Édgar Villanueva

Crisis política y corrupción: ¿la democracia en riesgo?

Se está jugando con fuego, abriendo una puerta al abismo

Crisis política y corrupción: ¿la democracia en riesgo?
Édgar Villanueva
24 de noviembre del 2017

El escándalo de Lava Jato está arrasando con toda la clase política del país. Existe la percepción de que todos están embarrados, desde los izquierdistas (ahora les tocó a Villarán y compañía), los del centro y hasta la derecha; todos parecen estar enmierdados en la misma alcantarilla (hasta un amoroso exministro complica al Gobierno). El vómito negro de esta corrupción política-empresarial es un huaico imparable y mancha (justa o injustamente, ya se verá) a todos los líderes políticos. Lava Jato es la cloaca que, por las últimas declaraciones de M. Odebrecht, puede traer un tsunami de pronóstico reservado. Esperamos, por ejemplo, que las barbaridades dichas sobre el presidente sean falsas. Él lo ha desmentido firmemente, y yo quiero creerle sinceramente.

Toda esta náusea es el telón de fondo y da la pauta de la actual y complicada crisis política. Ni la clasificación de la selección al Mundial Rusia 2018 ha amainado los ánimos. Fuerza Popular, levantando las banderas de “la lucha contra la corrupción”, ha continuado con prisa y sin pausa con su embestida en las últimas semanas y contra blancos como el Gobierno, el Ministerio Público, el T.C., los medios, etc. Conducta leída, por muchos, como parte de un plan golpista ya puesto en marcha. Muchos políticos creen en la existencia de ese “plan golpista”, que tendría por objeto impedir la investigación a la dupla Keiko Fujimori - Joaquín Ramírez, y que no pararía hasta la vacancia de PPK por incapacidad moral (Constitución, artículo 113).

Otros analistas, en cambio, sostienen que esa conducta no es más que una torpe demostración de fuerza, “una pataleta keikista… ya que continúan con sangre en el ojo” por la derrota indigesta, y que solo busca atarantar y neutralizar a los enemigos que, al interior del Estado, complotarian contra su lideresa. En buen romance “el plan golpista es solo un cuco”.

En el análisis es bueno no confundir la estrategia de FP con sus tácticas. Su estrategia es ganar el poder (2021), para ello su táctica es exhibirse como vanguardia de oposición radical contra el Gobierno, convencidos de que, dado el rápido desgaste del régimen pepekausa, es la mejor manera de liderar al pueblo decepcionado. Piensan los keikistas que esto que funcionó para otros en el pasado, también funcionará para ellos. Esa lectura y táctica, en mi criterio, son erradas.

Hay que considerar que el fujimorismo domina un poder del Estado aplastantemente (Congreso), de cuyo ejercicio, que desgasta, rendirá cuentas ante la población. En los hechos, el poder en el Perú está compartido, como compartidas serán las pérdidas o las ganancias. La evidencia indica que hoy el Parlamento está tan o más cuestionado que el Ejecutivo (ver encuestas), porque no solo hay la percepción de que es obstruccionista sino, y sobre todo, que es incapaz de proponer reformas imprescindibles para desarrollar el país. Un tema que a la larga le pasará factura a la candidatura de Keiko Fujimori.

Sin embargo, la explicación de esta conducta belicosa de FP está en el factor tiempo. En efecto, el tiempo está jugando en contra de la candidatura de Keiko; pero paradójicamente no porque le sea escaso, sino porque le sobra mucho hasta el 2021. Y si no administran bien el poder que tienen, el desgaste de su candidata será solo, aunque parezca redundante, cuestión de tiempo. Más aún por el estilo político de Keiko: silente y casi clandestina, sin liderazgo público, amén de los problemas con Kenji y los “albertistas”.

Ante la encrucijada que les pone el tiempo, los fujimoristas sobreactúan torpe y reactivamente, mostrando el punche de su mayoría, denunciando o asumiendo denuncias contra instituciones (Presidencia, MP, TC) y rechazando la propuesta de “coexistencia” de Mercedes Aráoz sobre puntos mínimos de trabajo. En fin, parafraseando a Ricardo Gareca, diremos: “El desafío para Keiko Fujimori ahora es sostenerse en el tiempo”. O sea que requerirá muchísimo oxígeno.

Al proceder obcecadamente, disparando “sin medida ni clemencia”, el fujimorismo corre riesgo de cavar su propia tumba, y de continuar así debilitará más la precaria institucionalidad que sufrimos. Cuando, al contrario, su tarea debería ser reformarlas radicalmente desde el Congreso. El no entender que el fracaso del actual Gobierno será igualmente su fracaso, es miopía política de los naranjas.

Cuando la táctica falla corre riesgo la estrategia. FP está jugando con fuego, porque resultará abriendo una compuerta hacia el abismo, sembrando desestabilización e ingobernabilidad y, llegado el momento (de no desistir), cuando crean que han logrado que su lideresa tenga el suficiente oxígeno para llegar al poder, ¡cuidado! pues pueden cosechar tempestades. Porque hay una “crisis en las alturas”, pero las masas todavía está en otra. Ningún partido representado en el Parlamento, menos el Ejecutivo, tienen capacidad de movilización o convocatoria; pero el pueblo sí puede estallar de modo impredecible.

El adagio: “Nadie sabe para quién trabaja” puede jugarles a todos en contra si no buscan a tiempo una salida política a esta grave crisis que está poniendo en riesgo la democracia.

Édgar Villanueva
24 de noviembre del 2017

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