Renzo Ibañez

Democracia y transformación social

Apuntes sobre ideología y doctrina aprista

Democracia y transformación social
Renzo Ibañez
19 de junio del 2023

 
“Cuando las ideologías se convierten en utopía y en fanatismo, cuando se olvidan de que cada realidad es diferente, fracasan”. –Haya de la Torre, 1978[1].

“Quien se limita a repetir una frase o un texto inicial fuera del contexto creativo y progresivo de la ideología aprista en Haya, traiciona la esencia misma del aprismo, porque Haya de la Torre fue un genio dialéctico, intuitivo y realista, que dio a su pensamiento un carácter actualizante. Nunca se congeló, ni en el origen ni en el tiempo”. -Alan García Pérez, 2008[2]. 

A pesar de su reciente inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones, es indispensable reconocer que el Partido Aprista Peruano vive todavía una crisis debido, entre otros aspectos, a la súbita ausencia de un liderazgo como el de Alan García. Esa desaparición tomó al Partido por sorpresa cuando él recién estaba desarrollando esfuerzos por formar una generación de recambio. Afortunadamente nos dejó discursos, clases, y libros en los que demuestra haber sido el más destacado de los discípulos de Víctor Raúl Haya de la Torre, jefe y fundador del APRA, movimiento político cuyo pensamiento o una parte de él pretendo interpretar y explicar a través de estas líneas, a la luz de los casi 100 años transcurridos desde su fundación.

 

Pan con libertad y política de realidades

En el aprismo, tanto en lo doctrinal como en lo político y en lo organizativo, lo fundamental es estar atento a los nuevos signos de los tiempos para saber abrir nuevos derroteros. Lo esencial permanece: ni libertad sin pan, ni pan sin libertad; es decir, justicia social en democracia, con América Latina unida.

Así, mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, Haya de la Torre encontró en el discurso de las “Cuatro Libertades”[3] del presidente Franklin D. Roosevelt el eco de su prédica de libertades con justicia social. El impacto que causó en el ideólogo aprista lo podemos resumir en lo siguiente: “no comportan un principio revolucionario para una exclusiva clase social como proclama el comunismo, ni para una sola raza como vocea el nazismo. Son más amplias, van más lejos. Son la bandera de la nueva revolución democrática del siglo XX para todos los hombres, para todos los pueblos sin distinción racial, religiosa o clasista. Pero son, claro está, el signo prevaleciente de justicia social para aquellas razas, credos y clases que más han sufrido expoliación, sometimiento, persecución y terror”[4]

Siguiendo esa línea, en la primera convención clandestina del Partido de 1942 Haya de la Torre propuso un entendimiento constructivo con los EE UU —el “interamericanismo democrático sin imperio”, con el que pretendía un trato igualitario, cordial y de cooperación con el propósito de afianzar las democracias latinoamericanas y persistir en la denuncia antimperialista, habida cuenta el poder destructivo del nazismo, nueva forma de imperialismo racista.

Luego, ya en 1945 apuesta por una política de reformas basada en el siguiente lema: “No se trata de quitar la riqueza al que la tiene sino crear riqueza para el que no la tiene”, dejando en claro que había superado su propio postulado del “Estado Antimperialista”, fuertemente interventor y de capitalismo de Estado, para dar paso al Estado concertador ya pergeñado en 1931 bajo la propuesta del Congreso Económico Nacional, lo que implicaba la aceptación de los principios básicos de las democracias liberales como la alternancia en el poder, la separación de poderes, y el respeto a las libertades individuales.

En ese sentido, Haya de la Torre consciente de que los entendimientos en la conferencia de Yalta acarrearían peligros en las endebles democracias latinoamericanas, prefirió nuevamente una relación armónica con los EEUU (siempre sin imperio) que una sumisión al expansionismo soviético. Por eso añadía: “Nosotros no aceptamos la dictadura ni de izquierda ni de derecha, porque somos democráticos y creemos en la libertad. Que no nos digan ni nos hablen de dictaduras emancipadoras. […] Para nosotros, la renovación social está en la entraña misma de la democracia”[5].

Este principio democrático del aprismo es fundamental para analizar los nuevos fenómenos que ponen en peligro nuestras libertades, entre los que destacan la nula capacidad del sistema político por procesar las demandas ciudadanas, la injerencia de gobiernos alineados con el socialismo del siglo XXI que buscan nuestro sometimiento, la entrada de capitales con intereses geopolíticos subalternos, organizaciones no gubernamentales que no creen en la democracia, ni en la inversión sana y actúan como capitostes y financistas de movimientos desestabilizadores, los discursos de odio de algunos movimientos religiosos ultra conservadores, los nacionalismos intolerantes, entre otros.

Por esta razón los apristas discrepamos con el neoliberalismo por su apreciación individualista y no solidaria del desarrollo social; así como discrepa con el extremo-izquierdismo por su idealización del autoritarismo. En ambos extremos se encuentran fórmulas populistas, demagógicas que no toman en cuenta los plazos constitucionales ni las fuerzas técnicas para poder cumplir sus promesas, polarizan las sociedades desoyendo y anulando al adversario, al mismo tiempo que tras sus discursos maniqueos y encendidos se incuba la más grosera corrupción.

 

La fraternidad como categoría política

Este un tema en el que me gustaría profundizar más, pero debido al espacio que requiere un artículo solo lo reseñaré.

Los apristas se caracterizan por la práctica de la fraternidad como un método solidario aplicado a sus relaciones organizativas internas y también a los vínculos con los sectores del pueblo con quienes comparte sus luchas. Sin embargo, el concepto de fraternidad no termina allí. No es un principio político doméstico ni propio de un sector social, creemos que debe traducirse en un estilo de hacer política que fortalezca la democracia, se trata de elevarla a una categoría política superior. A pesar de su gran importancia sobre todo en países como los nuestros, es el principio olvidado de la triada de la Revolución francesa de la que occidente y el aprismo es tributario: “libertad”, “igualdad” y “fraternidad”, pues los grandes debates políticos y filosóficos mundiales se centraron en los primeros dos dejando de lado este valor fundamental.

El aprismo está a favor de que la práctica política ayude a desarrollar relaciones de confianza, entendimiento y solidaridad entre todos los actores de la democracia. Este es un pendiente doctrinario urgente pues según la Encuesta Mundial de Valores estamos liderando el ranking de desconfianza social de un total de 50 países evaluados.

Si cunde la desconfianza, es imposible la democracia. Solo por este camino, sin discriminaciones, sin prejuicios y sin sospechas gratuitas contra el “otro”, podemos lograr una alternancia efectiva, una política pluripartidaria sobre la base de organizaciones sólidas y superar lo que yo llamo la alternancia simulada en la que estamos inmersos, donde los partidos políticos se improvisan, sus integrantes cambian fácilmente de bando y quienes en realidad gobiernan son camarillas burocráticas enquistadas en el Estado con fines inconfesables, aliadas de poderes de facto mediáticos y seudo-progresistas  que toman las instituciones judiciales a modo de extorsión y control de todo lo que se le oponga. Un país de iguales y libres, es un país fraterno que valora el pluralismo y el espíritu de apertura.

Cuánto hubiéramos avanzado si luego del segundo gobierno aprista, en vez del odio cainita del ollantismo y su mega-comisión, se hubiera implantado el cogobierno de la diversidad. Por eso,  el aprismo está a favor de la transparencia, la meritocracia y sobre todo la confianza para lograr el concordia ordinum que nos enseñó Cicerón y nos actualizó Haya de la Torre en una célebre conferencia del  6 de octubre de 1945 titulada “El gran desafío de la democracia”, que todo aprista debe estudiar y todo peruano debe conocer.    

 

Estado-Nación, inclusión social e interculturalidad

En el Perú, como es bien sabido, existe una larga discusión sobre si la “nacionalidad peruana” corresponde a una sola identidad cultural o si está formada por identidades culturales en conflicto (las aspiraciones de los pueblos quechuas, aimaras, awajun, etc.). El punto de vista aprista discrepa con la visión de un Perú culturalmente escindido en segmentos étnicos dotados de culturas apartadas y distintas. Tal visión se contradice con la evidente realidad del mestizaje y la integración a todo lo largo de la historia republicana. Lo mismo se aplica al proceso migratorio que ha hecho de Lima la ciudad peruana con más amplia población que habla quechua y aimara. Entendemos el Perú como un Estado-Nación que mediante un sistema integral de plenas garantías, favorecerá una mayor inclusión e interculturalidad.

 

Defensa de los intereses laborales dentro del Estado de Derecho

El aprismo no considera la democracia como un medio para lograr otro sistema social sino como un fin en sí mismo, dentro del Estado de derecho. Por consiguiente, las reclamaciones sindicales y el derecho de los trabajadores a una mayor remuneración y mejores condiciones de vida deben conducir a una más efectiva armonía social en beneficio de la democracia y el desarrollo nacional. Esta concepción fue puntualizada por Haya de la Torre en el I Congreso Nacional del PAP de 1931: “El aprismo es un partido democrático de izquierda. Considera la democracia como una función tanto política como social. Vale decir, otorga a la concepción democrática un contenido funcional (…) el aprismo —y esta es su esencial diferenciación de los viejos partidos y de las totalitarias y dictatoriales internacionales comunistas y fascistas— considera a la libertad del hombre como ciudadano, como trabajador, inseparable de la justicia social. Por tanto, su concepción de una libre democracia es inherente a la de una democracia económica”[6]. 

 

El Perú que el aprismo anhela

El desarrollo económico y social, entendido en forma integral como también lo propuso Amartya Sen (Premio Nobel de Economía 1998), sólo puede darse en libertad y por tanto incorporando el derecho al trabajo y a la iniciativa económica dentro de la doctrina de los derechos fundamentales. Debemos dar prioridad al desarrollo agroindustrial regional y fortalecer la descentralización, bajo criterios de sostenibilidad y fortalecimiento de la democracia. El APRA trabaja dentro de esta orientación. Siguiendo los lineamientos trazados por el Presidente Alan García en el exitoso período de gobierno 2006-2011, los apristas trabajaremos para que el Perú sea un país líder en nuestro continente, con una democracia consolidada que crece sostenidamente con equidad, con regiones que integren transversalmente el territorio nacional; un Estado que promueva el desarrollo integral de las personas, la preservación del medio ambiente y la cultura. El aprismo sigue siendo el pueblo en marcha y la mejor herramienta de transformación social en beneficio de los pobres del Perú.

 

[1] Entrevista para el diario Hoy de Santiago de Chile, julio de 1978. Soto Rivera, Roy. Haya de la Torre en 40 reportajes. Lima, 1983, Okura editores, p 422.
[2] García Pérez, Alan. “Palabras iniciales”. La revolución constructiva delaprismo. Teoría y práctica de la modernidad. Lima, 2008, S/e, p. 15. 
[3] Fueron proclamadas el 6 de enero de 1941, fueron principios con los cuales Estados Unidos ofrecía su apoyo a los aliados de la guerra; estas eran: Libertad de expresión, libertad religiosa, libertad de la miseria y liberta de vivir sin temor.
[4] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Y después de la guerra ¿qué?. Lima, 1946. Editorial PTCM, p. 212,
[5] Haya de la Torre, Víctor Raúl: “Discurso del reencuentro”, 20 de mayo de 1945; Obras completas, ed. Mejía Baca, Lima, tomo V, pp. 346-347.
[6] Haya de la Torre. Obras completas. Lima, 1976. Ed. Mejía Baca, tomo V, p. 43.

Renzo Ibañez
19 de junio del 2023

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