Caída del empleo formal e incremento del subempleo

Uno de los temas de mayor debate en el ámbito académico, empresarial y político en los países emergentes es el crecimiento del empleo formal. Y es que las tasas de desempleo y subempleo son todavía muy altas, pese al crecimiento económico de muchos de estos países en las últimas décadas. Para efectos de analizar este tema voy a tomar como modelo el caso peruano.

Recientemente el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reportó que en el segundo trimestre del presente año (entre abril y junio) se registraron 3.03 millones de personas con empleo adecuado, lo cual implica una reducción de 24,500 puestos de empleo adecuado respecto a similar trimestre del 2017 (-0.8%) en Lima Metropolitana.

El empleo adecuado se incrementó en el sector comercio en 1.4% (6,400 personas) y en construcción en 0.3% (900 personas); mientras que disminuyó en manufactura en 6.2% (27,200 personas) y servicios en 0.2% (3,300 personas). “El 60.5% de la población adecuadamente empleada se encuentra en servicios, el 15.5% en comercio, el 13.6% en manufactura y el 9.4% en construcción”, señaló el INEI.

Asimismo, la población subempleada aumentó en 4.1% (71,300 personas), debido al incremento de la población subempleada por insuficiencia de horas (subempleo visible), que creció en 27% (145,200 personas). Mientras que la población subempleada por ingresos (subempleo invisible) disminuyó en 6.1 % (73,900 personas).

Esta caída en el empleo formal e incremento del subempleo, son fruto de una nefasta gestión gubernamental, que no ha logrado combatir con eficiencia y eficacia los principales problemas del país: corrupción, inseguridad ciudadana y trabas burocráticas. Todo ello es agudizado por un difícil contexto económico y geopolítico externo.

El Gobierno peruano —liderado por el presidente Martín Vizcarra Cornejo— tiene un gran reto para revertir, o al menos atenuar, esta caída del empleo formal en Lima Metropolitana y el país. Para ello es necesario que tome medidas que generen confianza en los agentes económicos, a fin de que se promuevan las inversiones en el país y se generen puestos de trabajo formales.

Entre estas medidas, propongo una lucha frontal contra la corrupción, la inseguridad ciudadana y las trabas burocráticas. También una mayor inversión en educación en la población, realizar cambios estructurales en muchas de las entidades del Estado (con ajustes no solo en los procesos, sino también en el recurso humano a todo nivel, empezando por el directivo), promover nuevas startups que ofrezcan productos y servicios innovadores, con alto contenido tecnológico, con proyección a mercados internacionales y que generen empleos de calidad. Y, por supuesto, garantizar la estabilidad macroeconómica.

Así mismo se debe implementar una reforma tributaria que revierta la caída de la recaudación, que fue de 12.9% de presión tributaria en el año 2017, lo que representa una caída de 1.3% respecto al año 2016. Una cifra que está, en términos de presión tributaria con respecto al PBI, por debajo del promedio de la región, según la información de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su Panorama fiscal de América Latina y el Caribe 2017.

En ese documento de la CEPAL se indica que el promedio de presión tributaria con respecto al PBI de la región en el 2016 ascendió a 18.4%. La presión tributaria peruana está también muy por debajo de las de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que alcanzó un 34% de presión tributaria con respecto al PBI.