Carlos Adrianzén

El problema peruano

Persistimos empobrecidos y subdesarrollados pudiendo evitarlo

El problema peruano
Carlos Adrianzén
03 de abril del 2024


Somos una nación empobrecida por nuestra propia responsabilidad. Frente a este cúmulo de hechos, no es una buena idea que nos creamos ricos. Nuestro producto por persona desde que aparecimos como nación, nos ubica siempre lejos del nivel de vida de las naciones realmente ricas. No somos ricos, nunca lo fuimos. En los doscientos tres años de nuestra vida como nación y descontando los años de la Guerra del Pacífico -cuando fuimos traicionados por los bolivianos y derrotados por una nación que sí se había preparado- nadie nos ha saqueado. Siempre fuimos nosotros y nuestros errores al gobernarnos.

Algo de historia encapsulada

A lo largo de nuestra primera centuria republicana, consolidamos nuestra pobreza sobre el caos político posterior al abandono español. Nos gobernaron regímenes liderados por aventureros, llamados “caudillos”. Duraban en el poder, en promedio, poco más de un año. Estos personajes -destacadas excepciones fuera- tenían un horizonte temporal corto y pocas ambiciones. En ese apresurado lapso con un poder precario, no tuvieron tiempo para madurar ninguna gestión gubernamental razonable. Y menos, instituciones respetuosas de libertades políticas y económicas. Incluso los conflictos bélicos servían de una suerte de desenfoque de los continuos problemas locales. Por ello se daba lo lógico: cuando escasea la visión de largo plazo, la rapiña abunda, cerrándose así un círculo vicioso paralizador.

Usualmente los caudillos de la primera centuria peruana sabían que había que asegurarse recursos para sobrevivir o alcanzar un reacomodo posterior. Así las cosas, a lo largo de cien años el Perú creció -en términos de su producto real por persona- apenas un 140.0%, mientras, por el contrario, naciones efectivamente emergentes como los Estados Unidos de Norteamérica crecieron 261.8%. No resulta pues nada casual el retraso económico peruano en el primer milenio. La historiografía peruana se narra gloriosa, sus cifras no lo contrastan. 

Cerramos penosamente el siglo siendo más subdesarrollados que cuando nos abandonaron los españoles (ver Figura Uno).

En la segunda Centuria peruana todo cambió… para que nada cambie. Entre 1922 y la actualidad consolidamos nuestra pobreza sobre la fijación de dos idearios probadamente fracasados: el mercantilismo y el socialismo (y sus mezclas: el mercantilismo-socialista, la derecha peruana y el socialismo-mercantilista, su izquierda). Esto, sin abandonar un toque de caudillismo cada vez más oscuro y fútil. Algo así como un combinado del caos político post hispano con aspiraciones angloamericanas. Aunque aparecieron -y luego se descompusieron- sindicatos, gremios, poderes fácticos (FFAA, Medios Periodísticos y Burocracias) y partidos políticos, también nos gobernaron golfos, esta vez se autodenominaron revolucionarios o demócratas. Duraban en el poder casi todos sus quinquenios de rigor, con algunas excepciones. Estos personajes tenían un horizonte temporal más largo, aunque igual que los caudillos de la primera centuria, pocas ambiciones.

En este siglo -dispersiones fuera- sí tuvieron tiempo para madurar alguna gestión gubernamental razonable. Y también, instituciones respetuosas de libertades. Lamentablemente, todos resultaron solo una suerte de veletas de la moda política de cada periodo. Como en el resto de la región, gobierno que no oprimía… no era gobierno. Su mejor capitalismo era rancio mercantilismo (la república aristocrática). Su peor capitalismo, era neoestructuralismo o comunismo (la corrupta revolución militar setentera). 

Y sí, estimado lector, aquí también cuando la visión de largo plazo es opresiva, la rapiña abunda. Cerrándose así otro círculo vicioso empobrecedor. Aunque en estas últimas diez décadas nuestro producto por persona en dólares constantes creció más de tres veces más que en la primera centuria, el acumulado reflejó apenas 472.3%, sostenidamente por debajo de los norteamericanos, que crecieron 513.2%.

En nuestro segundo siglo, persistimos subdesarrollados y pobres mientras nos creemos riquísimos (ver Figura Dos).

Sobre la historia que no queremos ver

En perspectiva, puede decirse que los peruanos perdimos dos centurias consecutivas… y con cierto entusiasmo. Estamos actualmente con una ratio de desarrollo relativo –en comparación a los EE.UU.– de siete puntos porcentuales por debajo del que habríamos registrado con don José de San Martín en julio de 1821 (ver Figura Dos). Más subdesarrollados que nunca en nuestra historia.

Cualquier observador cuidadoso-externo o interno- descubrirá fácilmente cual es el Problema Peruano. Y este no es contentar a la población a como dé ha lugar. Algo importante solo para caudillos, las seudo democracias o los dictadores. Implica enervar la inversión privada a niveles altos y sostenibles por décadas. Para ello, necesitamos desmontar drásticamente prácticas de gobernanza estatal neomarxistas. Costumbres ya muy arraigadas. Ergo, introducir instituciones defensoras estrictas de la libertad económica y política. La obsesión gubernamental y sus prioridades deben ser construidas mirando más allá de nuestras narices.

Bajo esta línea resulta clave que entendamos que la combinación de opresión y rapiña sella también los tiempos de la gestión de la Segunda presidente del Perú. Recordemos que la primera presidente fue defenestrada antes de ejercer, y que, a la segunda hoy la han convertido en una suerte de piñata. La podrían vacar próximamente en medio de un circo relojero repleto de culpabilidades y de una polarización ideológica que prostituye la ya deplorable gobernanza estatal (nótese que no existe un solo presidente o poderoso de izquierda preso).

La salida del hoyo implica descubrir el problema peruano y sus retos (ver Figura Tres). 

Boluarte podrá ser recordada como otro gobernante acusado y mediocre, convertido en la piñata de sus socios y opositores. Otro presidente más en una larguísima lista de ex presidentes. O puede enfrentar el problema (en la más precaria soledad).

Se trata hoy, en español sencillo, de no repetir la historia del fracaso. De que, autoridades electorales oscuras, con un ideario progresista, no vuelvan a seleccionar un sujeto estrambótico (como el hermano de un expresidente procesado por corrupción burocrática). De que la segunda presidente tenga un debido proceso y… lo que le corresponda. De que, desde el BCR y la SBS, se aseguren que en la próxima elección no se repita un circo electoral con miles de candidatos y millones de dólares turbios. Que se filtre implacablemente a candidatos financiados desde el exterior (foro de Sao Paulo) y el interior (narcotráfico). No quedaría más que un puñado de ellos.

Las narrativas de la piscina de Villarán, de los relojes suizos, de las andanzas impunes de Gorriti, PPK, Humala, Toledo o Vizcarra, de los previsibles accidentes de los próximos Juegos Panamericanos y hasta del saqueo estatal a las AFP, resultan serias cortinas de humo. Pero son básicamente eso: cortinas de humo que nos impiden ver el problema peruano. Que persistimos empobrecidos y subdesarrollados pudiendo evitarlo.

Carlos Adrianzén
03 de abril del 2024

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