El niño y la garza: la última obra de Hayao Miyazaki

El niño y la garza, la más reciente película del legendario cineasta japonés Hayao Miyazaki (Tokio, 1941), ha sido aclamada en todo el mundo, y hasta ha obtenido el Óscar a la Mejor Película de Animación en 2024. Anunciada como la última obra del maestro de la animación, es una película profundamente conmovedora y visualmente deslumbrante que capta la esencia del universo que Miyazaki ha construido a lo largo de su carrera, con obras como Mi vecino Totoro (1988), Porco Rosso (1992), La princesa Mononoke (1997) y especialmente El viaje de Chihiro (2001), entre otras.

La película sigue a Mahito, un niño que, tras la trágica muerte de su madre, en un incendio durante la Segunda Guerra Mundial, se traslada al campo junto con su padre y su nueva madrastra. Allí Mahito descubre una garza misteriosa que lo guía a un mundo fantástico lleno de criaturas místicas y paisajes imposibles. Mientras busca respuestas sobre su madre, se enfrenta a desafíos internos y externos que lo llevan a confrontar sus propios miedos y su dolor. En su viaje, se encuentra con figuras enigmáticas, entre ellas su tío abuelo (interpretado en inglés por el actor Mark Hamill), quien tiene una conexión directa con el universo que Mahito explora. El conflicto entre la aceptación de su nueva realidad y el deseo de reconectar con el pasado impulsa gran parte de la narrativa, llevándolo a un proceso de autodescubrimiento.

El universo de Miyazaki es conocido por su riqueza visual y emocional, y El niño y la garza no es la excepción. Los paisajes naturales, llenos de vida y espiritualidad, están dotados de una atmósfera que se siente casi palpable. Los detalles minuciosos en cada escena, desde el plumaje de las aves hasta las ondulaciones del agua, reflejan el profundo compromiso de Miyazaki con la animación tradicional, a mano, una técnica que ha defendido a lo largo de su carrera. Temáticamente, la película sigue explorando los dilemas humanos que han sido constantes en su obra: la relación entre la humanidad y la naturaleza, la lucha por encontrar sentido en la vida, y el poder de la imaginación para superar las tragedias..

Uno de los temas más poderosos en El niño y la garza es el del duelo y la pérdida. Mahito, como muchos personajes de Miyazaki, se enfrenta a un mundo en el que el dolor es inevitable y el caos parece reinar. Su viaje a través del mundo fantástico es una manifestación del proceso de duelo: a medida que avanza, enfrenta sus propios miedos, su dolor y la incertidumbre sobre su futuro. La garza, que en un principio se presenta como un enemigo, guía a Mahito en su búsqueda, recordándole que la pérdida, aunque devastadora, es parte del ciclo natural de la vida.

Más allá de la temática del duelo, El niño y la garza también puede interpretarse como una reflexión sobre la creación artística. El tío abuelo, un creador obsesionado con su propia obra, puede es un alter ego del propio Miyazaki, y las pequeñas torres que construye el anciano, con pequeños bloques de mármol de diferentes formas, son una metáfora de las películas del director. En esa línea, las aves que interfieren en sus construcciones representan a aquellas personas que, con torpeza, intentan simplificar y controlar algo que no comprenden. Miyazaki parece reflexionar sobre su propio lugar en la historia del cine y los desafíos de transmitir su legado a la siguiente generación.

El niño y la garza ratifica la maestría de Hayao Miyazaki, uno de los grandes narradores visuales de nuestro tiempo. La película, que mezcla fantasía, reflexión y arte en una sinfonía visual y emocional, es tanto una despedida como una reafirmación del poder de la animación. 

El niño y la garza ya está disponible en Netflix