LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Los relatos que naufragaron al Perú
La explicación de la llegada del Castillo al poder
Tres décadas después de que la mayoría de peruanos ganara la guerra contra el terror de Sendero Luminoso, era elegido Pedro Castillo, un profesor con vínculos con el maoísmo magisterial. Es decir, con vínculos con la ideología y la cultura de aquellos que desataron el terror en los ochenta.
El terror senderista puede ser observado desde el punto de vista militar y desde las muertes causadas. Las conclusiones son tremebundas. Sin embargo, también puede ser analizado como resultado de una cultura y una ideología. En este universo las cosas son más borrosas. No obstante, sin el control maoísta de las universidades y del sindicato magisterial, nunca hubiese existido Sendero Luminoso. El argumento de la pobreza como origen del terrorismo es frágil. Más pobreza hubo en países africanos, en Haití y en Bolivia, que en el Perú de entonces. Sin embargo, en esos países nunca hubo terror porque nunca hubo una guerra cultural previa.
Sendero entonces fue un producto de la cultura y la voluntad política. ¿Por qué entonces a los peruanos que votaron por Castillo no les interesaron los vínculos del profesor con el maoísmo? La respuesta es simple: el relato sobre la reciente guerra con el terror edulcoró la descripción del senderismo, por decir lo menos. Cuando en el informe de la Comisión de la Verdad se señaló que en el Perú hubo “un conflicto armado interno” y que el Estado aplicó “una estrategia contrasubversiva que violaba derechos sistemáticamente”, en realidad, se ponía en el mismo lugar la respuesta del Estado y la sociedad frente al terror. En el Estado hubo un mal igual o peor que el terror senderista.
Ese relato, por otro lado, ignoraba una de las mayores gestas campesinas de nuestra historia: la movilización de los comités de autodefensa, que derrotaron el avance senderista en el área rural. No hubo héroes campesinos que celebrar y solo hubo villanos que condenar. Ese es el universo cultural que posibilitó la llegada de Castillo al poder. De lo contrario, nunca hubiese sucedido.
Quizá para entender mejor las cosas de debe analizar otro relato. Si la asamblea constituyente se concretará en el Perú, ¿qué sucedería con la educación pública ahora que el Fenatep, sindicato de orientación maoísta, ha sido reconocido y tiene acceso al poder? A nuestro entender, buscaría instaurar ideologías oficiales en el Estado, tal como ha sucedido en todos los proyectos totalitarios con el objeto de permanecer en el poder por décadas. La escuela como el taller de la colmena igualitaria del mañana. Allí están, por ejemplo, las imágenes de la revolución cultural china.
El relato progresista de la ideología de género nunca hubiese sido mayor problema para la discusión en una sociedad abierta si es que no se hubiese propuesto convertirse en “una ideología oficial” por encima de la sociedad y el derecho de las familias. Si no hubiese habido esa vocación de ideología oficial estatal, la ideología de género formaría parte de todos los debates que debe procesar cualquier sociedad abierta.
Sin embargo, esa vocación totalitaria por convertirse en ideología oficial, por instrumentalizar el Ministerio de Educación y los currículos escolares, en realidad, representaba el cemento, el fierro y los edificios con los cuales la ortodoxia comunista tendría que instaurar ideologías oficiales si lograra concretar la aterradora propuesta de la constituyente.
Por todas estas consideraciones, al margen de las voluntades e intenciones, las corrientes progresistas son madre, padre y vientre de la llegada al poder en el Perú de uno de los comunismos más ortodoxos del planeta.
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