Luis Enrique Cam

César Vallejo: Una mañana de lluvia en Viernes Santo

Sobre el gran poeta peruano, a 87 años de su muerte

César Vallejo: Una mañana de lluvia en Viernes Santo
Luis Enrique Cam
23 de abril del 2025


César Abraham Vallejo Mendoza es una de las voces poéticas más singulares y trascendentes del siglo XX, a la altura de figuras como Rubén Darío, Pablo Neruda y Gabriela Mistral.

Su obra, profundamente original, está impregnada de conflicto, rebeldía y una cierta desilusión existencial. Fue el menor de once hermanos en el seno de una familia humilde. Nació en 1892, en la provincia andina de Santiago de Chuco, ubicada en la sierra de La Libertad, al norte del Perú.

La vida de Vallejo estuvo marcada por constantes privaciones y limitaciones materiales. Trabajó como ayudante de cajero y maestro de escuela primaria. Se trasladó a Lima con la intención de estudiar Medicina en la Universidad Mayor de San Marcos, un sueño que pronto debió abandonar por razones económicas. Luego se desempeñó como preceptor de los hijos de Domingo Sotil, un hacendado con tierras en Acobamba, Pasco.

En enero de 1912, el joven Vallejo, movido por una melancolía temprana, escribió el poema “Vida e ideal”, que fue publicado en la revista El Minero Ilustrado de Cerro de Pasco:

Juego… ¡Qué sé yo de la suerte mía!

Juego… Y enervado con la alegría,

Jamás horizonte alguno escudriñó.

¡Oh! ¡Cuán feliz es nuestra Edad de Niño!

Pero al fin salgo de esa edad de plata,

Y nada hay que me agite y que me abata:

Mi alma crisálida en risueño manto

Deja el dintel del Poderoso Santo

Que arrulla apacible a la Adolescencia

Ante el sagrado altar de la Inocencia,

Con su regazo a la sonrisa abierto…

Llego entonces, cual despertando de un sueño.

¿Dónde? Veo un mundo que es solo empeño,

Donde hay rostros con gestos de amargura

Y habiendo en todos tonos de mesura,

Hay otros que sonríen de contento:

¡Ideal, Ideal: hoy eres viejo!

¡Vida, Vida: cuánto de ti me quejo!

Empezó con mi Ideal mi desgracia;

Murió mi felicidad con mi Infancia.

Mi vida de hoy es amarga, y con ella,

En su realización, amarga y bella,

Es mi acariciada e imposible Idea…

… ¡Inclina! ¡La voluntad de Dios sea!

Su poesía adquiere un tono melancólico, abordando temas de profunda humanidad. Se traslada a Trujillo, donde se matricula en el primer año de la Facultad de Letras, al tiempo que trabaja como maestro en una escuela primaria y, más adelante, en el Colegio Nacional de San Juan. Durante las noches, participa activamente en la vida bohemia trujillana, compartiendo tertulias e inquietudes con destacados intelectuales como Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Óscar Imaña y Víctor Raúl Haya de la Torre. Obtiene el grado de bachiller en Letras con la tesis El Romanticismo en la Poesía Castellana, la cual es aprobada con honores y posteriormente publicada. César Vallejo concluye:

- “Por ahora nosotros anhelamos, pues, la difusión de la cultura en la masa popular y el desarrollo económico, como medio de formar una literatura brillante, digna de nuestra amada patria”.

En 1918, ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos. Ese mismo año asume el cargo de director en el colegio privado Barrós e inicia una relación amorosa tan intensa como conflictiva con Otilia Villanueva, una joven de quince años, cuñada de un amigo y colega. Esta relación, considerada escandalosa, le costará tanto su puesto de trabajo como su vínculo con ella. Otilia, sin embargo, se convertirá en musa e inspiración de varios de sus poemas posteriores.
En 1919, logra publicar su primer libro de poesía: Los heraldos negros, obra en la que, desde los primeros versos, se percibe una voz lírica profundamente original y personal. 

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡yo no sé!

Golpes como el odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma ... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son la crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre ... Pobre ... ¡pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes .... ¡yo no se!

Aunque la crítica oficial en Lima se muestra indiferente ante esta nueva propuesta poética, el poemario recibe elogios en diversos diarios y revistas que reconocen su originalidad y fuerza expresiva.

En 1920, Vallejo regresa a Santiago de Chuco, donde es arrestado y permanece encarcelado durante 112 días, acusado injustamente de haber incitado un motín popular.

- “Fui procesado por incendio, asalto, homicidio frustrado, robo y asonada”

Sus compañeros, junto con estudiantes universitarios y periodistas, inician una intensa campaña por su liberación. 

La experiencia de la prisión dejará en César Vallejo una huella profunda e imborrable. Su sensibilidad hacia los desamparados del mundo, la dignidad de los pobres y los derechos de los reclusos —compañeros de infortunio— se agudiza notablemente.
Durante su encierro, escribe varios cuentos y algunos de los poemas que formarían parte de su segundo libro: Trilce.

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

Ahora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.

Estando en la cárcel, con el sobrenombre de “Korriscosso”, ganó el segundo premio de poesía de un concurso convocado por la Municipalidad de Trujillo con el poema “Flaba de gesta” (Elogio del Marqués).

¡Torre Tagle! En Trujillo, la noche, la heroína,

anudaste los lazos del continente con

las fecundas raíces de nuestra libertad,

raíces tantas veces rotas del corazón.

Trujillo, contaste la última cuenta épica

del rosario de dianas de la emancipación,

aquellas marsellesas tuvieron que admirarte

cual cerraban la curva del reto con tu voz.

Y la América entera te adeuda a ti el empuje

final, el martillazo sobre falso cristal;

y el Perú agradecido sabe que hay en su escudo

las huellas de tu yunque que no se borrarán.

Tú, la sangre de España, que se embarcó al Misterio

en velas de coraje, pecho de par en par,

tú, regresaste al fondo de la gran raza hispana,

valor cuajado en Bronce y amor en Libertad.

El 26 de febrero de 1921 sale de la cárcel bajo libertad condicional. A fines de marzo viaja a Lima y es nombrado profesor del colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.

En 1922, de forma modesta y con sus propios ahorros, logra imprimir en los talleres de la penitenciaría central de Lima, su poemario: “Trilce”.

Esta obra es una de las más revolucionarias de la poesía en lengua española. En su aparición produjo comentarios desconcertantes. Un famoso crítico literario escribirá en la revista Mundial de Lima:

- “¡Un nuevo libro incomprensible y estrambótico: Trilce!”.

La genialidad de su obra tardará en ser comprendida.

Vallejo, consternado por estos primeros comentarios, le escribe a su amigo Antenor Orrego:

- “El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista ¡la de ser libre! Si no he de ser libre, no lo seré jamás (…) Quiero ser libre, aún a trueque de todos los sacrificios. Por ser libre, me siento en ocasiones rodeado de espantoso ridículo con el aire de un niño que se lleva la cuchara por las narices…”

Vallejo permanecerá rebelde a lo que la sociedad burguesa proscribe. Sus formas vanguardistas y neologismos son el cauce de una enorme fuerza y ternura que rompe con las estructuras clásicas del idioma, la sintaxis y la ortografía usual.

Con una tirada de solo 200 ejemplares en marzo de 1923 publica “Escalas” su primera obra narrativa, conjunto de estampas y relatos escritos durante su tiempo en la cárcel.

El libro termina con el cuento titulado “Cera” que narra en primera persona el sórdido ambiente de los fumaderos de opio en el barrio chino de Lima, lo que hoy es el jirón Paruro, cuadra ocho. 

- “Aquella noche no pudimos fumar. Todos los ginkés de Lima estaban cerrados. Mi amigo que conducíame por entre los taciturnos dédalos de la conocida mansión amarilla de la calle Hoyos, donde se dan numerosos fumaderos, despidióse por fin de mí, y, aporcelanadas almas y pituitarias, asaltó el primer eléctrico urbano y esfumóse entre la madrugada.

Todavía me sentía un tanto ebrio de los últimos alcoholes. ¡Oh mi bohemia de entonces, broncería esquinada siempre de balances impares, enconchada de secos paladares, el círculo de mi cara libertad de hombre a dos aceras de realidad hasta por tres sienes de imposible! Pero perdonadme estos desahogos que tienen aún bélico olor a perdigones fundidos en arrugas.

Quise entonces fumar. Necesitaba yo alivio para mi crisis nerviosa…”

Declarado cesante de su puesto como profesor en el colegio Guadalupe, decide embarcarse rumbo a París en junio de 1923. No volverá jamás al Perú.

En Europa atravesará una constante estrechez económica. Se dedicará a hacer traducciones y a colaborar con diversas revistas y periódicos. Inicia entonces su relación con Georgette Phillipart, quien será su compañera fiel hasta el final de sus días.

Atraído por las ideas comunistas, viajará a la Unión Soviética en tres ocasiones. Publicó el libro Rusia en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin, que alcanza un éxito inusitado, agotando tres ediciones en apenas cuatro meses. Sin embargo, la editorial no le abonará los derechos de autor.

En 1929 es expulsado de París debido a su militancia comunista, y se traslada a España.

En Madrid, en 1931, se inscribe como miembro del Partido Comunista Español. Ese mismo año se publica “El tungsteno”, novela de denuncia social ambientada en las localidades mineras de los Andes peruanos. En 1932 regresa a París, donde deberá vivir en la clandestinidad.

En 1937, en plena Guerra Civil Española, César Vallejo viaja a Barcelona y Madrid para apoyar al bando republicano, compuesto por grupos anarquistas y marxistas. Participó como representante peruano en el Segundo Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura, realizado en Valencia. Escribe entonces su poemario “España, aparta de mí este cáliz”. Tanto esta obra como “Poemas humanos” se publicarán de manera póstuma.

A su regreso a París, es elegido secretario de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores. Agotado por las persecuciones políticas, comienza a sufrir fiebres persistentes y escalofríos, sin que los médicos consigan determinar la causa de su enfermedad. Con voz profética, anuncia su propia muerte en el poema “Piedra negra sobre una piedra blanca”:

- Me moriré en París con aguacero
Un día del cual tengo ya el recuerdo
Me moriré en París y no me corro
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos
Los húmeros me he puesto a la mala
Y jamás como hoy, me he vuelto
Con todo mi camino, a verme solo

César Vallejo ha muerto
Le pegaban todos sin que él les haga nada
Le daban duro con un palo
Y duro también con una soga

Son testigos los días jueves y los huesos húmeros
La soledad, la lluvia, los caminos…

César Vallejo murió en París el 15 de abril de 1938 a las 9:20 de una mañana de lluvia en Viernes Santo.

Luis Enrique Cam
23 de abril del 2025

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