Eduardo Chocano
Fragmentación partidaria y desafección ciudadana
La crisis de la democracia representativa en el Perú

La democracia representativa en el Perú atraviesa una crisis marcada por la desconexión entre la ciudadanía y sus representantes. Aunque este modelo surgió como una solución a la inviabilidad de la democracia directa en los Estados modernos, la realidad peruana evidencia que la relación entre gobernantes y gobernados se deterioró gravemente debido a dos factores principales: la proliferación desmedida de partidos políticos sin institucionalidad y el creciente desinterés ciudadano.
Actualmente, existen 42 partidos políticos inscritos en el Registro de Organizaciones Políticas, pero esta multiplicidad no ha fortalecido el pluralismo ni la representación. Por el contrario, fragmentó el sistema, impidiendo que estas organizaciones articulen de manera efectiva las demandas sociales. Actualmente, muchos partidos carecen de arraigo popular y funcionan como vehículos personalistas de corto plazo, apareciendo y desapareciendo con cada ciclo electoral. Esta volatilidad erosiona la legitimidad del sistema, dejando a los ciudadanos sin referentes políticos sólidos ni programas consistentes que orienten el debate público.
Por otro lado, la fragilidad partidaria se suma a la desafección ciudadana. La falta de propuestas programáticas claras y la continua reconfiguración de alianzas oportunistas han reforzado la percepción de que los partidos carecen de compromisos reales con la transformación social. La sensación de que los partidos políticos son indistinguibles entre sí, y de que sus integrantes priorizan intereses particulares sobre el bienestar colectivo, lleva a un progresivo abandono de la política por parte de la ciudadanía.
Esta combinación de partidos débiles y una ciudadanía desencantada agrava la crisis democrática, debilitando las bases del sistema representativo. Sin partidos sólidos que canalicen las demandas sociales ni una sociedad civil activa que exija rendición de cuentas, la democracia pierde su capacidad de autorregularse y renovarse. En este contexto, resulta imprescindible fortalecer la institucionalidad partidaria, promover liderazgos orientados al interés general y reconstruir los vínculos entre la política y la sociedad. Solo así será posible restaurar la confianza en la democracia peruana y avanzar hacia un modelo más estable, legítimo y participativo.
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