheimer y Jaime Bayly fueron estigmatizados por los conservadores debido a su rechazo a Trump. Clamaban que solo Trump podía salvar al mundo. Por mi mente pasaban imágenes de aquellos fanáticos que aplaudían exaltados a Hitler. Una cosa es apoyar electoralmente a un candidato de derechas, y otra seguir ciegamente a un loco hasta el holocausto.

Me erizaba la piel ver ese patético espectáculo de Trump rodeado de pastores evangélicos imponiéndoles la mano y orando con los ojos cerrados en el salón oval. La separación entre Iglesia y Estado, un pilar del republicanismo liberal estadounidense, estaba en duda. Ahora es común ver conservadores hablando como pastores en una mezcla de política y fe. No lo hacen preocupados por defender las libertades ni los derechos civiles, sino sus causas y dogmas de fe. (Poner a Cristo en el poder). Todo lo demás es secundario, incluyendo la democracia. En EE.UU. hay varios grupos de fanáticos religiosos ansiosos de tener un guía que los lleve a la última cruzada. Tienen ejércitos uniformados, armados y entrenados que permanecen listos a la espera del llamado.

En ese ambiente de excitación, fervor patriótico y religioso, Trump podría haber organizado sus SS con suma facilidad. Afortunadamente para los EE.UU. y el mundo, la razón se impuso al sectarismo, la democracia prevaleció frente a la autocracia y la verdad se abrió paso ante un vendaval de mentiras soltadas sin ningún decoro. Más que un triunfo de Biden, lo que hay que celebrar es una derrota de Trump. El Partido Republicano debe aprender la lección para no aceptar nunca más a un outsider adinerado con poses de matón de barrio. Debe respetar su institucionalidad y no pagar cualquier precio por un triunfo electoral. Pero, sobre todo, debe volver al secularismo y a los principios liberales que fundaron la gran nación de los EE.UU.

Dante Bobadilla
20 de enero del 2021

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