Carlos Adrianzén
El agro nacional: ¿un botín ideológico?
Las dos fases de la agricultura peruana posvelasquista
Se escriben muchas cosas sobre el Agro Nacional. Por supuesto que existen (al menos dos) buenas razones para hacerlo. La primera implica la creciente importancia económica del sector, en términos productivos, tributarios, comerciales y –crucialmente– de generación de empleos y de divisas en el país. La segunda está directamente asociada a la primera: su peso electoral.
Esto no solo implica a la población de las zonas rurales empleada u ocupada en el sector. Implica también a los trabajadores y empresarios vinculados a sectores conexos (fundamentalmente dependientes de la agro exportación). Y –no marginalmente– implica a los electores urbanos y sus creencias y emociones vinculadas a el Agro y la Tierra.
En una nación donde las poblaciones originarias son un mito y donde la migración resulta algo secular, tratar de esbozar un porcentaje de los electores hábiles sensibles a lo que sucede en el agro resultaría un ejercicio descomunal… sino iluso. Lo que podemos deducir es que, en este plano, su importancia electoral es determinante (cuando se cuentan los votos, evento más que oscuro en estos tiempos). Lo que resulta clave develar en estos tiempos, es que este detalle lo conoce bien sólo uno de los polos ideológicos de la nación (los grupos socialistas–mercantilistas).
A pesar de los deplorables registros de los gobiernos izquierdistas desestabilizando, atrasando y generando cada vez mayor corrupción, ellos están allí, literalmente, corriendo solos. Desde los mercaditos y los medios de comunicación hasta la burocracia, las parroquias, las escuelas y las universidades. En esos ámbitos la discusión ideológica es tan pobre y sesgada que incluso a la más desatada centro izquierda… se le termina etiquetando como derecha.
En pocas palabras estimado lector, la suerte de nuestro país depende –en mucha mayor medida de lo que se discute– de lo que ha venido sucediendo, de lo que sucede hoy y de lo que pueda suceder en el agro nacional en los departamentos costeros o mediterráneos.
Por todo esto es muy bueno tener una visión ajustada de lo que viene pasando en el agro nacional. De hecho, vale la pena tener en cuenta que conocer esto no es lo usual. La prédica ideológica de izquierda (data-free o sin mayor evidencia empírica que contraste su narrativa) prevalece contándonos qué es lo que habría venido sucediendo, lo que sucede hoy y lo que podría suceder en el agro… sino votamos irreflexivamente por ellos. Para machacar ello tienen ejércitos de agraristas, periodistas y hasta curitas, debidamente financiados y alineados.
Pero… ¿qué viene pasando en el agro nacional?
La cosa resulta mucho más sencilla de lo que se nos quiere hacer creer. El cuadro de auge agropecuario sostenido (léase, actual auge agroexportador heroico) registrado en el periodo 1993-2024, hoy está siendo desmontado (ver Figura A).
Las agro exportaciones –también denominadas exportaciones agropecuarias no tradicionales– han explotado, bordeando los US$10,000 millones. A pesar de los continuos cambios de reglas, la deficiente infraestructura, la extrema debilidad gubernamental en la defensa mínima del orden público, la tolerancia explícita a la violencia ideológica, un tipo de cambio real recurrentemente rígido, y cada vez mayores castigos tributarios y regulatorios a los que exportan, en los departamentos costeros se logra exportar a un ritmo significativo. Nótese, en los departamentos mediterráneos… la figura es distinta.
En ellos, persisten niveles altos de atraso, mientras en la última década –gracias a la aplicación de la pócima mercantilista-socialista por los gobiernos en el poder desde el 2011– la pobreza, el desempleo y la desocupación se vienen elevando. Para enfocar esto, nada mejor que la perspectiva histórica (ver Figura B). Esta descubre implacablemente dos fases, ambas resilientes.
Por un lado, está la fase 1965-1993. Un largo periodo donde aberrantes y regresivas reformas sectoriales –románticamente bautizadas como reformas agrarias– así como la espuria Constitución Política de 1979 (un documento con claros lineamientos de corte socialista mercantilista), dibujaron –en forma consistente– la descapitalización y el estancamiento productivo del sector, así como el empobrecimiento de la población rural.
Aunque ningún mamotreto de la historiografía económica peruana se atreva a repetirlo, con la desaparición selectiva del respeto a la propiedad privada, a fines de esta fase dos tercios de la población peruana se ubicaba debajo de la línea de pobreza.
La segunda fase esbozada (periodo 1994 a la fecha), descubre un ambiente donde se desarrolló la agroexportación en la costa peruana. Se desmantelan parcialmente las reformas del belaundismo-velasquismo y el primer aprismo, así como la Constitución de 1979, y los agricultores hacen la diferencia. El Producto Agropecuario se cuadriplica en soles constantes en solo tres décadas. Desdichadamente este auge se registra mayoritariamente donde se puede razonablemente exportar.
En los departamentos mediterráneos, sin infraestructura adecuada, una severa descapitalización y corrupción burocráticas y las restricciones que implican la no operacionalizada empresarial del minifundio posvelasquista, las mejoras productivas en gran parte del país (son significativamente menores.
Nótese, que la participación relativa del sector agropecuario en la economía peruana prevalece estancada. Estamos aún muy lejos del techo.
Pero existe otra cara…
La tercera figura de estas líneas (ver Figura C) nos recuerda algo que pareciera que no queremos ver. El auge agropecuario post noventero es sólo destacable en comparación al estrepitoso fracaso Velasquista. Nótese que estamos comparando un incremento promedio que solo bordeaba el crecimiento demográfico (ese sueño malthusiano que lleva en el ADN todo izquierdista del tercer mundo). Comparándonos con naciones donde el auge agrario si resultó destacado, el auge peruano es en realidad una deuda.
En los últimos años, un crecimiento real per cápita de alrededor del 2% en promedio resultó mediocre, por más que tuvo un impacto fenomenal en la reducción de la pobreza costera y mediterránea entre el 2001 y el 2020. Sin embargo, es menester tener algo muy claro.
Para las agrupaciones de extrema izquierda o centro izquierda, el crecimiento sectorial alto y sostenido resulta algo indeseable. Toda una pesadilla electoral. Se derechizarían… tal como sostiene el actual presidente colombiano.
Ellos necesitan un sector rural empobrecido para que calen sus propuestas de dádiva desde el gobierno. Ellos no gobernarían para enriquecer al pueblo. Necesitan empobrecerlo.
¿Por qué no crecemos –exportamos– más hoy?
La figura D resulta impajaritable. Las políticas públicas de izquierda (mayor intervención estatal) resultaron económicamente tóxicas. Descubre, nítidamente, que las exportaciones agrarias –con Humala, PPK-Vizcarra, Sagasti-Castillo-Boluarte– el auge agroexportador peruano cayeron en una fase de evidente congelamiento. Pero esto no es lo realmente inquietante…
La figura descubre una tercera buena razón por la que los peruanos debemos ocuparnos hoy del Agro. Este configura un botín ideológico. Su atraso y estancamiento resulta vital para las agrupaciones de izquierda. No resulta casual que se financien generosamente los andares de los expertos, periodistas o curitas más oscuros y de peor formación técnica del medio.
No es casual tampoco que quieran, a como dé ha lugar, llevarnos hacia una constitución repleta de incentivos socialistas-mercantilistas (como los de la constitución Velasquista de 1979): o ya insinúen alicientes crediticios, cambiarios o tributarios (como los de la corrupción ochentera); y/o que se involucren apasionadamente que quebrar el orden público o la estabilidad política en áreas rurales. No resultan casuales sus alianzas con personajes violentos.
El corolario
Como ven, el sector agropecuario dibuja un ámbito apetecible para cierto sector ideológico local.
Y las preguntas de cierre aquí caen de maduras. Ad portas de nuevas elecciones generales ¿Se apropiarán otra vez del agro, su tradicional Botín? ¿Cuántos “niños” o filosenderistas colocarán en el Congreso y el nuevo Ejecutivo? ¿Cuánta pobreza traerán a las mayorías nacionales si se salen con la suya?
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