Javier Agreda

Deconstruyendo a Robinson Crusoe

J. M. Coetze vuelve a relatar la historia en la novela “Foe”

Deconstruyendo a Robinson Crusoe
Javier Agreda
29 de abril del 2021


Cuando en 1719 el inglés Daniel Defoe publicó, tras un largo peregrinaje editorial, su novela
Las aventuras de Robinson Crusoe dio origen a un vigoroso y complejo mito en el que se reunían la religiosidad y el colonialismo de la época con el elogio del individualismo y la capacidad de trabajo. Como todo mito, el de Robinson ha sido interpretado y actualizado por las siguientes generaciones de escritores, intelectuales y filósofos, incluyendo al propio Marx. Una de las más originales y polémicas versiones de esta vieja historia es la novela Foe (1986) del escritor sudafricano J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940).

Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003, respeta la época y los lugares del original, pero introduce algunas novedades, como el personaje de Susan Barton, quien es abandonada en la isla, aparentemente desierta, en que viven un casi senil Robinson Cruso (sin la e final) y Viernes, su esclavo mudo. Después de un año de la llegada de Susan el trío es rescatado por un buque mercante inglés y Robinson muere durante el viaje. Ya en Londres, Susan se hace cargo de Viernes y busca al escritor Daniel Foe para que convierta la aventura en la isla en una narración literaria. Pero Foe (palabra que en inglés significa “enemigo”) no parece tener tiempo para escribir el libro, pues vive tan agobiado por las deudas como el verdadero Defoe.

Casi toda la novela está constituida por las cartas que Susan le escribe a Foe. En la primera parte, las cartas cuentan las peripecias en la isla; en la segunda, estas cartas adquieren un carácter metaliterario. Susan se convierte en un personaje en búsqueda desesperada de su autor: “Señor Foe, hágame recobrar el ser que he perdido: esta es mi súplica”. Solo en la tercera y última parte (hay una cuarta parte que es un colofón poético) Foe habla directamente con Susan, en una conversación enigmática y rica en ideas. En ese extenso diálogo uno de los temas recurrentes es Viernes, su condición de esclavo y su imposibilidad de acceder al lenguaje; detalle que parece aludir a las reflexiones de G.Spivak sobre los sujetos "subalternos". En la ficción de Coetzee no se afirma ni se descarta que Cruso le haya cortado la lengua a Viernes.

Las diferencias entre este relato y su prestigioso modelo están marcadas por los temas de debate cultural de nuestro tiempo: la importancia del personaje femenino (en el original no hay mujeres), la apatía y falta de religiosidad de Robinson, la problemática derivada del origen y destino de Viernes. Y así como Cruso es más un hombre del siglo XX que del XVIII, Foe es también un escritor con una muy posmoderna falta de certezas: “... en mi vida de escritor a menudo me he visto perdido en el laberinto de la duda”, “¿hasta qué punto el escribir no es sino mera divagación?”. Son estas dudas la verdadera causa de su reticencia a escribir el seguramente exitoso libro sobre esa isla desconocida.

Mientras ese libro no se escribe, todos los personajes viven en un extraño limbo, un mundo irreal en el que aparecen y desaparecen personajes como una fantasmal y absurda hija de Susan. Esos detalles y lo vago e impreciso de muchas de las reflexiones de los protagonistas hacen que se pierda bastante de la tensión narrativa. De todas maneras, Foe resulta una interesante actualización del viejo mito, además de ser la primera de la serie de novelas metaliterarias de Coetzee, que ltiene su mejor expresión en El maestro de Petersburgo (1994), basada en la vida y obra de Dostoievski.

Javier Agreda
29 de abril del 2021

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