Renatto Bautista

Elecciones 2026: lecciones del Pasado

La Responsabilidad del Electorado y el Riesgo de un Nuevo Castillo

Elecciones 2026: lecciones del Pasado
Renatto Bautista
27 de enero del 2025


En abril de 2026, los peruanos volveremos a las urnas para elegir al Presidente de la República, dos vicepresidentes, 130 diputados, 60 senadores y 5 parlamentarios andinos. Estas elecciones generales serán "diferentes", por usar un término diplomático, debido a que más de 40 partidos políticos participarán en la contienda.

Permítame explicarle al amable lector qué es un partido político. En el Perú, lamentablemente, debido a la pésima reforma política ejecutada por el vacado expresidente Vizcarra y su asesor en la sombra, el sociólogo Fernando Tuesta, es relativamente sencillo constituir una organización electoral. Sin embargo, esto dista mucho de lo que debería ser un verdadero partido político. Un partido político auténtico debe cumplir con tres características fundamentales: una ideología bien definida, una estructura organizativa con un sistema centralizado de toma de decisiones y una historia consolidada.

En mi opinión, en el Perú solo existen dos partidos políticos que cumplen estos criterios: el APRA, fundado por Haya de la Torre en mayo de 1924, y el PPC, fundado por Bedoya Reyes en diciembre de 1966. Los demás son meros “vientres de alquiler” o clubes de independientes, carentes de ideología y de historia. Estas agrupaciones solo comparten la ambición de alcanzar el poder por el poder mismo, sin una verdadera intención de beneficiar al país. Un claro ejemplo de esto es la administración de Perú Libre: su plancha presidencial fue la peor de todas. Pedro Castillo está preso por rebelión y sedición, Vladimir Cerrón es un prófugo de la justicia, y Dina Boluarte lucha por gobernar, enfrentando enormes dificultades.

A propósito de la plancha presidencial de Perú Libre en las elecciones de 2021, permítanme reflexionar: ¿por qué fue la peor de todas?

Primero, fue una plancha incompleta, ya que Cerrón no pudo ser candidato debido a una sentencia firme por corrupción.

Segundo, bastaba con la entrevista realizada por Diego Acuña a Pedro Castillo para evidenciar que el ahora expresidente preso carecía de conocimientos básicos sobre gobernanza.

Tercero, Castillo presentó una imagen plagada de contradicciones. Decía ser rondero, pero nunca mostró pruebas que lo acreditaran como tal. Afirmaba ser agricultor, pero tampoco presentó evidencia. Finalmente, aseguró ser docente de primaria, aunque estuvo con licencia sindical durante nueve años y nunca pudo demostrar quiénes fueron sus alumnos.

Como catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la UNFV, puedo dar nombres y apellidos de mis alumnos si se me pidiera. Esa es la diferencia. En síntesis, Pedro Castillo fue un estafador político, un candidato con pocas luces académicas, políticas y profesionales. A pesar de estas evidencias, más de 2 millones 724 mil peruanos votaron por él en primera vuelta. ¡Increíble, casi de terror!

Lo más imperdonable, sin embargo, es que 8.84 millones de peruanos lo eligieran en la segunda vuelta de junio de 2021, sabiendo que Perú Libre estaba liderado por un sentenciado por corrupción, y que la candidata a la vicepresidencia, Dina Boluarte, apenas había administrado un local de RENIEC en Surco. Muchos de estos votantes tal vez argumentaron que no querían votar por la otra candidata, Keiko Fujimori. Pero ¿cuál era el problema? Algunos de estos 8 millones de votantes, que viven cómodamente gracias al capitalismo, conocidos como “caviares”, olvidaron que Alberto Fujimori, durante su administración, jamás los persiguió. Por el contrario, implementó reformas económicas liberales que les permitieron prosperar.

El problema de algunos electores peruanos radica en que priorizan odios y resentimientos personales sobre la razón y los principios que deberían defender, como la irrestricta defensa del modelo económico liberal y el régimen presidencialista peruano. Esta terquedad es una característica lamentable de muchos votantes en el país.

A modo de conclusión, manifiesto que estos 8.84 millones de peruanos son responsables de la actual crisis. Nunca han hecho un mea culpa por su voto tan inmaduro e irracional, ni siquiera después del golpe de Estado fallido de Castillo el 7 de diciembre de 2022. Esto demuestra que carecen de vocación democrática. Por ello, me atrevo a señalar que el ganador de las elecciones de 2026 podría ser nuevamente un candidato de ultraizquierda. Estos votantes no han reflexionado ni rectificado, y su frustración, odio y resentimiento seguirán impulsando sus decisiones en las urnas.

Espero equivocarme por el bien del Perú, porque un "Castillo II" sería nefasto para nuestras libertades económicas y políticas.

Renatto Bautista
27 de enero del 2025

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