Luis Enrique Cam

Erik Antúnez de Mayolo Rynning: La nutrición en el antiguo Perú

Difundió las propiedades de la uña de gato, la mashua y la quinua

Erik Antúnez de Mayolo Rynning: La nutrición en el antiguo Perú
Luis Enrique Cam
15 de abril del 2025


Aunque fue doctor en Historia y cursó estudios de Derecho y Economía, Erik Antúnez de Mayolo dedicó su vida con pasión incansable a investigar los saberes nutricionales del Perú precolombino. Su propósito era entender cómo las antiguas civilizaciones peruanas lograron ser tan numerosas, sanas y bien alimentadas, y para ello recorrió incansablemente el país.

Nacido el 3 de abril de 1913 en Aija, Áncash, fue hijo del sabio Santiago Antúnez de Mayolo Gomero, pionero visionario de los grandes proyectos hidroeléctricos del Perú, y de Lucie Rynning, nutricionista noruega y precursora de la formación laboral en el país.

De su padre heredó el fervor por explorar y poner en valor los tesoros naturales del Perú; de su madre, la sensibilidad social y un inquebrantable espíritu de servicio.

También tuvo una temprana participación en la política. En 1939, con apenas 25 años, se convirtió en el diputado más joven del país. Desde su curul en el Congreso, abogó con convicción por el desarrollo de centrales hidroeléctricas como pieza clave para industrializar el país con energía limpia y renovable. Uno de sus más recordados logros fue impulsar el proyecto de la Central Hidroeléctrica del Cañón del Pato, en Áncash, cuyo estudio de viabilidad databa de 1913 pero que yacía olvidado entre los archivos de la burocracia estatal.

Tras una apasionada intervención en el hemiciclo en 1940, el Congreso aprobó finalmente su ejecución. No obstante, una cadena de demoras y contratiempos postergó su inauguración hasta 1958, año en que también se puso en marcha la siderúrgica de Chimbote, esencial para la producción nacional de acero.

Antúnez de Mayolo promovió igualmente la creación del Instituto Nacional Agropecuario de Aija, que funcionaba bajo un sistema de internado. Desde su fundación, el instituto contó con especialistas en diversas áreas —ingenieros agrónomos, zootecnistas, biólogos, veterinarios— que, con apoyo de tecnología de punta, ofrecían clases prácticas y contribuían a incrementar tanto la productividad ganadera como el rendimiento de los suelos.

Lamentablemente, las sucesivas reformas educativas y los cambios de gobierno debilitaron esta iniciativa, hasta que el terremoto de 1970 selló su desaparición definitiva.

Convencido defensor de la ciencia y la cultura del antiguo Perú, desde su cátedra en la especialidad de Arqueología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos solía recordar:

“Si los antiguos pobladores del Perú pudieron lograr una buena alimentación, manejar las condiciones ambientales para mejorar la producción agrícola, ¿por qué vamos a despreciar estos conocimientos para enfrentar los problemas actuales?”

Su trabajo pionero sobre plantas nativas fue tan riguroso como revelador. Difundió las propiedades de la uña de gato, la mashua, la quinua y los múltiples tubérculos andinos. También alertó sobre la progresiva desaparición de especies como el maguey y la tuca. En 1978 publicó su obra cumbre, La nutrición en el antiguo Perú, texto fundamental en los estudios de medicina tradicional.

En uno de sus viajes de investigación por la selva de Rioja, en el valle del Naranjillo, descubrió una comunidad aguaruna cuyos miembros eran locuaces, aparentaban juventud y gozar de excelente salud. Observó que consumían de forma habitual una semilla: el sacha inchi. Intrigado, recolectó muestras para su clasificación y cultivo. Ya en Lima, tras realizar los estudios químicos correspondientes, concluyó que este “maní de los incas” contenía un altísimo porcentaje de omega 3, ácido graso esencial para el buen funcionamiento de las neuronas y la prevención del endurecimiento arterial.

En su cumpleaños número 99, el 4 de abril de 2012, concedió una entrevista al diario El Comercio. En ella confesó que lo que más le había sorprendido de la dieta incaica era la combinación del sacha inchi, el cuy y la chicha, ya que en los primeros dos alimentos se encontraban los aceites esenciales para el cerebro, y en la chicha, los nutrientes necesarios para su adecuada asimilación. Afirmó también que tanto el sacha inchi como la maca, alimentos virtualmente desconocidos por el mundo moderno, serían probablemente el gran aporte del Perú a la nutrición global del siglo XXI.

Erik Antúnez de Mayolo no perdía oportunidad para llamar la atención a los gobiernos de turno por la falta de atención a la biodiversidad del país. También apelaba a la conciencia individual con mensajes claros y urgentes:

“Respetar y proteger el futuro de la riqueza biológica de la tierra de nuestros hijos, nietos y bisnietos. Si no investigamos y estudiamos nuestra biodiversidad, la vamos a perder.”

A lo largo de su fecunda trayectoria intelectual, publicó más de cuarenta libros sobre nutrición, psicología, geografía y educación. Poco menos de dos meses después de su última entrevista, el sabio ancashino partió a la eternidad, el 23 de mayo de 2012.

Luis Enrique Cam
15 de abril del 2025

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