Édgar Villanueva

Alejandro Toledo: el cinismo encarnado

Alejandro Toledo: el cinismo encarnado
Édgar Villanueva
03 de noviembre del 2017

La percepción es que no hay voluntad política ni judicial para juzgar al prófugo



“Dios los cría y ellos se juntan”. (Refrán popular)

 

Resulta que Alejandro Toledo es hoy víctima de un complot político por parte del Poder Ejecutivo (el presidente PPK), en alianza con el fujimorismo, el aprismo y otros partidos en el Congreso; secundados por el Poder Judicial, con Rodríguez Tineo a la cabeza, y el Ministerio Público, representado por Pablo Sánchez. O sea, todos los poderes del Estado peruano contra el pobre angelito de Cabana. Esta es su estrategia para impedir su extradición de EE. UU., pretendiendo hacer creer a la justicia norteamericana que es un “perseguido político”. Para eso ha contratado en USA a dos abogados especializados en hacer lobby judicial y político: Richard Douglas y Roger Noriega.

 

El fin, además, es trabar los procesos fiscales y judiciales que vienen investigando al expresidente por graves delitos de lavado de activos, colusión y asociación ilícita para delinquir; todas las acusaciones contra este presunto (colmado de evidencias) delincuente antipatria. Es una estratagema idéntica a la tramada, por su defensa en el Perú, que pretende bloquear la labor del sistema de justicia que deberá —por todas las evidencias existentes— encarcelar al “sagrado” rufián. Es la misma defensa que lo encubría cuando parlamentario del FIM en la “Comisión de las Firmas Falsas” que presidí (tema que será materia de otro artículo). Así que no hay novedad en que su actual abogado en el Perú sea el mismo que era su encubridor en el Parlamento del 2001 al 2006, y cuyo “trabajo”, antes como hoy, era sabotear el descubrimiento de la verdad. “Dios los cría y ellos se juntan”. La novedad, en todo caso, es el enorme lobby montado en Estados Unidos para encubrir y proteger a un perseguido por la justicia que cobardemente se escabulle para no rendir cuentas por sus felonías.

No sería raro que, en cualquier momento, el fugado y sus abogados acusen, como parte integrante del complot, a Maiman y Barata; toda vez que estos últimos están en proceso a la colaboración eficaz y ya dieron mayores evidencias de la plata sucia con la que llenaron los bolsillos del granuja. Ambos cerraron el círculo corrupto manejado por Odebrecht, cuyas coimas millonarias fueron a parar a manos del bribón, usando las cuentas del amiguísimo Josef, quien hoy ha decidido salvar su pellejo y contarlo todo. Es claro que este intento de victimización no funcionará en el Perú; el riesgo es que sí pueda funcionar en USA y, de ser así, la impunidad estará asegurada para el truhán. Es que si se fracasara en la extradición y el juzgamiento del expresidente (qué vergüenza volver a repetir que sí fue presidente) la percepción que existe en el ambiente respecto a que no hay voluntad política ni judicial para juzgar al prófugo no solo se acrecentará, sino que acarreará consecuencias nefastas para el desprestigiado sistema de justicia y para la denominada “clase política”, en franco descrédito.

Las circunstancias actuales obligan a todos los políticos a que (desde el lugar que tengan en el poder, o estando en la oposición) deslinden claramente con la corrupción en general y específicamente con Alejandro Toledo. Más aún cuando este, con fines de victimizarse, los acusa de haberse complotado para “perseguirlo”. La idea no pasa por politizar los casos judiciales que deben seguir su curso dentro del debido proceso, sino por enfrentar políticamente —y con actos, gestos y herramientas eficaces— a los corruptos y a sus aliados. Este es un caso que debe llevar a todos los políticos a una clara demarcación.

 

Es sumamente extraño, por ejemplo, que pese a todas las evidencias, gente que acompañó hasta el último momento (2016) a Toledo y que fueron sus encubridores políticos reales hoy se paseen orondos en los medios de comunicación fungiendo de “opinólogos” y hasta de críticos del actual Gobierno y del actual Congreso. Sí, los mismos que hasta ayer nomás decían que el caso Ecoteva era una “patraña”, un “infundio” contra el “cholo sagrado” y que hoy, con el mismo cinismo de su jefe, creyéndonos a todos una manga de idiotas, pretenden lavarse la cara haciéndose los locos e ir pasando piola hasta que culmine la tormenta. Una conducta oportunista que constituye una afrenta para quienes, en su momento y mucho antes del 2016, supieron alejarse y romper con Toledo política y orgánicamente; no solo por discrepancias o maltratos, sino también por la sinuosa conducta ética y evidencias de actos delictivos de Toledo. Políticos que hoy, con todo derecho, deben investigar y denunciar al canalla, desde los cargos que ocupan.

 

Nadie que sea honesto, que tenga dignidad y que entienda y haga de la política un instrumento de trasformación al servicio del Perú puede deberle lealtad a un corrupto como Alejandro Toledo quien es, hoy por hoy, el cinismo encarnado.

Edgar Villanueva

Édgar Villanueva
03 de noviembre del 2017

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