Jorge Varela
El humanismo como idea-raíz fundante
Y las posibilidades de revitalizarlo

¿Qué significa el humanismo en un entorno nihilista donde lo humano se encuentra en decadencia, desplazado por la furia de huracanes psico-ideológicos provenientes de la a veces oscura profundidad del ser?
Un ideal, un proyecto
El humanismo como modalidad de amparo existencial, como constructo de comunidad universal –de diálogo real, concreto, no dogmático entre seres pensantes–, como modo de convivir, es según se sostiene: “un ideal en continua e impredecible metamorfosis, un proyecto sujeto a modificación” (Sheila López Pérez. Sobre el pensamiento humanista).
El humanismo como idea raíz fundante ha cedido su espacio privilegiado de elaboración y tratamiento académico-intelectual para dar paso a concepciones individualistas y relativistas acentuadamente engañosas que intentan buscar la salida a cuestiones relacionadas con el progreso social y desarrollo material, al costo de impedir el perfeccionamiento espiritual y ético-político de quienes se declaran sus cultores.
El pensamiento de Nietzsche
En plena mitad del siglo XIX el pensamiento de este filósofo alemán remeció el andamiaje del humanismo y lo hizo tambalear; los efectos sísmicos de su trabajo avasallador aún continúan. Para entender su doctrina es necesario escarbar en su idea de hombre. Para Nietzsche “el hombre no es la consecuencia de un propósito expreso, de una voluntad ni de un fin; con él no se hace una tentativa de alcanzar ‘un tipo humano ideal’... siendo absurdo pretender descargar su modo de ser en algún fin” (Cómo se filosofa a martillazos).
“La humanidad no tiene en su conjunto fin alguno, y consiguientemente el hombre, al examinar su marcha total, no puede hallar en ella su consuelo, su descanso, sino su desesperación (Humano, demasiado humano).
Desde esta visión nietzscheana se abre una línea de análisis que permite explicar parcialmente determinados trastornos y conflictos que aquejan a la vida del hombre, a la existencia misma del ser y a la humanidad en el curso de los últimos dos siglos. Mucho del caudal torrentoso de la historia contemporánea está reflejado en ella, para mal o para bien.
Auge del falso humanismo
En Chile el Partido Humanista surgido en 1984, devenido después en la Alianza Acción Humanista Verde (año 1991), se convirtió en una versión de humanismo izquierdista muy particular en que desembocaron diversas visiones conformando un revoltijo de idearios narcotizantes que ha pretendido alimentar a sus seguidores sin fuerza nutritiva suficiente en un intento por dejarlos satisfechos y contentos: socialismo, libertarismo extremo, ecologismo y feminismo exacerbados, antineoliberalismo, nacionalismo e internacionalismo extraviados. Todo en un mismo vertedero.
El antecedente genético de este partido lo aportó La Comunidad, una especie de secta creada por Mario Rodríguez Cobos (también conocido como Silo). En Punta de Vaca (Argentina) cerca de la frontera con Chile, expuso su fórmula mágica para “humanizar la tierra” (año 1969).
Así partió este extraño Movimiento Humanista, cuyas ideas, símbolos y colores distintivos son los mismos del “siloismo”. Sus principios y mensajes son aquellos que dejara el denominado “Mesías de Los Andes”.
La posibilidad de otro diseño
Occidente y otras áreas del planeta –entre ellas las Américas– viven en medio de una atmósfera posmoderna de falsos humanismos y creciente antihumanismo. Diferentes “ismos” ocupan la agenda de determinados sectores sociales y políticos. Uno de estos, el wokismo, se ha convertido en punta de lanza cultural envenenada de la izquierda radical en varios países del hemisferio occidental donde la regresión valórica se ha instalado.
El humanismo como movimiento está en pleno deslizamiento regresivo. Ello explica que hoy sea más importante la preocupación por un animal que la existencia y dignidad de la persona. Cuando las bases estructurales están febles el humanismo empieza a derrumbarse y la tarea para reconstituirlo se torna compleja. Sin valores, sin respaldo ético, el humanismo carece de sentido y se transforma en una simple consigna al servicio de la perversidad de quienes manipulan la contingencia del momento.
Cuando el humanismo está cuestionado, anémico y en suspenso, ¿será posible hacer esfuerzos para revitalizarlo? ¿Será posible concebir un nuevo diseño de pensamiento que supere su dimensión ética actual y reformule su proyección filosófica, moral, cultural, política, social, económica? ¿Un diseño de características universales que no sea precisamente su polo opuesto?
He aquí una tremenda tarea para la paleolítica e ineficaz Organización de Naciones Unidas, para las Universidades desorientadas que han perdido el foco de su visión y de su misión, para los Estados y gobiernos que se ufanan de la defensa de los derechos humanos, la democracia y la libertad; también para las entidades intelectuales y sociales de diferente signo: marxista, socialista, conservador, liberal, libertario, cristiano, musulmán, budista, hinduista, agnóstico.
La tarea incumbe a todos, incluso a quienes se califican como transhumanistas y a aquellos cristianos que al perder la visión y dimensión comunitaria del ser y de la vida, han sido arrastrados por la secularización relativista.
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