Pedro Corzo
El terror de Hamas
Sobre la masacre del 7 de octubre
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El asesino en serie Ernesto “Che” Guevara escribió, en unos de sus momentos de supuesta gloria, que el odio era un importante factor en la lucha porque transformaba al militante “en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar”. Una conseja que se hizo realidad una vez más en los actos de terror cumplidos por la organización terrorista Hamas el pasado 7 de octubre de 2023.
El odio de Guevara es el manual de todo terrorista. Ese odio condujo a Hamas y sus aliados al horrendo asesinato de los niños Bibas y de su madre Shiri Bibas, un crimen que ha conmovido profundamente a cualquier persona con un sentido elemental de la justicia, concepto que debería primar en todo sujeto que lucha por sus ideales.
La justicia de una causa se desnaturaliza cuando el odio la consume, Guevara se equivoca nuevamente cuando afirma que un pueblo “sin odio no puede vencer a sus enemigos”, cuando el odio simplemente conduce a repetir lo peor del contrario que se combate y hasta superarlo, como está haciendo Hamas en cada entrega de rehenes. Un espectáculo que denigra a quienes están dispuestos a morir con las armas en las manos.
Más allá de las simpatías o rechazo a una causa determinada, los abusos, en particular los crímenes de odio deberían ser repudiados por cualquier ciudadano u organismo responsable, sin embargo, no ha sido así, muchas personalidades e instituciones de diferentes partes del mundo han guardado silencio ante una barbarie en la que numerosas mujeres y niñas fueron violadas, niños y adultos secuestrados, y más de un millar de personas asesinadas.
Las atrocidades cometidas por estos combatientes reflejan pálidamente lo que serían capaces de hacer si pudieran someter a la nación israelí y hasta quienes en su propio pueblo se atrevan a cuestionar su autoridad. La vesania de estos sujetos no conoce límites y sus partidarios deberían poner sus barbas en remojo.
En un contexto de guerra no se pueden exigir a los potenciales militantes cartas de moralidad y conducta, pero el simple hecho de que los líderes de Hamas y de todas las organizaciones que luchan por la causa palestina hayan guardado silencio ante tanta crueldad, es una muestra de la calaña de ese liderazgo.
Hamas y las organizaciones palestinas que se asociaron a la masacre del 7 de octubre se inspiraron también en la política de exterminio que los nazis de Adolfo Hitler instrumentaron contra los judíos antes y durante la segunda guerra mundial, al extremo, que tal y como hacían los nazis grabaron sus crueldades, festejando así sus crímenes.
Los objetivos políticos no se alcanzan secuestrando niños y menos asesinándolos. Las luchas políticas son altamente complejas cuando se involucra la violencia, pero estrangular a dos niños, como denunció Daniel Hagari, vocero del ejército israelí, “Confirmamos que los Bibas fueron asesinados por los terroristas de Hamas. No los asesinaron con armas, mataron a los niños con sus manos y trataron de cubrirlo”, es un crimen absolutamente injustificable.
El acto de secuestrar un ser humano es horrendo, pero ejecutarlo contra infantes, como hicieron estos terroristas con los pequeños Ariel, cuatro años y su hermano Kfir no llegaba a los nueve meses cuando fue tomado como rehén, se escapa de cualquier calificativo publicable.
El miedo es mucho más fácil de construir que un muro y muchos más difícil y complicado derrumbarlo, por eso, los aspirantes a tiranos y los que ejercitan la tiranía, recurren al miedo como la herramienta esencial para doblegar a sus enemigos. Ellos saben que algunas personas pueden ser sometidas por el simple hecho de ver el terror que padecen los otros.
El miedo es muy útil en la estrategia de gobierno de los dictadores, saben que cuando es un sentir compartido se justifican las cobardías más atroces. Además, se extiende con mucha rapidez infiltrándose en el torrente sanguíneo de las personas, aterrorizando primero a quienes lo aplican, luego, a las víctimas directas, hasta ocupar el resto de la sociedad como una pandemia.
Los que hemos padecido la conculcación de nuestros derechos más elementales y soportado el miedo, sabemos que es terrible, pero también conocemos que manejarlo, confiere una paz y confianza insuperable. El miedo nunca te deja, es un virus peligroso con el que estás obligado a convivir, pero que no exime cumplir con tus deberes.
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