Guillermo Vidalón
A mis amigos de izquierda...
Aquellos que no se han convertido en “caviares”

Con quienes luché contra el terror en las aulas universitarias y vencimos, porque nunca abandonaron sus convicciones. Con quienes comparto la esperanza de un país más justo, de una sociedad en desarrollo constante, que se convierta –otra vez– en faro del conocimiento latinoamericano, tal como lo hicieron nuestros antepasados.
Al respecto, el espacio geográfico que compartieron nuestros ancestros y el que compartimos en la actualidad no es muy diferente. El Perú siempre tuvo muchas potencialidades, y afortunadamente las sigue teniendo. ¿Qué hacer para que el anhelo de justicia se haga realidad en el más corto plazo posible? Ése es el desafío y el espacio de reflexión que debería conducirnos.
Mis amigos de izquierda son gente honesta, honrada y trabajadora. A diferencia de los caviares, arribistas, oportunistas y vividores del Estado; es decir, de los impuestos que pagamos todos los peruanos y que los caviares disfrutan aprovechando sus vínculos con el poder para “vender” consultorías sin ninguna utilidad práctica para la inmensa mayoría de la población.
Que personas de izquierda salgan en defensa de los caviares es algo que me resulta ciertamente incomprensible. ¿Que salgan en defensa de quien contrató a al apodado Richard Swing ¿Esas son las convicciones que la izquierda enarbola en la actualidad? La Vero nunca trabajó, salvo hacer anotaciones en la agenda de Nadine, quien se encuentra con detención domiciliaria junto a su esposo. Si esa es la izquierda que defienden, quienes han cambiado son ustedes.
Que en el país hay injusticias sociales, ¡qué duda cabe! Pero, si la receta para cambiar esa condición es la violencia, debemos reiterar nuestro rechazo. Si la condición es seguir a Cuba, Nicaragua o Venezuela, ¡de ningún modo! Son muy pocos los frutos que sus respectivos gobiernos han logrado después de tantos años de “revolución”. También, son muchos los años de justificaciones para eludir su propia responsabilidad: el imperialismo, el bloqueo, “patria o muerte”. Eslóganes para confundir y mantener engañada a su población que, tras varias generaciones, carece de referentes con los cuales comparar su presente tragedia. Y que de seguro se prolongará hacia el futuro.
En cambio, analicemos los logros de la Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Un dogmático diría que sus clases dirigentes se entregaron al imperialismo, o que los victoriosos tuvieron que reconstruir dichas economías para que no se pasen al eje soviético. Meras justificaciones para no otorgar crédito a la sapiencia de quienes reconstruyeron sus países. ¿Acaso los alemanes occidentales no lo hicieron mejor que los orientales? No atravesaron una experiencia similar, pero del lado del eje de la ex Unión Soviética.
O, si quieren algo más contemporáneo, China. Desde que cambió el rumbo impuesto por su “Gran Timonel”, Mao Tsé Tung, efectivamente redujo la pobreza y aprovechó las oportunidades económicas que existen en el mundo. Frente a la revolución de la toma del poder y el culto a la personalidad (máxima expresión del egoísmo), Deng Sia Ping, como posteriormente sucedió en la Unión Soviética, reconoció el emprendimiento y la libre iniciativa privada como mecanismos más adecuados para engrandecer sus sociedades.
Algunos de mis amigos de izquierda, seguirán fascinados por la captura del poder para implementar su “revolución”. Sin embargo, la verdadera revolución es dar condiciones de inicio similares a los niños y jóvenes, acabar con la desnutrición y brindar educación de calidad, más allá de quienes provean el servicio. Lograr dichos objetivos implica contar con recursos económicos suficientes y crecientes. En consecuencia, es indispensable impulsar el desarrollo económico, y promoverlo, para que la producción nacional se incremente, se generen puestos de trabajo y se reduzca efectivamente la pobreza.
Algunos dirán que se consolidará “el sistema capitalista”. ¡No! Se consolidará el sistema de generación de bienestar y se pasará del discurso a los hechos y sin violencia alguna. Este último sistema requiere de una democracia eficiente y funcional, es decir, que se retroalimente.
Por otro lado, se pretende invalidar las propuestas de desarrollo y generación de empleo para todos y desviar el debate hacia un delito execrable como es la violación de una menor. Además, cuestionar la propuesta de brindar protección a la niña y a la madre en un albergue es desconocer la realidad alrededor de estos hechos. Las violaciones de menores se producen generalmente al interior de los mismos hogares y el agresor suele ser un familiar cercano. La menor y la madre suelen guardar silencio porque no saben ni tienen a quien recurrir, también suelen ocultar el delito y recurren al aborto. La realidad es que se genera un entorno de complicidad e impotencia, la menor sigue siendo agredida sistemáticamente. Y encima se pretende que cargue con el peso de la interrupción de una vida en condiciones de alto riesgo para su propia integridad. Alguien cree que una menor tomará por sí misma la decisión de abortar. Y si la tomase, le preguntarán por el causante.
Antes de lanzar afirmaciones al viento, sería mejor preguntar a la Policía Nacional del Perú o a la Fiscalía cuántos son los casos de abuso sexual de una menor fuera del hogar y cuántos al interior de este. ¿No será que la legalización del aborto está incentivando las violaciones y la impunidad del delito? O, alguien considera que se hará una prueba de ADN al feto para determinar la paternidad del mismo.
A mis amigos de izquierda les digo: si no se han convertido en caviares, no tienen por qué sentirse aludidos. Tampoco suponer que las convicciones a favor de la justicia social han sido dejadas de lado. Recuerden que en la universidad de los años ochenta la primera medida fue fortalecer la plana docente con el objetivo de mejorar la calidad de la educación. Luego cada quien emprendería legítimamente su propio camino.
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