Al amigo con miedo

Don Miguel, le pido en calidad de préstamo un párrafo de su valioso Don Quijote de la Mancha, porque me parece el regalo apropiado para un amigo, uno de esos que teme hacer frente a las cosas de la vida de puro miedo.

Este amigo, joven como no puede ser otro, anda repitiendo cosas como “qué pasará si me rechazan…”, “si me ocurre tal o cual cosa…”, “si caigo en desgracia…”, “si me persiguen por lo dicho…”, “si me lanzan piedras…”, “más seguro es quedarme donde estoy…”, “y si me dan un golpe…”, entre otras frases que bastan para hacerse a la idea de su carácter.

Sin duda, es uno de aquellos que se ahogan en un vaso con agua, de los que ven tormentas en un pozo. Está ciego a las soluciones porque el miedo nubla su juicio; el miedo no le permite ver con claridad. Y todo lo que le ocurre, vergüenzas y fracasos, le ocurren de puro miedo. ¡Atrévete!, le he dicho muchas veces, tratando de darle un empujón de valor. 

 A ese amigo, don Miguel, quiero obsequiarle lo que usted cuenta que el Quijote le dijo a Sancho, en la “Aventura de los rebaños”: 

—Señor, encomiendo al diablo hombre, ni gigante, ni caballero de cuantos vuestra Merced dice parece por todo esto. A lo menos, yo no los veo. Quizá todo debe ser encantamento, como los fantasmas de noche. 

—¿Cómo dices eso? —respondió don Quijote—. ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar los clarines, el ruido de los tambores?

—No oigo otra cosa —respondió Sancho— sino muchos balidos de ovejas y carneros. 

Y así era verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños. 

—El miedo que tienes —dijo don Quijote— te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda”. 

Espero que aproveche este regalo.