Javier Agreda
Dos más por Charly
Reseña de la novela del escritor Zein Zorrilla

Zein Zorrilla (Huancavelica, 1951) consiguió con Dos más por Charly (Lluvia, 2024) transformar la conocida historia del joven provinciano que llega a Lima a forjarse un futuro en una “una novela singular e inclasificable”, según afirma el antropólogo suizo Martin Lienhard en el prólogo de la primera edición del libro, publicado originalmente en 1996. Y no por lo original de las peripecias de Charly sino por la irrupción en el relato de elementos poco comunes en nuestra narrativa urbana.
Carlos Guzmán, el “Charly” de Zorrilla, es miembro de una familia mestiza, propietaria de una pequeña hacienda en Quillabamba, y viene a Lima para seguir estudios de ingeniería. Después de postular tres veces a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), se ve envuelto en un malentendido que lo hace pasar como ingresante. Charly no se atreve a aclarar este enredo y a partir de entonces lleva una vida de mentiras y simulaciones, que concluye con su muerte atropellado por un camión justo delante de la universidad a la que nunca pudo ingresar.
Las acciones narradas nos llevan constantemente desde la modernidad limeña hasta el tradicional mundo de los campesinos provincianos porque todos los personajes de la novela tienen características muy similares: pertenecen al mismo grupo social (pequeños propietarios serranos), cuentan la misma historia familiar (crisis en las haciendas, pérdidas de cosechas, invasiones de comuneros) y comparten el mismo ideal: el del título profesional como único medio para llegar a “ser alguien”.
Esta monotonía, tanto temática como ideológica, da a la novela una atmósfera cerrada, opresiva y asfixiante, “de película muda o esperpento”, al decir de Lienhard. Y pese a que Zorrilla emplea un narrador omnisciente en tercera persona, es obvio que tanto este narrador como el propio autor participan de las características de los personajes. Así, los sentimientos de Charly se entrelazan con los del narrador, y de esa fusión emergen pasajes de un patetismo desmesurado: “Si su nombre no aparece en las nóminas (de ingresante), la estrecha senda de su vida se hundirá bajo sus plantas y lo dejará caer en las ciénagas del fracaso, de la humillación, de la más lóbrega y eterna noche”.
Socialmente demasiado cerrada para dar cuenta del amplio proceso de transformaciones que sufre el país, esta novela nos muestra, con la fidelidad de un retrato autobiográfico, algunos de los problemas que tienen los migrantes andinos para entender e integrarse a la dura vida urbana limeña. Este desencuentro origina algunos de los rasgos más singulares de “Dos más por Charly”, como el lenguaje grandilocuente y con ciertas resonancias modernistas. O esas extrañas descripciones de la ciudad en las que los escasos jardines o las modulaciones de la luz solar parecen ser los elementos más importantes.
Resulta especialmente notoria y significativa la presencia en esta narración de mitos netamente andinos. El cabrero Enríquez que se presenta en el capítulo cinco, y cuyas cabras son en realidad pecadoras arrepentidas, es un típico caminante “condenado” andino. También la función de mensajeras e intermediarias que cumplen las mujeres en la familia de Charly es muy parecida a la de los “chaupis”. El mismo Charly, obligado a vivir lejos de su hogar y rodeado de apariencias engañosas, es también, de alguna manera, un caminante condenado. Así, Dos más por Charly se convierte en una interesante muestra de sincretismo entre formas literarias netamente occidentales y modernas, con mitos y tradiciones de origen andino.
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