Hugo Neira

Cajamarca: un par de cuestiones

Subdesarrollo y tercera ola industrial

Cajamarca: un par de cuestiones
Hugo Neira
16 de junio del 2019

 

Estuve en la semana pasada, una noche y dos días, en Cajamarca. ¿Por qué la prisa? Tenía que volver a Lima para mis clases. No suelo dejar colgados a mis alumnos. Me habían invitado a un congreso de economía. El evento se realizó en la Universidad Nacional de Cajamarca, y lo organizaron los propios estudiantes. En particular, uno de ellos, Edinson Palacios, a quien agradezco y felicito por su voluntarismo. No es fácil llevar gente a un congreso cuando no abunda el dinero para invertirlo en ese tipo de actividad, pese a que Cajamarca está a una hora exacta de Lima por avión.

Por otra parte, la mañana en que me tocó exponer, me precedió Carlos Parodi. Lo conocía por sus libros, pero no lo había escuchado nunca como expositor. Es economista y se explica con gran sencillez en temas complejos. Fue muy estimulante escucharlo. Me ocupé de dos problemáticas. El estado actual del mundo y el lugar del Perú de nuestros días. Aquí, abreviaré enormemente el primer punto.

Sobre la cuestión de quién gobierna el mundo, pienso en  Rusia y sus ejércitos. Y China, cuyo PBI está por alcanzar a los Estados Unidos. Nuestro tiempo no es aquel del final de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, USA era la primera potencia. Y en temas de esta envergadura, me apoyo en los mejores estudiosos. En Pierre Hassner, profesor que conocí cuando yo era investigador en la escuela de Ciencias Políticas de París. ¿Qué dice hoy, Hassner? Dice que no hay piloto en el timón del mundo. No manda nadie. Estamos en uno de esos periodos de la historia en que ninguna potencia es del todo hegemónica. Hay varias potencias, pero un mundo al borde del caos.

Exploré también un tema aledaño. La preocupación en sociedades democráticas, en particular Europa y los Estados Unidos, «ante el inesperado éxito económico de los regímenes autoritarios» (Sciences Humaines, n°266). China, Rusia, los Emiratos, la Turquía de Erdogan. ¡Mucho más que las democracias liberales! Y mientras crecen con la apertura del mercado mundial casi todas las economías, no deja de ser verdad que se abren brechas sociales gigantescas. ¿Entiende, entonces, el amable lector, la aparición de lo que llaman "populismos"? Expresan la protesta de la sociedad civil ante la sociedad política.

Ahora bien, para situar el Perú de hoy en la caótica mundialización, pedí en Cajamarca que hiciéramos un esfuerzo para situarnos en los años cincuenta del siglo XX. Fue entonces que Alfred Sauvy, gran demógrafo, inventó un término o concepto, el «tercer mundo». De ese modo se designaba a los países no alineados en tiempos de la Guerra Fría y la polarización entre la Rusia soviética y la Europa y los Estados Unidos capitalistas. Pero el concepto intentaba cubrir una diversidad de países, tales como el África o el Asia, y pronto se establece la idea del subdesarrollo. F. Perroux bautiza esa situación con el concepto de la "dependencia".

Un poco más tarde, se considera que hay un núcleo de naciones avanzadas —Europa, los Estados Unidos e incluso la URSS— como un centro de poder, vinculado a los países de la periferia. Y así, se establece de modo dogmático que la riqueza de los países avanzados se construía sobre la pobreza de las naciones cuyas ganancias en importaciones, por lo general de materias primas, nunca alcanzarían para adquirir las producciones hipertécnicas de los estados centrales y desarrollados. La salida de esa situación, se pensó, era la autosuficiencia. Y el rol de los estados crece en esos años. En esa teoría estuvo la CEPAL, y eso influye tanto en gobiernos autocentrados como los de Cuba, el Chile de Allende y el Perú de Velasco.

Pero por los ochenta se desmorona esa teoría. Aparecen países que se industrializan en el Asia del sureste, como Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Este último, con 5.7 millones de habitantes y un PBI (2014) de US$ 307,800 millones, superior al nuestro (entonces de US 202.6 millones). Menos PEA.  Los llamados «tigres asiáticos». Y el caso de Corea del Sur, en 1950 era más pobre que el Perú. Pero a diferencia nuestra, se especializaron en producciones de alimentos y fabricación de productos de la tercera ola industrial. En conclusión, se hunde la teoría de la dependencia. Hoy, mal que bien, liberales e incluso socialistas entran al mercado mundial. Lo que los separa es la distribución de riqueza.

En fin, para calificar de "subdesarrollado" a un país, había tres indicios. Primero, país co una mayoría analfabeta. Segundo, país de grandes hambrunas. Tercero, país con mayoría de población rural. Es decir, de poca productividad y sin las ventajas de la vida en ciudades. El Perú fue eso en los años sesenta y setenta.

¡Pero hoy ya no hay analfabetos! Sin embargo, la población que sabe leer, no lo hace. Ni libros ni diarios. Tenemos iletrados. Y como ese hecho no nos parece grave, me atreví a leer al auditorio lo que sigue: «Los datos revelan que el graduado (peruano) promedio que sale de la escuela pública secundaria carece de la capacidad en pensamiento crítico y de aprendizaje, y en consecuencia es inempleable». ¿Quién lo dice? Nada menos que el Banco Mundial. Se refiere a 7.6 millones de jóvenes.

¿Y la hambruna? Hay pobres, niños malnutridos, pero la gastronomía es nuestro éxito. Aunque con efectos perversos, nos hemos vuelto una país de gorditos. La enfermedad más frecuente es la diabetes. Además, según el INEI, somos un país urbano. ¿Pero qué somos? Ni subdesarrollados ni potencia regional con una economía modernizada, una sociedad con salud y educación al alcance de todos, que es lo que ocurre en las sociedades avanzadas.

¿Qué ha fallado?, pregunté. No la política. Mal que bien, llevamos veinte años de elecciones. Tampoco la economía. Lo he dicho anteriormente en esta misma columna. «El per cápita en los años setenta del siglo pasado era de US$ 557, luego en 1976 pasa a US$ 943, en el 2000 a US$ 2,023, y en el 2017 a US$ 6,571. No solo ha crecido, sino que han surgido nuevas clases medias.» Pero el malestar ha crecido del 2001 a nuestros días. Es decir, ¿cuánto más se crece, el pueblo se aparta de la democracia?

Entonces ¿qué somos? Les dejé la respuesta. Todo lo que quise era que despertaran. No todo es economía y política. Dinero y poder. Falta el saber. Se han olvidado de la ciencia y el conocimiento. Ha fallado la sociedad misma. En las pruebas  PISA estamos detrás de Indonesia y Bolivia. Sin embargo, según el Banco Mundial, «el 80% de padres de familia están satisfechos con la educación que reciben sus hijos».

En cuanto a los comportamientos, hemos retrocedido. Casi no hay sindicatos. Y es corriente lo ilícito, desde el contrabando, pasando por la coima como algo normal, a la sorprendente cantidad de choferes que manejan borrachos. Está claro que no se necesita solo economía para salir de nuestra extraña situación. Se necesita instituciones y Estado. Y otro esquema de crecimiento. Que vincule el crecimiento global con el bolsillo de los ciudadanos. El mercado y la inversión social en salud, ciencia y democracia, no es un imposible. Pero para eso se necesita estadistas, no gente improvisada. Sino el capitalismo achorado de estos años y las masas iletradas hundirán la poca democracia que tenemos.

 

Hugo Neira
16 de junio del 2019

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