Aldo Llanos
¿Cómo afrontan la crisis política los creyentes en el Perú?
Nuevamente la tensión entre verdad y libertad

Conforme pasan los días y el Congreso de la República no consigue el consenso necesario para adelantar las elecciones generales, las redes sociales y diversos espacios de conversación y debate en torno a nuestra crisis política van mostrando un mayor grado de polarización. Y en estas conversaciones también se han hecho notar quienes se identifican abiertamente como creyentes en Dios.
Una de las razones (quizás la mayor) de esta crisis, es la polarización “polarizadora y polarizante” que como sociedad padecemos, y que lastimosamente, muchos creyentes vamos cayendo en su espiral. Por un lado, se encuentran las declaraciones oficiales realizadas por la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) y por diversos obispos en especial del sur andino; y, por el otro, las publicaciones de diversos sacerdotes, religiosos(as) y laicos pertenecientes a alguna congregación, apostolado o movimiento.
En el primer grupo, ha primado la prudencia de la CEP, intentando no caer en el juego del discurso polarizador; mientras que, las últimas cartas de los obispos del sur, han sido un llamado dramático a encontrar una salida urgente a esta situación. Debo remarcar que, aun siendo duramente criticadas dichas cartas por un sector de fieles sobre todo de Lima, dichos obispos han escrito sus cartas desde sus respectivos contextos, en los cuales, se encontraba (y se encuentra) el voto duro de Pedro Castillo y un profundo sentimiento de ser relegados políticamente por la capital (ver las encuestas de diciembre y enero de IPSOS y del IEP al respecto). Pienso que el contexto del sur andino no estuvo vislumbrado, desde un inicio, por Dina Boluarte y por un sector del Congreso.
En el segundo grupo son notorias tres posiciones: la primera, a favor de las protestas (de forma abierta o de forma solapada); la segunda, en contra de las protestas (casi todas abiertamente); y la tercera, a favor de la paz y del cese de toda violencia. Si algo tienen en común las tres posiciones es en el uso de citas bíblicas, citas de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y de diversos papas y santos, con las que pretenden “legitimar” sus posicionamientos.
Me detendré en las dos primeras posiciones del segundo grupo. ¿Se puede “legitimar” una posición política desde una base cristiana? Estoy convencido de que la polarización en ello es, en el fondo, el resultado de la vieja tensión entre verdad y libertad.
Para creyentes progresistas y conservadores atrapados en el fuego polarizador y polarizante, la libertad es concebida como “autodeterminación”, siendo en esto ambos grupos herederos de la modernidad y de la estela kantiana, para la que “dios” se postula como principio de toda libertad (aunque sin dejar en claro si este “dios” es real o pura imaginación). En efecto, para estos, la autonomía del hombre equivale a teonomía, lo que significa que Dios quiere y exige que nuestra razón práctica, juzgue siempre autónomamente. Si esto fuera así, ya no habría verdad alguna previa a la autodeterminación de la libertad.
Sin embargo, tenemos conciencia de que es nuestra experiencia primigenia de lo verdadero y de lo falso lo que nos empuja a tomar posición por la verdad, constituyéndose en nuestra experiencia prerreflexiva de la existencia de Dios. Por ello, no debemos tomar posiciones políticas y justificarlas cristianamente si es que estas son tomadas inmediatamente desde las emociones (construyendo narrativas victimistas por un lado y “terruqueadoras” por el otro), o por adhesión a consignas políticas.
Por ello, aquellos que suscriben posiciones alturadas en favor del bien común, de la paz y la justicia y, en consecuencia, en defensa del Estado de Derecho bien entendido, asumirán que el espejo de la verdad es su conciencia y que la verdad es Jesucristo, por lo que tomar una posición por Él, es tomar una posición en comunión con la Iglesia, que interpreta a Jesucristo auténticamente. Pero nuestro sentido moral no es infalible, debido a una pobre formación cristiana (que impide el recto juicio y el discernimiento) o al orgullo, que hacen posible la prevalencia práctica de la autodeterminación (libertad en sentido moderno) sobre la verdad, siendo ese el principio de toda polarización, polarizadora y polarizante, y del sometimiento de la realidad (y la verdad) a la ideología, lo que explica las justificaciones de las protestas y la represión violenta acríticamente, desde el cristianismo.
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